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Cuatro años de errores del príncipe heredero saudí

Las reformas que prometió el príncipe Mohammad bin Salman todavía no han experimentado ningún progreso tangible. Arabia Saudí sigue dependiendo totalmente de las exportaciones de petróleo y la “Visión 2030” no ha despegado. Los detractores de MBS consideran que habrá una crisis grave en el país si no hay resultados pronto.

Mohammed bin Salman durante la cumbre 'Davos en el desierto’ en octubre de 2018. / AFP

eugenio garcía gascón

Cuatro años después del ascenso al trono del rey Salman, vigésimo quinto hijo del fundador del estado moderno, Arabia Saudí atraviesa por una era de gran complejidad política y donde, a pesar de todo, el hombre fuerte, su hijo Mohammad bin Salman (MBS), mantiene el programa reformista que prometió en su momento con independencia de los graves errores que ha cometido durante estos años.

Coincidiendo con el cuarto aniversario del relevo real, las autoridades han anunciado que a partir de ahora en los cafés y restaurantes del país se podrá escuchar música, una decisión superficial que no ahonda mucho en el camino reformista prometido por el ambicioso príncipe, camino que sin duda no es bienvenido por una parte considerable de la población y de la realeza.

Los cuatro años han estado marcados por costosas aventuras de todo tipo, que van desde la ‘limpieza interna’ que ha llevado a cabo en las esferas de poder a la trágica injerencia militar en Yemen. El poder ha pasado de tener en Arabia Saudí una relación horizontal, en la que contaban mucho las opiniones de otros miembros de la realeza, a una relación vertical en la que solamente decide el príncipe.

Es cierto que el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Estambul el pasado otoño ha hecho que MBS apriete el freno en algunos frentes, pero él asegura que sus objetivos siguen siendo los mismos. La aventura de Yemen continúa como hasta ahora, con un tremendo balance de muertos y destrucción, sin que el príncipe haya perdido el apoyo de Estados Unidos y Europa, incluido en el sector de las armas.

Pero Yemen no es la única injerencia saudí en la región. MBS ha emprendido también aventuras en Qatar, Bahrein, Siria, Líbano e Irak, con la intención de convertir a Riad en una fuerza regional hegemónica en estrecha sintonía con Estados Unidos e Israel, y que combata a Irán.

Los detractores acusan a MBS de muchas carencias, tanto en su política interior como exterior

Hasta ahora dinero no ha faltado, aunque las cosas podrían cambiar si el precio del petróleo cae debido a hipotéticas circunstancias internacionales, o debido a una menor demanda en el mundo desarrollado. No obstante, como ha dicho el presidente Donald Trump, Arabia Saudí todavía “tiene mucho dinero”, lo que significa la creación de cientos de miles de empleos en Estados Unidos y Europa, especialmente en la industria armamentista.

Los detractores acusan a MBS de muchas carencias, tanto en su política interior como exterior. Una de ellas son los planteamientos dudosos que ha hecho de la causa palestina. En realidad, el príncipe ha sacado la causa palestina del orden del día de la Liga Árabe convirtiéndola en una causa simbólica y desprovista de peso, y ha estrechado significativamente sus relaciones con Israel, unas relaciones que ya no son encubiertas.

También se le acusa de haber abolido el principio de la coalición familiar para instaurar en su lugar una “tiranía” que el New York Times ha calificado de “revolución desde arriba”. Durante los pasados cuatro años, Salman ha realizado una decena de reorganizaciones ministeriales, algunas de gran calado, una circunstancia que hasta ahora no se había producido en el país, al menos en esa cantidad, y que denota cierta inseguridad en la aplicación del poder.

En realidad, el gobierno ya no es el que gobierna en Arabia Saudí. Ahora el poder lo detenta en su totalidad MBS a través de una estructura vertical en la que consulta con las personas más allegadas, que generalmente no pertenecen a la familia real. Esto no había ocurrido desde la formación del estado por Abdul Aziz, muerto en 1953. El debilitamiento de la familia real constituye, según sus detractores, una amenaza vital para el país a medio plazo, aunque todavía no se haya notado en todo su alcance.

Con anterioridad, el poder se repartía entre los miembros de la familia real más influyentes en cada momento y esto daba un equilibrio tanto dentro de la familia real como al gobierno, algo que ya no sucede puesto que MBS ha logrado concentrar todo el poder en sus manos, tanto el de la policía, como el del ejército, como el de la economía, como el religioso.

Nada más acceder al trono, el rey Salman abolió doce comités, órganos y consejos. Esto ocurrió el 29 de enero de 2015. Inmediatamente creó dos consejos, uno de asuntos políticos y de seguridad, encabezado por el príncipe Mohammad bin Nayef, y otro de asuntos económicos y desarrollo, que puso en manos de su hijo MBS, que entonces solamente contaba con 30 años de edad.

Nada más acceder al trono, el rey Salman abolió doce comités, órganos y consejos

El consejo de ministros pasó a tener competencias simbólicas y el príncipe Mohammad bin Nayef, que inicialmente también era príncipe heredero, fue desalojado de su posición el 20 de junio de 2017. En esa fecha MBS fue designado heredero, ministro de Defensa y presidente de los dos consejos, es decir que pasó a ser el único hombre fuerte del país de una manera abierta e incontestable. Es cierto que el gobierno sigue reuniéndose cada martes, pero lo hace para sacarse la foto y poco más.

La llamada "Visión 2030", un ambicioso plan de desarrollo y empleo que prometió MBS para desligar la economía saudí del petróleo, no ha dado ningún resultado. Todavía es pronto para que eso ocurra pero la naturaleza del poder y los fiascos como el de Khashoggi y Yemen, pueden hacer que se vaya a pique antes de comenzar. Si eso ocurre, la frustración de los saudíes puede hacérselo pagar muy caro a MBS y también poner en peligro la estabilidad del país.

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