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Ciudad Juárez

La ciudad más violenta de México ha terminado por aprender a convivir con una ola de crímenes que lleva años devorándola

SERGIO RODRÍGUEZ

La calma chicha. La vida sigue su curso normal en Ciudad Juárez, aunque sea un enjambre de cuerpos policíacos y militares que patrullan constantemente sus calles. Más de mil asesinatos ligados al narcotráfico se han registrado en esta ciudad solo este año. Aun así, muchos de sus pobladores, todavía con miedo, siguen su vida 'sin ningún problema', acostumbrados ya a la violencia que se ha recrudecido en los últimos dos años.

'La situación está muy difícil, sería imposible decir lo contrario, pero también estamos hartos del morbo con el que se mira a Ciudad Juárez. No se trata de negar la terrible realidad de lo que ocurre, sino cómo se la mira, sin explicar nada, sin entender nada', dice Javier, un ciudadano que pasea por el centro de la ciudad.Juárez o juaritos, como se le conoce, es una ciudad construida en el desierto, en el estado de Chihuahua y colindante con El Paso, en Texas, al otro lado de la frontera con Estados Unidos.

Se cuenta que aquí Al Capone vino a negociar el tráfico clandestino de alcohol durante la época de la prohibición. Juárez tiene su historia como frontera, como lugar de paso de todo tipo de mercancías, desde principios del siglo XX. Con un millón y medio de habitantes, Juárez se ha convertido, por lo menos en las estadísticas, en la ciudad más violenta de todo México: solo en agosto pasado, el promedio de muertes ligadas al tráfico de drogas era de siete al día, y la cuenta sigue.

'Todavía es temprano para evaluar la magnitud de lo que está pasando aquí', dice César Fuentes, investigador del Colegio de la Frontera Norte (Colef) en esta ciudad. 'Imagínese: hay por lo menos mil familias que han perdido a uno de sus miembros. Y hay otra cosa que se omite. Hay gran cantidad de desaparecidos, los levantados, personas de cuyo paradero ya no se supo nada, y sus familias no se resignan', cuenta Fuentes. 'Falta tiempo, no solo son los muertos, son las desapariciones, y eso en algún momento va a detonar.

Es un fenómeno muy pero muy complejo, que no puede reducirse a un solo factor', indica. Entre los hechos que sí pueden explicar la situación de violencia, se encuentra el que Ciudad Juárez ha dejado de ser únicamente un lugar de paso de la droga hacia Estados Unidos.

Ahora también es un espacio de consumo de crack, cocaína y heroína, principalmente. Con este de-sarrollo del mercado local de estupefacientes, también se han fortalecido las redes y estructuras del narcotráfico, lo que hace necesario más control y más personas empleadas en el negocio. Por ello, también hacen falta más efectivos policiales, como explica Arminé Arjona, escritora y conocedora del tema del narcotráfico en Ciudad Juárez.

El abaratamiento de la droga es otra consecuencia de la situación actual, una de las que revelan que el Estado mexicano no está ganando la guerra contra el narco: hasta hace unos meses, la dosis de heroína costaba en la calle 20 pesos (1,5 euros) y en el interior de las prisiones se podía conseguir por 10 pesos (unos 75 céntimos de euro).

La pobreza es también un factor, como coinciden en señalar los entrevistados. 'Se habla de los capos, de los grandes nombres, se habla de los cárteles de Juárez y el de Sinaloa, que están peleándose la plaza, el negocio, pero no se habla de los muertos; ¿quiénes son los muertos? Digo yo, pues pobres', lamenta Mario, un músico ambulante.

'Se habla de inseguridad, y pues claro que hay inseguridad, pero los pobres siempre hemos tenido inseguridad: además de los muertos, los balazos, los levantones [secuestros que no persiguen un rescate sino torturar y asesinar a la víctima]. No hay empleo. Hay inseguridad para pagar la luz, las cuentas, para llevar comida a casa', añade este mexicano, que no quiere ser grabado ni fotografiado.

'La gran mayoría de ejecutados son los que ocupan el lugar más bajo de la escala del narco', explica María Elena Ramos, de la asociación civil Compañeros, que se dedica a los problemas de drogadicción y sida en esta ciudad. 'Son los que tienen su tiendita [punto de venta al menudeo de droga] y que lo hacen para vivir, no con lujo. Son los que ganan menos en la escala'. Ramos cuenta que en los últimos días, varios centros de rehabilitación, de los que se sospecha que a la vez funcionan como puntos de venta de estupefacientes, han sido atacados por 'comandos de hombres armados' sin poder determinar si fueron narcos o policías.

En las últimas semanas, un mismo centro de rehabilitación ha sido atacado en dos ocasiones. En los asaltos murieron diez personas. Hoy, estos centros están cerrados por miedo a más ataques. Ramos está preocupada porque la ley es durísima con los consumidores de drogas, pero es claramente insuficiente para actuar contra los líderes o capos del narcotráfico. 'La forma en que el Ejército ha actuado contra los consumidores de drogas es completamente desproporcionada. Llegan a los picaderos [puntos de consumo de drogas, principalmente heroína, repartidos por la ciudad] y golpean a las personas, cuando los usuarios son víctimas. Ellos no controlan el negocio', dice. Muchos de los sicarios de hoy son jóvenes y vienen de los estratos más humildes de la sociedad, cuenta la escritora Arjona. 'Les pagan una bicoca [una miseria] y después terminan siendo asesinados por sus propios jefes con tal de no pagarles'.

