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La calle mantiene el pulso con Sarkozy en Francia

La férrea oposición a la política económica del Gobierno galo une a todos los sindicatos en las manifestaciones del Primero de mayo, por primera vez en la historia de la República francesa

ANDRÉS PÉREZ

¿Vaso medio lleno o medio vacío? Las casi 300 manifestaciones organizadas en Francia para el Primero de mayo permitían esa duda. Los sindicatos reunieron entre 500.000 y 1,3 millones de personas en cortejos unitarios contra la política económica del Gobierno y contra la patronal francesa, una cifra muy superior al desfile de hace un año, pero también muy inferior a la jornada de huelga general del 19 de marzo pasado. Es decir: tablas con el Gobierno del presidente Nicolas Sarkozy, y una presión social que se mantiene.

La jornada de acción sindical de la Fiesta del Trabajo tenía ayer en Francia un significado diferente al de otros países, porque aquí las manifestaciones eran de hecho la tercera jornada de protesta de los sindicatos contra la política económica del Gobierno, y contra las prácticas de la patronal.

Las protestas están reuniendo desde enero a millones de franceses, en huelga o en manifestaciones, en torno a una plataforma unitaria reivindicativa que constituye un auténtico programa alternativo de Gobierno. Como exige más gasto en formación y en protección del empleo, y reclama a la patronal menos distribuciones de dividendos a los accionistas y de sobresueldos a los dirigentes, este bloque sindical se ha convertido en la única oposición real a Sarkozy y su rodillo parlamentario en forma de mayoría absoluta.

En esa lucha, se puede decir que ayer hubo empate. Sarkozy y su Gobierno, coordinado por el primer ministro François Fillon, podrán reivindicar, tras las manifestaciones que anoche acabaron con algunos disturbios, que esas marchas sólo reunieron a la mitad de manifestantes que el 19 de marzo, segunda jornada nacional de protesta secundada por unos 2,5 millones de personas.

De hecho, Sarkozy había hecho saber que, para él, esta jornada del Primero de mayo 'no es más que una jornada sindical' como la de cualquier año.

Para el presidente, con las concesiones efectuadas tras la primera jornada de huelga de enero reducción de impuesto sobre la renta y ayudas a los contratos juveniles fundamentalmente se ha acabado la negociación. Una idea que no comparten en absoluto los sindicatos, para quienes sólo el aumento de los sueldos, la seguridad de los empleos y la buena gestión de las ayudas públicas servirían para acabar con la contienda.

El buen tiempo y la jornada de puente podrían haber sido los grandes aliados de Sarkozy en esa apuesta consistente en dejar que la protesta vaya muriendo a fuego lento, o bien en condenarla a acciones cada vez más desesperadas como las que ya se están produciendo en las empresas que despiden.

Pese a ese éxito táctico, dos datos fuerzan al Gobierno a la modestia. Primero: todos los sondeos demuestran desde hace meses el apoyo masivo de la opinión pública a la movilización social. El último, del instituto CSA, arroja un aplastante 72% de franceses partidarios de las manifestaciones y de la plataforma sindical.

Segundo dato: la unidad de la totalidad de organizaciones sindicales fue absoluta en todo el territorio del país, exceptuando un puñado de ciudades. Algo que no había ocurrido nunca en la tradición obrera francesa para un Primero de mayo. 2009 será así una fecha grabada en letras de oro en la historia social francesa.

Lo que Sarkozy ha unido, que no lo separe el hombre. Esa podría ser la divisa genérica que parecía guiar las declaraciones de los líderes sindicales ayer. Bernard Thibault, secretario de la principal fuerza de choque de los asalariados franceses, la CGT, así pareció comprenderlo al insistir en que 'el Gobierno y el presidente deberían comprender el anclaje del descontento y de un clima muy reivindicativo'.

Recordó que una unidad así y por un asunto nimio, un proyecto de contrato basura para jóvenes fue la que provocó en 2006 una oleada de manifestaciones que aniquiló por completo las ambiciones presidenciales de un primer ministro intocable, Dominique de Villepin.

'Voy a recordarle a Sarkozy algo de sentido común: Estamos unidos, y esperamos una modificación de sus orientaciones. Vamos a seguir unidos y apoyados por la opinión', explicó Thibault.

 

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