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Explosión en Beirut La diáspora libanesa en España se moviliza para ayudar tras la brutal explosión en el puerto de Beirut

"Hasta el momento hemos recibido muchas donaciones desde varias partes de España", cuenta Pamela Haydamous, libanesa residente en Madrid.

Una mujer caminando por los restos de la explosión en Beirut. / REUTERS
Una mujer caminando por los restos de la explosión en Beirut. / REUTERS

Sara Moreno

Un grupo de voluntarios prepara cajas llenas de suministros sanitarios y medicamentos de primera necesidad en un pequeño piso de la calle San Gregorio, en pleno centro de Madrid. Los paquetes irán destinados a Beirut, ciudad que, tras ser sacudida por la explosión el martes 4 de agosto, ha quedado devastada. Una vez en la capital, los guantes, mascarillas, vendajes y medicinas enviados serán distribuidos entre ONG’s que operan en el Líbano.

"Hasta el momento hemos recibido muchas donaciones desde varias partes de España", cuenta Pamela Haydamous, libanesa residente en Madrid y una de las impulsoras de esta iniciativa que busca llevar al país del cedro material médico esencial.

"Lo que estamos organizando salió de manera espontánea y natural", asegura Marwan Elnar, piloto libanés afincado en Madrid desde hace más de diez años y otro de los promotores de esta idea. "Empezamos sin saber que íbamos a hacer ni a qué organización íbamos a donar todo lo recaudado", admite Pamela.

Ambos se sorprendieron de la gran acogida que ha tenido la iniciativa. "La gente se ha volcado mucho y, además de los libaneses, varios españoles y extranjeros que viven aquí han querido aportar algo", confirma Marwan.

Vigilia en la Catedral de Barcelona. / NICOLÁS AYOUB
Vigilia en la Catedral de Barcelona. / NICOLÁS AYOUB

Los suministros médicos son lo principal, pero si consiguen recaudar más dinero, éste se destinará a reconstruir las viviendas y negocios que fueron afectadas por la explosión y que no cuentan con seguro. "Mucha gente ha perdido sus casas y no tienen dinero para repararlas", lamenta Pamela. "Por eso una vez que hayamos enviado ayuda médica de primera necesidad, nos centraremos en obtener donaciones para reparar los hogares de estas personas", subraya.

Aunque la mayoría de la diáspora libanesa (unos quince millones) se concentra en Estados Unidos, América Latina y Australia, la comunidad de libaneses en España es cada vez mayor y se encuentra en las grandes ciudades de la península. A raíz del comienzo de la ola de protestas antigubernamentales en el Líbano a finales de octubre de 2019, la población libanesa en España "empezó a unirse mucho, especialmente en Madrid", apunta Salma Majdalani, artista madrileña de origen libanés y que desde su red AIWAcademy ha lanzado un taller online de Dabke (baile folclórico de Oriente Medio), para sumar donaciones al Líbano.

Por su parte, Hind Naaman, residente en la Ciudad Condal y doctoranda en la UAB, forma parte de un equipo de jóvenes libaneses en Barcelona que tras lo ocurrido en Beirut ha puesto en marcha distintas ideas. "Después del desafortunado incidente hicimos una reunión de brainstorming a la que acudieron unas 25 personas y de ahí surgieron diversas iniciativas". Desde obtener alimentos y otros materiales "que nos solicitan organizaciones que trabajan en el terreno" hasta hacer de enlace entre universidades españolas y estudiantes en el Líbano para que éstos últimos "puedan continuar con sus estudios", pasando por "organizar eventos culturales como un festival de cine libanés, conciertos online de música o, incluso, subastas de obras artísticas para recaudar fondos", desgrana Naaman.

Reuniones en Barcelona. / SARA MORENO
Reuniones en Barcelona. / DAWID KOPA

Momentos de dolor y desasosiego

"Aunque no hayamos sido afectados directamente por la explosión nuestros corazones laten al ritmo de Beirut", declara Nayla Tahan, excantante libanesa afincada en Madrid, a través de WhatsApp. "Estamos completamente desconsolados y destrozados por no estar allí con nuestros amigos y familiares, especialmente ahora que están juntos para reconstruir lo que fue destruido", añade Pamela.

Tras conocer la impactante explosión, todos los libaneses y especialmente aquellos con familiares y amigos en la capital vivieron instantes de gran conmoción y angustia. "Algunos de nuestros familiares y amigos resultaron heridos, sus casas destrozadas, y durante las primeras horas fue muy difícil ubicarnos y comprender el daño causado", apostilla Pamela. "La mayoría de nosotros estuvimos pegados a las pantallas del televisor todo el día", suscribe Marwan.

La culpabilidad y el dolor de estar lejos de casa es un sentimiento muy común entre los libaneses que han dejado su país de origen para buscar una vida mejor fuera de él.

"Creo que todos los libaneses que residimos fuera del Líbano vivimos con dolor y tenemos que elegir con cuál es más fácil vivir, si con el de estar en nuestro país o con el de vivir fuera", sostiene Pamela. Asimismo, Nayla señala que muchos libaneses tienen una relación de amor-odio con el Líbano: "Lo adoramos, pero a la vez odiamos el daño que nos ha hecho vivir allí".

