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Estados Unidos presiona al Gobierno de transición de Sudán para sacar al país de su lista negra de terrorismo

La Casa Blanca condiciona la salida de Jartum de la lista negra de terrorismo a su reconocimiento de Israel y a pagar compensaciones millonarias.

Donald Trump, en una imagen de archivo durante una rueda de prensa en la Casa Blanca. REUTERS.
Donald Trump, en una imagen de archivo durante una rueda de prensa en la Casa Blanca. REUTERS.

MARC GRANELL

Durante la ceremonia a mediados de septiembre en el jardín de la Casa Blanca para acoger la firma de los polémicos Acuerdos de Abraham entre Israel y Emiratos Árabes Unidos y entre Israel y Bahréin, pasó ligeramente desapercibida la presencia entre los asistentes de un diplomático destacado captado por los medios locales: el vice-embajador de Sudán.

Su disimulada aparición entre el público fue una de las últimas evidencias de las nuevas amistades en el tablero internacional del país africano, inmerso en un delicado proceso de transición. Pero la estampa también fue una muestra involuntaria de hasta qué punto el futuro de su proyecto democrático está atado más que nunca a los allí protagonistas.

El primer ministro del Gobierno de transición sudanés, Abdallah Hamdok, había repetido en numerosas ocasiones que uno de los principales escollos en la senda del país hacia la democracia era su presencia en la lista del Departamento de Estado de Estados Unidos de países que patrocinan el terrorismo. Washington incluyó a Sudán en esta lista en 1993 al determinar que el régimen de Omar Al Bashir, presidente acusado por organismos internacionales de genocidio y depuesto en 2019 por el Ejército tras masivas protestas populares, había asistido a grupos designados terroristas.

Hallarse en esta controvertida lista, en la que ahora se encuentran solamente Irán, Corea del Norte y Siria, limitaba la asistencia que Sudán podía recibir de Estados Unidos y de la comunidad internacional en materia de ayudas exteriores, condonación de deuda, o asistencia militar. Una ayuda crucial para contribuir a impulsar la maltrecha economía del país en momentos de inestabilidad como el que atraviesa ahora.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, solo accedió a firmar la orden para rescindir a Sudán de la lista el pasado viernes, en parte con fines electorales. Pero su decisión no estuvo primeramente condicionada al cambio de régimen en el país africano, sino más bien al pago de compensaciones económicas de Jartum a Washington y, de una forma un tanto menos explícita, a su reconocimiento de Israel.

Con respecto a la primera exigencia, la Casa Blanca y Jartum habían llegado hacía tiempo a un acuerdo por el que Sudán ha desembolsado 282 millones de euros para compensar a las víctimas, y sus familiares, de dos atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania en 1998, y otro contra el destructor USS Cole el año 2000 en Yemen. Los motivos esgrimidos por Washington para justificar este pago, que Sudán ha podido hacer exportando oro, son que Al Bashir había dado refugio a miembros de Al Qaeda.

Estados Unidos exigen que Sudán les compense por haber dado refugio a Al Qaeda

Por si la anterior suma no fuera suficiente para una Sudán a punto de quebrar, congresistas del país más rico del mundo les han recriminado que las compensaciones a las víctimas de los atentados en Kenia y Tanzania dependan de su nacionalidad en el momento de producirse los ataques. Y, además, algunos senadores se han situado del lado de las familias de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, que exigen que Sudán les compense a ellos también por haber dado refugio a Al Qaeda, aunque el país no estuviera directamente relacionado con aquellos ataques.

Normalidad a cambio de reconocer a Israel

"Para el caso de las víctimas del 11 de septiembre existe muy poca base legal, pero están buscando dinero de un país en bancarrota, y al insistir estaban privando a las víctimas de Dar El Salam y Nairobi de los [282 millones de euros] que [Jartum] ha movilizado con una gran dificultad porque no tiene ese dinero", achacó Jonas Horner, investigador de Sudán en el instituto International Crisis Group, a Público, antes del anuncio del viernes.

En reacción al anuncio de Trump, Hamdok le agradeció su decisión, y señaló que su gobierno está trabajando estrechamente con el Congreso y la administración americanas para concluir el proceso de manera oportuna. Pero en un comunicado a parte, la oficina del primer ministro sudanés se esmeró en reafirmar su voluntad de que el gesto de Trump sea también el preludio de la restauración de su inmunidad soberana por parte del Congreso. Esta medida, que figuraba como una de las principales demandas de Jartum para transferir los fondos de las compensaciones, impediría que se le puedan hacer en el futuro nuevos reclamos financieros como los buscados precisamente por el Congreso, que, aunque no se espera que bloquee el proceso, no se pronunció al respecto.

