Este artículo se publicó hace 17 años.
Chávez vuelve a ganar por la mano a la oposición
La Asamblea venezolana aprueba la reforma constitucional para hacer irreversible la revolución
Hugo Chávez ya tiene lista la penúltima pieza de su rompecabezas para crear un Estado socialista. La Asamblea Nacional de Venezuela aprobó el jueves 69 nuevos artículos de la Constitución. El próximo paso será pasar el escrutinio del pueblo, el 2 de diciembre. Los máximos representantes políticos del país exudan optimismo. Particularmente Chávez, que no oculta su deseo de pasar a la historia de la República como el motor de un movimiento revolucionario inédito en América Latina.
Chávez igual a caudillo. Caudillo igual a dictadura. Dictadura igual a Chávez. Esta ecuación permanece atrapada en un círculo vicioso que tres meses de debate constitucional no ha logrado disipar. "Lo nuestro es una revolución democrática ", dice a Público el fiscal general de Venezuela y miembro de la Comisión Mixta de la Reforma Constitucional, Isaías Rodríguez, que ha estado esta semana en Madrid. "Estamos construyendo una democracia social y de derecho en la que la toma de decisiones reposará en el pueblo", añade. Pero no esconde que el objetivo final es la fundación de un nuevo Estado socialista.
Según el nuevo texto, la democracia representativa quedará desplazada a un segundo plano en la acción y el control del Gobierno. En su lugar, nacerán las asambleas locales de ciudadanos y los consejos comunales de barrios, cuyas decisiones serán vinculantes incluso para el presidente. "Todas las decisiones del Gobierno se tomarán a través del pueblo, que podrá revocar desde una ley al jefe del Estado, si lo considera oportuno", concluye el fiscal Rodríguez.
El problema de imagen
Pero muchos siguen taladrados por las enormes dudas que les genera esta Carta Magna. Uno de ellos es el periodista británico y miembro de la Fundación de Estudios Internacionales Fride, Ivan Briscoe.
En su opinión, aspectos como "la restricción de la libertad de prensa en situación de emergencia nacional o la eliminación de instituciones intermedias independientes entre el poder popular y el Estado", disminuyen la confianza internacional en la reforma.
Y Chávez, guste o no, tiene un serio problema de imagen que le ha convertido en sinónimo universal del conflicto sin solución. "¡No a la reforma! ¡Esto es dictadura!", gritaron el martes cientos de estudiantes universitarios en Caracas.
Para la Plataforma Democrática de Venezuela, una asociación marcadamente antichavista establecida en Madrid, "el actual presidente es un individuo con una insólita ambición de poder, que ha utilizado su posición ventajosa para secuestrar a la sociedad venezolana bajo un régimen militarista", en palabras de Willian Cárdenas. Además, este bloque considera que la actuación policial en las manifestaciones estudiantiles del martes, resume la incapacidad del régimen para seducir a un movimiento opositor creciente que además está compuesto por la gente joven del país.
Pero detrás del cliché de Chávez y su mala reputación en algunos sectores políticos de este lado del océano Atlántico, los éxitos sociales conseguidos son indudables. Es cierto que el 34% de la población sigue viviendo en la pobreza pero también que hace ocho años era del 42%. Cualquier colegial venezolano sabe que el petróleo ha sido, es y será mejor negocio que la pelea. Además, el Gobierno también ha conseguido incrementar las arcas públicas un 4% en los últimos años. El problema está en la impulsividad del carácter venezolano.
En este tórrido clima político, la furia antichavista, que sigue condicionando su participación política bajo el mantra de "Con Chávez, nada", sólo le da victorias al jefe del Estado.
"Esta actitud siempre me ha parecido muy peligrosa", comenta Briscoe. Los hechos le llenan de razones. "Todos los procesos electorales han sido claros y transparentes, y Chávez los ha ganado sin problemas. ¿Por qué? Porque las masas populares le apoyan", señala el analista de Fride.
La gestión de los centros de asistencia social conocidos como misiones, "una burda imitación peronista" para los opositores, y "una forma de integración social" para los chavistas, ha creado una marejada de apoyo a las iniciativas políticas del presidente. Una encuesta independiente sobre el próximo referéndum constitucional refleja que el 60% de los venezolanos es favorable a la reforma. El 42% asegura que votará a favor.
¿Tiene futuro este aluvión de optimismo en un país como Venezuela que esta semana ha visto como el precio de su principal fuente de riqueza, el petróleo, rozaba la estratosfera? La pregunta depende de personalidades, fuerzas y acontecimientos futuros. Aquí no hay hueco para los milagros. El problema endémico es la corrupción que, aunque en menor medida que en épocas anteriores, sigue azotando el país. El fiscal general, Isaías Rodríguez, dice que las futuras asambleas comunales tendrán potestad para destituir a cualquier funcionario sospechoso.
No tendrán necesidad de consultar a instancias burocráticas superiores. Rodríguez insiste en que la descentralización en ciernes será el enemigo de los corruptos. Briscoe es de diferente opinión. "La corrupción puede incrementarse en niveles burocráticos bajos, en las misiones de los cerros", afirma.
El camino por recorrer pasa ahora por un campo minado, pleno de crisis políticas potenciales. "Queremos que se siga discutiendo ", indica el fiscal, a pesar de que muchos como Cárdenas aseguran sentirse defraudados ante la imposibilidad para emprender reformas democráticas en un régimen atado de pies y manos "por la jerarquía militar chavista".
No hay que olvidar que todos los últimos informes de Naciones Unidas sobre Venezuela coinciden en que el país funciona mejor y hay más felicidad. "Europa comete un error grande al observar nuestra democracia como la que ellos tienen implantada desde hace muchos años. Aquí no hubo revolución industrial ni socialdemocracia ni capitalismo democrático", señala el fiscal general de Venezuela.
De momento, el país se columpia entre las aspiraciones de un régimen que pide respeto y los deseos de un cambio controvertido. Cauto, Ivan Briscoe advierte de que no conviene olvidar que esto, a fin de cuentas, es América Latina.
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