En su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump se ha aferrado a la constante exposición mediática como una muestra de su vigor a los 79 años. Es cierto que el presidente estadounidense interactúa mucho más con la prensa que su predecesor Joe Biden, cuyas apariciones eran mucho menores y más cortas. 

El tsunami de publicaciones en Truth Social, algunas a altas horas de la madrugada, también refuerzan esa idea de un mandatario activo. Aun así, la edad empieza a traicionar a Trump: en diversas ocasiones se ha visto cómo el presidente parecía luchar para no dormirse en público.  

El martes, durante la reunión de gabinete de dos horas y dieciocho minutos, se pudo ver cómo Trump se reclinaba contra la silla y parecía luchar por mantener los ojos abiertos mientras sus secretarios de gobierno hacían balance del año y lo colmaban de halagos. Aun así, la imagen quedó eclipsada por las duras declaraciones del mandatario contra los somalíes, llamándolos "basura" y diciendo que no los quería en su país. A pesar del historial de Trump atacando países africanos, las palabras fueron impactantes por su agresividad y una muestra más del nativismo blanco adoptado por la nueva administración.

El pasado 6 de noviembre, durante un acto en el Despacho Oval, Trump repetía una escena similar donde parecía que le costaba mantenerse despierto. Era la presentación de un nuevo plan para reducir costes para los medicamentos tipo Ozempic para reducir peso. Trump no solo se mostró soñoliento, sino que casi ni reaccionó cuando uno de los invitados presente en la sala se desmayó a su lado.

Trump se pasó buena parte de la campaña electoral cargando contra Biden -con apodos como "Sleepy Joe", "Joe el somnoliento"- remarcando su vejez. Incluso ahora, para acallar los comentarios sobre su edad, sigue comparándose con Biden, que fue el presidente más viejo a sus 82 años, y a quien su equipo lo mantuvo lejos de los focos a fin de disimular su creciente fragilidad. Pero lo cierto es que el republicano, a sus 79 años, es la persona más mayor en ser elegida para el cargo y para el final de su mandato tendrá 83 años.

El lunes, el médico de la Casa Blanca publicó el informe sobre una resonancia magnética que le practicaron en octubre a Trump en el Centro Médico Militar Nacional Walter Red. En la carta, el capitán Sean Barbabella decía que las imágenes del corazón y el abdomen del mandatario habían resultado "perfectamente normales".

El procedimiento en octubre resultaba inusual y había llamado la atención debido a que el presidente ya había pasado su examen médico anual en abril, seis meses antes. La administración dijo que la visita formaba parte de su "chequeo anual de rutina", aunque se negó a explicar por qué Trump se sometía ahora a una resonancia magnética ni a especificar en qué parte del cuerpo le realizaron. Algunos expertos médicos hicieron notar que este tipo de test no se hacen de manera preventiva. También destacaron que la carta publicada por el doctor presidencial daba muy poca información sobre el examen en sí y el resultado.

Además, la publicación del resultado coincidía justo después de que el gobernador de Minnesota, Tim Walz, insistiera el domingo en el programa de NBC News "Meet the Press" que se publicaran los resultados del test. Automáticamente, Trump cargó contra Walz, y en el Air Force One, cuando un periodista le preguntó qué parte de su cuerpo le habían escaneado, el presidente respondió: "No tengo ni idea; solo fue una resonancia magnética". Luego especificó que no era una resonancia cerebral.

La carta del doctor también coincide con un extenso reportaje que el New York Times hizo sobre el estado de salud del mandatario, haciendo notar cómo su agenda cada vez se está condensando más en las horas centrales del día, evitando actos a horas muy tempranas o tardías Durante el último año de la presidencia de Biden su equipo evitaba agendar actos en la tarde-noche. El periódico también había concluido que, en comparación con su primer mandato, Trump tenía muchas menos actividades y apariciones públicas.

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Al inicio de la reunión de gabinete del martes, Trump hizo notar su incomodidad ante el escrutinio de su salud y dijo que estaba sufriendo una fiscalización injusta en comparación con la que vivió Biden. El demócrata abandonó la candidatura electoral en pleno ecuador de la campaña debido a las presiones de la cúpula del partido por la preocupación sobre su edad y capacidad física. Los últimos meses del entonces presidente estaban marcados por un constante seguimiento de sus apariciones públicas y sus lapsus.

"Os lo haré saber cuando algo esté mal. Algún día lo habrá", dijo Trump. "Eso es algo que nos pasará a todos. Pero ahora mismo greco que estoy más lúcido que hace 25 años. Pero, quien sabe". Más allá de la apariencia somnolienta, anteriormente el presidente ya levantó algunas cejas, un vídeo en el que se ve a Trump cojeando mientras pasea por el paso presidencial de la fama en la Casa Blanca.

Este no es el primer episodio en torno al estado de salud de Trump. En septiembre hubo un momento en que internet llegó a especular si el mandatario estaba muerto o a punto de morirse después de que pasase una semana sin dejarse ver públicamente. El hecho era insólito para un presidente que constantemente es omnipresente en la vida política estadounidense y que siempre está recibiendo a líderes exteriores.

Las teorías sobre la salud del magnate se inflaron más a causa de que justo antes de su ausencia muchos habían notado una mancha en el reverso de la mano derecha del presidente que se había intentado disimular con maquillaje. Esto, sumado a la hinchazón en sus tobillos, aún dio más alas a la especulación. Poco después, cuando Trump reapareció, negó haber oído nada sobre los rumores de su muerte y se escudó diciendo que "aparecí en numerosos programas y publiqué muchos Truths".