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España, la excepción europea como muro a la extrema derecha

Al contrario de la tendencia creciente que impregna el mapa europeo, en España tres de las cuatro fuerzas más votadas son abiertamente proeuropeístas.

El líder de Vox, Santiago Abascal.
El líder de Vox, Santiago Abascal. Borja Sánchez Trillo / EFE

Las fuerzas ultraconservadoras gobiernan Polonia, Hungría e Italia. Son muletas en Finlandia o Suecia. La ultraderecha se ha hecho con sus primeras alcaldías en Alemania. Y en Grecia han regresado con fuerza a los asientos del Parlamento. España estaba llamada a ser la próxima parada del auge radical que recorre Europa. Pero el partido que lidera Santiago Abascal sufrió este domingo un importante batacazo: de los 52 escaños consolidados en 2019 pasa ya a 33.

"España esquivó este domingo un destino que parecía escrito. El mensaje a Europa y al mundo es claro: se puede derrotar la ola reaccionaria planteando un horizonte progresista alternativo. Se trata ahora de profundizar en él", ha asegurado Pablo Bustinduy, experto en relaciones internacionales y miembro de la campaña de Sumar.

Las reacciones a los resultados electorales en Bruselas han sido contenidas. Con el escenario tan abierto que han dejado las urnas, los mensajes que han salido desde la capital comunitaria en la jornada de resaca electoral se han reducido a eurodiputados o ex altos cargos. En la Comisión Europea han optado por el silencio.

"El auge, aparentemente irresistible, de la alianza entre las derechas y la extrema derecha en Europa ha chocado con la memoria de la mayoría de los españoles. Ahora falta fijar una alternativa de Gobierno creíble", ha apuntado a través de Twitter Pierre Moscovici, excomisario económico, de la familia socialista francesa. "El mensaje es claro: España dice no a un Gobierno con la extrema derecha. Hay una mayoría de españoles que quieren un país que avance", han coincidido los socialdemócratas europeos.

En términos europeos, la principal implicación que deja el escenario post 23-J radica en la marcha de la Presidencia de la UE. España la ostenta desde el 1 de julio. La mejor opción para Bruselas habría sido unos resultados con una mayoría clara. Es decir, el establecimiento de un Gobierno lo antes posible que concentrase la energía y el tiempo en poner en marcha los muchos dosieres y legislaciones pendientes.

Pero con un escrutinio tan abierto, las negociaciones van a ser largas. Los bloqueos son una constante. Y la sombra de la repetición electoral acecha. Este escenario dejaría los cinco meses restantes en el fuego cruzado de una coyuntura de tensión, caos e incertidumbre que podría tener un impacto directo en la imagen y en los resultados de la quinta Presidencia española de la UE.

Ya en la última cumbre que la UE celebró con América Latina hace unos días, Pedro Sánchez se vio obligado a hacer cambios de agenda y esquivar algunos actos, como la rueda de prensa final, para asistir a mítines electorales.

Buena noticia para la UE

Durante las últimas semanas, Alternativa para Alemania (AfD) ha alcanzado el poder en dos regiones. En las recientes elecciones de Grecia, tres partidos de extrema derecha lograron representación parlamentaria. Este apoyo y tendencia ultra ya había despuntado en los nórdicos. En Bruselas todo ello se ha vivido con dosis contenidas de preocupación y fuertes píldoras de aceptación.

No obstante, el desplome de la formación verde en España es una buena noticia para la UE. Al contrario de la tendencia que cubre cada vez más el mapa europeo, en España tres de las cuatro fuerzas (PP, PSOE y Sumar) más votadas son abiertamente proeuropeístas.

Como Le Pen o Salvini o el resto de fuerzas euroescépticas, Vox no aboga por sacar a su país del bloque comunitario, pero sí respalda una hoja de ruta con menor soberanía de la Unión y un debilitamiento de sus funciones y competencias. Un repliegue que buscan consumar desde dentro a escasos meses de las elecciones al Parlamento Europeo.

Con este escenario de fondo, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, dejó hace unos días, a su paso por Madrid durante la inauguración de la Presidencia española de la UE, un mensaje velado contra los ultras: "Lo importante es conseguir políticas con resultados en un mundo cambiante, dar confianza, dar seguridad. Tanto de derecha como de izquierda, el extremismo está volviendo. Ellos temen al cambio. Nosotros, los grupos democráticos de centro, tenemos que demostrar que tenemos las ideas muy claras".

Laboratorio para las europeas

España era una suerte de laboratorio de pactos electorales. El Partido Popular Europeo no ostenta el poder en ningún país de peso. De llegar a la Moncloa, Alberto Núñez-Feijóo sería el líder de centro derecha más importante del bloque. Los azules eran conscientes de lo mucho que se jugaban en Madrid y su líder, Manfred Weber, se empleó con fuerza y dedicación durante toda la campaña electoral para aupar a Génova. "Enhorabuena, Núñez-Feijóo por esta clara victoria. Ganar tres millones de votos desde 2019 da al PP un mandato claro para formar un Gobierno que refleje estas ganas de cambio. Tienes todo nuestro apoyo", ha reaccionado el bávaro.

Las elecciones españolas eran unos comicios de bloques. El PSOE defendió desde el comienzo y sin rodeos sus intenciones de gobernar junto a Sumar. El PP, tras pactar con los de Abascal en más de 150 ayuntamientos y varias comunidades autónomas, sabía que su camino a la Moncloa solo pasaba por el peaje de Vox. La normalización y los acuerdos con las fuerzas ultras son la nueva realidad europea. Nada que ver con los cordones sanitarios que eran la regla no muchos años atrás. Y todo ello se ha traducido en el blanqueamiento de estas fuerzas ultraconservadoras, como bien sabe Giorgia Meloni.

El propio Weber fue uno de los primeros en aplaudir y bendecir el Ejecutivo de coalición comandado por la líder de Hermanos de Italia junto a Forza Italia y La Liga. Los populares están ensayando los pactos con las fuerzas de ultraderecha de cara a los próximos comicios europeos de junio de 2024. El propio Feijóo reconoció recientemente en una entrevista que incluir a Meloni en la familia popular europea podía ser un escenario deseable y bueno para la Unión Europea.

Pero el caso español tensiona ya esta estrategia. Los ciudadanos se han distanciado de la idea de contar con la presencia de fuerzas de extrema derecha en el Gobierno central por primera vez en la España democrática. Y es una variable a tener en cuenta, y quien sabe si un aviso a navegantes, de cara a la difícil situación que atraviesa un debilitado centro-derecha europeo.

Las próximas paradas clave para continuar tomando la temperatura pasan por las elecciones neerlandesas de finales de año y los comicios de Polonia de octubre, donde el Partido Ley y Justicia (PiS), aliado de Vox en la Eurocámara, podría perder el poder tras ocho años confrontando con Bruselas por su deriva del Estado de Derecho y las afrentas a los derechos fundamentales.

Las alianzas y los pactos que están saliendo estos meses de las capitales tendrán, sin ninguna duda, un impacto directo en las próximas elecciones europeas. Y a pesar del buen momento de forma que atraviesan las fuerzas ultras en muchos rincones de Europa, una mayoría de españoles ha expresado en las urnas su repulsa a la extrema derecha.

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