Relata el caso de la pandilla de Los Aztecas, jóvenes de barrios populares que fueron contratados como sicarios por el cártel de Juárez y de La Línea, como se conoce a la organización formada por ex policías y agentes estatales y municipales en activo, que cooperan con el cártel de Juárez para mantener el control de la plaza, enfrentados al cártel de Sinaloa.

Solo en la zona centro de Ciudad Juárez existen 37 puestos de venta de drogas. A cada uno de esos picaderos acuden hasta 100 personas al día. María Elena Ramos señala que las operaciones de la Policía y del Ejército pocas veces conducen a la detención de un capo, a uno 'de los peces gordos'. Lo único que consiguen con estas redadas es que los drogadictos se asusten y abandonen los programas de intercambio de jeringas usadas por nuevas.

César Fuentes, el investigador del Colef, no tiene ninguna duda de que la Policía está completamente infiltrada por los narcos: 'No hay ninguna confianza de nadie hacia estas instituciones'. César Silva, profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, subraya la fragilidad en la que se encuentran las instituciones encargadas de la seguridad pública.

Cuando empezó la operación militar en el Estado de Chihuahua, los policías municipales organizaron una protesta, en la que salieron unos encapuchados, porque los agentes temían por su empleo. Y tenían motivos.

El alcalde de Ciudad Juárez había anunciado un programa de reclutamiento de militares para reforzar a la Policía Municipal, con la autorización del secretario de Defensa Nacional. Además, algunos sectores de la población, como los taxistas, han empezado a organizar su propia protección en protesta por la ineficacia deliberada de la Policía.

Hace unos días, unos supuestos policías federales asignados a la Agencia Federal de Investigaciones denunciaron en un canal de la televisión local que sus jefes les obligan a extorsionar a la población, y si no lo hacen son castigados. 'Se está trabajando de manera ilegal en todo sentido', dijeron otros agentes federales a un diario local. 'Si son o no son reales estas denuncias, por lo menos ponen nerviosos a todos' dice Laura, estudiante de periodismo.

Ciudad Juárez continúa su curso. Incluso la vida nocturna y social de sus ciudadanos sigue adelante, aunque ahora se tomen más precauciones. 'Por algo no me voy, por algo mucha gente que conozco no se va de aquí', dice Arjona. La escritora destaca otro fenómeno menos comentado: 'Que no se olvide que la violencia estructural contra las mujeres, los feminicidios, aún ocurren, aunque sean ensombrecidos por esta violencia del narco'.

Y concluye con uno de sus escritos: 'Mi ciudad es un negro lamento, un aullido infinito'.


Tijuana
México volvió a estremecerse esta semana tras el descubrimiento en la ciudad norteña de Tijuana, Baja California, de 17 cadáveres aún sin identificar. La Policía no duda en atribuir la macabra matanza a la banda de narcos los Zetas. Junto a los cuerpos sin vida se encontró una bolsa de plástico con las lenguas cortadas de algunos de los asesinados y una carta con la siguiente leyenda: “Esto les va a pasar a toda la gente que ande con ‘El Ingeniero’ (en referencia a Fernando Zamora Arellano, sobrino de los Arellano Félix y que ha asumido el liderazgo del cártel rival). Por bocones”.

Morelia
El 16 de septiembre, un grupo camuflado de narcotraficantes lanzó dos granadas contra cientos de personas que se disponían a celebrar el ‘Grito de Independencia’ en Morelia, capital del Estado de Michoacán, una de las fiestas más populares del país. El balance final fue de ocho muertos y un centenar de heridos. Fue el primer atentado perpetrado por las mafias de la droga contra la población civil.

México DF
El 13 de septiembre se registró otra matanza de los narcotraficantes en el estado de México. En la Marquesa, un parque natural al sur de la capital del país, la Procuraduría General del Estado (PGR)  encontró los cuerpos sin vida de 24 personas, todos ellos asesinados con un tiro en la nuca. Se trata de  la mayor ejecución múltiple desde la matanza de 45 indígenas en 1997 a manos de paramilitares en Acteal, Chiapas.

Chihuahua
Sicarios de un cártel de la droga irrumpieron el 17 de agosto en el salón de un centro de convenciones del municipio turístico de Creel asesinando a 13 personas, entre ellas siete estudiantes y un niño. Los narcos entraron en la sala donde se celebraba un evento social para asesinar a un capo rival. Dispararon de forma indiscriminada contra los asistentes con armas de grueso calibre.

México
El saldo de asesinados es interminable. Entre enero y septiembre ya han muerto 3.391 personas  en todo el país en acciones de los narcos. En todo 2007 fueron asesinados 2.600.

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