Un país golpeado por tres crisis

La apocalíptica explosión en la zona portuaria de Beirut llega en el peor momento del Líbano, que desde hace meses atraviesa una profunda crisis económica, política y sanitaria, y tiene viviendo bajo el umbral de la pobreza a la mitad de una población de 6.8 millones.

Desde finales de octubre de 2019 los libaneses se habían echado a las calles pidiendo reformas y exigiendo la caída de toda la élite política, a la que acusan de despilfarrar el dinero público en su beneficio propio y de sostener un sistema político confesional en el que el presidente ha de ser cristiano; el primer ministro, un musulmán suní, y el presidente del Parlamento, un musulmán chií.

Aunque la ola de protestas logró la dimisión del ex primer ministro Saad Hariri el 29 de octubre y su relevo por un nuevo gobierno, encabezado por Hassan Diab y respaldado tanto por los principales grupos chiíes –Hezbolá y el Movimiento Amal– como por el cristiano Movimiento Patriótico Libre, durante los escasos seis meses que duró su mandato el nuevo Ejecutivo no llevó a cabo ninguna de las reformas necesarias para evitar el colapso del país.

A la crisis política se añadió la económica, con los pilares fundamentales de la economía libanesa (la entrada de capital externo y la banca) cayendo en picado.

Por un lado, la falta de confianza en las instituciones públicas, así como la inestabilidad en la región frenaron la llegada de capital extranjero al país mediterráneo, cuya deuda externa supera el 170% de su PIB, la tercera más alta del mundo. La pandemia de covid-19 contribuyó aún más a disminuir la entrada de remesas, con el turismo y las habituales visitas de la diáspora libanesa seriamente mermados.

A su vez, la falta de divisas en el país hizo que los bancos privados impusieran una suerte de corralito limitando la retirada de dinero y las transferencias internacionales, en un país que importa el 85% de los alimentos que consume. Todo esto ha provocado que la moneda nacional haya perdido más del 80% de su valor, que los precios de productos básicos se hayan disparado un 60% y que la tasa de paro aumente hasta el 35%.

"Antes de la recesión un bote de labneh (queso de yogur árabe) costaba 2.000 libras libanesas ($1.3). Ahora cuesta 9.000 libras ($6), mientras que hoy día, el salario medio de una enfermera es de unos 200 dólares", señala Nayla.

"Todo el mundo estaba luchando contra la crisis, el coronavirus…La gente ya estaba sufriendo y peleando por sobrevivir", lamenta Pamela. "La explosión ha sido el último golpe", apostilla.

Junto con los daños materiales causados por la explosión, y que el presidente del Líbano Michel Aoun estima en al menos 15.000 millones de dólares (cerca de 12.720 millones de euros), el caos y las aglomeraciones tras la poderosa detonación han acelerado la propagación de la covid-19 en el país, hasta alcanzarse los 7.121 infectados y las 87 muertes desde el inicio de la pandemia en febrero, según datos de la OCHA.

Un futuro incierto, pero lleno de esperanza

Muchos libaneses en España responsabilizan a la clase política, por su negligencia y desidia, de la explosión del martes: "Nuestros políticos son unos criminales. Cada treinta años pasa lo mismo, pero con un envoltorio diferente", apunta Pamela. "Estamos gobernadas por cinco o seis mafias a las que les importa muy poco la gente", apostilla Bilal Hamad, oriundo del Líbano y con residencia en Granada.

Incluso, algunos como Nayla creen que la endémica corrupción que asola el país desde hace treinta años puede llevar a que nunca se sepa lo que realmente ocurrió el 4 de agosto. "Parecen que están maquillando la verdad y todavía no hay ninguna persona del gobierno que haya dado la cara sobre lo ocurrido", asevera. Pamela coincide: "Creo que nunca sabremos lo que pasó; todos los partidos o la mayoría estaban implicados en esto y se intentarán cubrir unos a otros".

A pesar de la gravedad de lo ocurrido, algunos libaneses en España se muestran esperanzados de que se produzca un verdadero cambio político, más aún tras la dimisión el pasado lunes de gobierno de Hassan Diab, luego de tres días de multitudinarias manifestaciones.

"La diferencia que veo ahora es la brutalidad de lo ocurrido y la cantidad de víctimas y la destrucción, y eso igual podría concienciar a la clase política enferma y a sus seguidores. Lo ocurrido el 4 de agosto ha sido la gota que ha colmado el vaso", declara Marwan.

En opinión de Kamila Ch., nacida en Beirut y residente en Alicante desde hace veinte años, existen dos posibilidades: "Que el movimiento de protestas se estructure y salga de allí un partido político, joven y fiel a su país y no a su religión" o, desde una visión más pesimista, "que no se aprenda la lección. Que se vuelva a hacer todo a la libanesa: actuar antes de pensar y luego ver cómo cae la moneda, que la gente opte por huir y que otras fuerzas se aprovechen de ello. Espero que sea el primer camino", recalca.

"Es un sentimiento extraño, pero ver a la gente unida de esa manera, ver a personas cuyas casas están devastadas ayudando a otros me da esperanza y me hace creer en el poder de la gente y en que somos capaces de tener líderes no relacionados con la élite política actual", afirma Pamela. "Aunque si las cosas no cambian ahora, no lo harán nunca", remacha.

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