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EEUU y los 'halcones' del Este marcan el paso beligerante de la UE en la guerra con Ucrania

En Bruselas se ha impuesto la visión de la mano dura, que tiene el objetivo de arrinconar a Rusia con una victoria total de Ucrania.

Bandera Unión Europea
Bandera Unión Europea. NICOLÁS LANDEMARD / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Hace un año, Rusia y la OTAN todavía se sentaban en la misma mesa a dialogar. Ucrania no podía soñar con ostentar el estatus de país candidato a la UE y ni con haber presentado su solicitud de adhesión a la Alianza Atlántica. El bloque comunitario no concebía iniciar el proceso de que le transformaría de un proyecto de paz a uno militar. Y Bruselas se rompía la cabeza con las derivas autoritarias de Hungría y Polonia, su mayor desafío a nivel interno.

Pero el 24 de febrero todo ello saltó por los aires. Camino del primer aniversario, la invasión rusa a Ucrania deja muchas lecciones y cambios en el territorio bajo la bandera de las doce estrellas. Uno de ellos es que los países del Este, tradicionalmente marginados y con peso laxo en la mesa del Consejo Europeo, han tomado las riendas de la acción y la reacción europea en esta contienda. La estrategia de los Bálticos y Nórdicos pasa por la mano dura y tiene una misión definida: aplastar y arrinconar a Rusia con una victoria total de Ucrania.

"¿Por qué no estamos enviando todas las armas que necesita Ucrania? ¿Por qué estamos eludiendo el debate sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN? Porque todavía sigue vive la creencia de que después de la guerra podemos regresar al business as usual, como si el 24 de febrero solo hubiese sido un error", afirmaba en diciembre Gabrielius Landsbergis, ministro de Asuntos Exteriores lituano.

Pero si hay una Estado con las riendas de la UE en estos momentos es Polonia. El país que lidera el PiS, aliados de Vox en la Eurocámara, es el más vocal contra la Rusia de Vladimir Putin y el que más presión ejerce sobre el resto de socios comunitarios para avanzar en las sanciones contra Moscú y para redoblar los apoyos financieros y militares a Ucrania. Este viernes, Volodimir Zelenski, presidente ucraniano, ha agradecido a su homólogo polaco, Andrzj Duda, la reciente entrega de 60 tanques polacos, entre ellos 14 Leopard 2. "Como hace 160 años estamos juntos, pero esta vez el enemigo no tiene ninguna posibilidad. Juntos venceremos", ha asegurado.

Esta postura ortodoxa ha lastrado las relaciones de Polonia con Hungría, el que antes de la guerra era su fiel pareja de baile para aguar la fiesta a los "burócratas de Bruselas". Los de Víktor Orbán son los más simpatizantes y cercanos con Rusia en el seno europeo. A pesar de ello, sus mensajes han sido confeccionados en torno al chantaje y a las amenazas más que a las acciones concretas porque a la hora de la verdad, Budapest ha apoyado los nueve paquetes punitivos aprobados durante estos once meses.

La presión que ejerce los de Kacynski sobre la política a seguir se ha ejemplificado de forma gráfica esta misma semana. Polonia llevaba semanas pidiendo los tanques Leopard II a Alemania. Tras el silencio inicial de Berlín, amenazó con enviarlos de forma unilateral, aunque no contase con la autorización necesaria del canciller germano. Una tensión que también trasladaron los de Joe Biden a Olaf Scholz. Finalmente, el motor alemán ha accedido a donar los mejores tanques de combate que se producen en el continente.

Polonia es junto a Alemania el país de la UE que más recursos financieros y militares ha suministrado a Kiev. Es, de lejos, el que más refugiados ucranianos ha acogido en todo el mundo, dando asilo a más de un millón y medio. La Varsovia que hoy marca el ritmo y es escuchada y respetada en la capital comunitaria es la misma que en el escenario pre-bélico estaba crecientemente aislada por sus ataques contra el Estado de Derecho, principalmente con su reforma del poder judicial, que socava la separación de poderes. Pero la guerra le ha otorgado a esta capital del Este un balón de oxígeno para distraer la atención de sus problemas democráticos internos.

En la línea polaca se encuentran otros países como Estonia o Finlandia, que cuentan con un pasado y trauma de invasión soviética compartido. La primera ministra estonia Kaja Kallas ha sido apodada como la dama de hierro europea por sus discursos contundentes y beligerantes frente a Rusia. Su homóloga finlandesa Sanna Marin ha asegurado recientemente que no estaríamos en este escenario si la OTAN hubiese aceptado a Ucrania entre sus filas.

El discurso de todos ellos pivota sobre la idea de que no puede haber conversaciones de paz en estos momentos. El objetivo mutuo es armar a Ucrania hasta los dientes para que defienda su derecho legítimo de soberanía e integridad territorial frente al invasor externo. Meses después del estallido de la guerra, el presidente francés, Emmanuel Macron, pronunció unas palabras que en ese momento desataron mucha polémica. El galo venía a sugerir que es necesario aprender de la historia y evitar la humillación a Rusia.

Un Putin arrinconado puede ser más peligroso e imprevisible de lo que lo es hoy en día. Pero esa visión ha sido silenciada. También Alemania ha terminado cediendo a la presión social, política e internacional optando por medidas de las que internamente recela. Porque el eje franco-alemán de alguna forma piensa en cómo se van a articular las relaciones con Rusia el día de mañana. Pero el espacio y el discurso que se impone lo marcan los Bálticos y el Este. Y lo siguen con ritmo agradecido los dirigentes de las instituciones europeas como Ursula von der Leyen o Josep Borrell.

EEUU, gran beneficiado

A finales del año pasado, Marin aseguraba que Europa no era lo "suficientemente fuerte" y que estaría "perdida sin Estados Unidos". Tres semanas después, la UE y la OTAN firmaban la tercera declaración conjunta de su historia, cuya matriz pasa por reforzar los lazos y el vínculo transatlántico, es decir, continuar relegando la seguridad europea al otro lado del océano.

La guerra en Ucrania enseñó a la UE que debe ser más potente, más firme y más independiente a la hora de moverse sobre el tablero de ajedrez internacional. Pero la invocada con frecuencia "autonomía estratégica" no termina de despegar. El conflicto en suelo europeo ha tenido también la consecuencia inversa. Más EEUU en Europa y no menos. El propio Scholz no liberó los Leopard hasta que Washington hizo lo propio con los Abrams. La consigna es que solo se actuará en coordinación con los aliados. Pero era la Casa Blanca la que quería esta medida. Y no tanto Berlín.

En paralelo, el gigante norteamericano está siendo uno de los actores más beneficiados en la guerra. La desconexión europea con la energía rusa le ha posicionado como uno de sus mercados preferentes para adquirir Gas Natural Licuado. Además, buena parte de las armas que se envían a Ucrania, y muchas de las que se tendrán que producir en el futuro cercano, cuentan con el sello Made in America. A todo ello se suma el gran despliegue de presencia militar estadounidense en Europa con más de 10.000 soldados en el flanco oriental y su primera base permanente en Polonia. Todo ello bajo la bandera de una OTAN que hace tan solo cuatro años estaba en "muerte cerebral" y buscaba su razón de ser en el nuevo mundo.

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