Además de la presión económica, la Casa Blanca también vinculó la eliminación de Sudán de la lista negra a su normalización de relaciones con Israel, aprovechando el momento abierto con los acuerdos con Emiratos y Bahréin. Esta polémica parte del trato estaba cargada de un enorme simbolismo, porque fue en 1967 en Jartum que la Liga Árabe anunció los famosos "Tres no" a Israel: no a negociar, no a la paz y no a reconocerlo. Un eslogan que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, reformuló rápido a su favor.

Desde el inicio de la transición en el país africano, la relación entre parte de los líderes de Sudán, sobre todo los procedentes del Ejército y grupos paramilitares, e Israel ya se había ido estrechando. Así, el pasado febrero, el jefe del Consejo Soberano de Sudán, que actúa como jefe de Estado durante el período de transición, Abdel Fattah Al Burhan, se reunió en Uganda con Netanyahu. Y desde entonces, Sudán ha permitido que aviones comerciales de Israel viajen a través de su espacio aéreo.

Construyendo sobre estos incipientes contactos, y sacando partido de la vulnerabilidad de Sudán, Washington forzó al país africano a tejer lazos oficiales con Tel Aviv, pese a que Hamdok había enfriado esta posibilidad en una visita de Pompeo a Jartum en septiembre, cuando señaló que no cuenta con el mandato para dar este paso. Así, los líderes civiles del gobierno de transición se habían mostrado en todo momento reacios a vincular la decisión de eliminar a Sudán de la lista negra con normalizar relaciones con Israel. Algo que, como Hamdok, repitieron varios miembros del Ejecutivo, uno detrás del otro, en una rueda de prensa celebrada el 20 de septiembre.

Aunque hay indicios de que el grado de aceptación que tiene normalizar relaciones con Israel en Sudán es marginal, se cree que la mayoría, y en especial las generaciones más jóvenes y quienes participaron del levantamiento contra Al Bashir, estaría dispuesta a ello si hacerlo reporta beneficios para el país. En una jornada de protestas el 21 de octubre, la mayor que ha vivido el país en los últimos meses, la mayoría de manifestantes exigieron al gobierno mejoras económicas y acelerar las reformas democráticas, mientras que solo una minoría cargó contra el Ejecutivo y su hoja de ruta diplomática, según informaron medios presentes en el país.

"No había motivos para mantener a Sudán en la lista, independientemente de la normalización"

En este sentido, la salida de Sudán de la lista de estados patrocinadores del terrorismo no tenía en realidad ninguna relación con Israel. "La lista de Estados patrocinadores de terrorismo y la normalización no son lo mismo; se trata de un vínculo innecesario que Estados Unidos ha decidido establecer", constata Horner. "No [había] motivos para mantener a Sudán en la lista, independientemente de la normalización", agrega.

Además, hay quienes cuestionan también la conveniencia para Israel de normalizar las relaciones en este momento, teniendo en cuenta que el gobierno de Jartum es transitorio. "El Gobierno actual es temporal, y optar por normalizar relaciones [ahora] significa que la decisión podría ser fácilmente revocada por el gobierno que venga después, así que incluso para Israel no es el momento indicado", observa Kholood Khair, comentarista política sudanesa, a Público. "Existe un precedente de ello: el acuerdo de Israel y Líbano de 1983, que colapsó tras un año porque el gobierno libanés era muy inestable", recuerda.

En la reacción de las autoridades sudanesas al anuncio de normalización con Israel, la incomodidad hablaba por si sola. Ni Hamdok, ni Mohamed Hamdan Dagalo, el líder de las temidas Fuerzas de Apoyo Rápido, acusadas de crímenes contra la humanidad en Darfur, y el hombre más poderoso del país, ni el Consejo Soberano, ni el de Ministros, ni los ministros principales del país, ni la agencia de noticias SUNA se refirieron a Israel en sus respectivas reacciones al acuerdo que anunció Trump. Un silencio sepulcral que anticipa el entusiasmo en Sudán para concretar sus lazos con Israel.

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