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El final de 'Londongrado', el paraíso británico de los magnates rusos

Unos 2.581 rusos anidan en Londres y sus alrededores. La visa de oro, un tratamiento fiscal muy favorable, un entorno seguro y cierta protección política han favorecido la entrada de millones de rublos, con grandes inversiones en lujosas urbanizaciones y en la Bolsa inglesa.

Vista panoramica de Wentworth actual
Club de golf Wentworth en el centro de la urbanización habitada por oligarcas en Virginia Water, condado de Surrey. En el siglo XIX fue residencia de la familia Cabrera-Richards. Cedida

Por los bucólicos caminos y prados de la urbanización Wentworth, integrada en el pueblo de Virginia Water, condado de Surrey, a 30 kilómetros de Londres, nada apunta a que haya guerra en Europa. Un prodigio de árboles y cuidada vegetación rebozan el sosegado paisaje. Muros disimulados y estratégicas cámaras de seguridad esconden mansiones rodeadas de inmaculados jardines.

Aquí ha sido hallado muerto, por el jardinero, hace unos días, el oligarca nacido en Ucrania Mikhail Tolstosheya cuyo apellido se convirtió en Watford cuando decidió instalarse en Inglaterra.

El colofón de la zona es Wentworth Club, el club de golf más prestigioso de Europa, propiedad hoy de Reignwood Group, un inversor chino-tailandés, y residencia familiar de 1854 a 1915 de la familia del exiliado español Ramón Cabrera (Tortosa,1806-Wentworth,1877). Su esposa, una inglesa emprendedora, convertía tierra baldía en cultivo en tiempos imperiales. El matrimonio ocupa la mayor tumba en el cementerio local.

La zona anda repleta de nombres españoles por el homenaje que le rindió ella al marido durante cuarenta años de viuda. Nombres como Ebro, Tortosa, Cantavieja, Morella o El Ter perduran en calles o cottages. Casualmente, Mikhail Watson hizo el mismo recorrido que la familia Cabrera: de Eaton Square en Londres se trasladó a la discreta campiña de Virginia Water, donde el exdictador chileno Augusto Pinochet estuvo en arresto domiciliario para cerrar el círculo histórico del enclave.

Mikhail, de 66 años, no es el único oligarca muerto en Surrey; en 2012 falleció Alexander Perepilichnyy, de 44 años, mientras hacía footing, y en 2013 se suicidó Boris Berezovsky. Los tres tenían en común el haber hecho fortunas (la de Berezovsky sin parangón) con la privatización del petróleo, el gas, los metales, las comunicaciones, la electricidad y otros bienes que pasaron del Estado ruso a compañías privadas en la década de 1990 con el presidente Boris Yeltsin.

"Reino Unido es lugar para bienes corruptos de todo el mundo, atrae a los que quieren esconder su dinero por dos razones, principalmente; la primera es que leyes, fiscalidad y regulaciones facilitan el libre movimiento de fondos en el país, y la segunda es que Londres ofrece servicios de primera clase como vivienda, consumo de lujo y escuelas de prestigio para los hijos de los ricos", explica a Público Ben Cowdock, de Transparency International UK. Cowdock no distingue entre gobiernos conservadores y laboristas, desde John Major en 1990 hasta Boris Johnson hoy, que han allanado la entrada de capitales extranjeros a la economía británica con leyes, fiscalidad baja y mínimo de regulaciones.

Ebro, nombre incrustado en una casa de Virginia Water, en referencia al río de Tortosa, lugar de nacimiento de Ramón Cabrera.
Ebro, nombre incrustado en una casa de Virginia Water, en referencia al río de Tortosa, lugar de nacimiento de Ramón Cabrera. Conxa Rodríguez

"En algunos aspectos ha sido favorable para los negocios facilitar la creación de empresas. Sin embargo, lo han explotado quienes buscan mover, esconder o blanquear los resultados procedentes del crimen y la corrupción de todo tipo", añade el investigador, cuya organización calcula en casi 2.000 millones de euros el valor de los inmuebles de ciudadanos rusos acusados de corrupción política en Londres y sus alrededores; y en 7.000 millones de euros los fondos inversores procedentes de las mismas fuentes. La bestia inmobiliaria ha engordado hasta 90.000 escrituras o títulos de viviendas o edificios, pertenecientes a sociedades opacas registradas en paraísos fiscales, según Ben Cowdock, en Reino Unido.

Además de leyes, presión fiscal baja y normativas, otra medida para lubricar la entrada de míster Rublo y otras divisas convertibles, ha sido la emisión de residencia a extranjeros a través de Tier1 Investor Visa Scheme o visados de oro que vinculan la cantidad de dinero a invertir o gastar en Gran Bretaña a la concesión de visados; el mínimo son 2 millones de libras para obtener permiso de residencia en menos de 5 años; con 10 millones de libras se consigue en menos de 2 años. Así lo consiguieron hasta 2020 un total de 2.581 ciudadanos rusos, de los cuales 700 están bajo la lupa para detectar si son favorables o contrarios a Putin, o no saben/no contestan. Siete fueron castigados el jueves 10 de marzo. La ministra de Interior, Priti Patel, anunció la abolición de los visados de oro para rusos el pasado 17 de febrero en la Cámara de los Comunes como sanción por la invasión de Ucrania. La cifra oficial de rusos en Reino Unido es de 73.000 personas, según la Oficina Nacional de Estadística.

Mark Hollingsworth, autor de Londongrad: From Russia with Cash; The Inside Story of the Oligarchs, publicado en 2010, explica a Público: "En la década de los noventa aterrizaron una treintena de oligarcas porque Inglaterra les proveía, además de la libre circulación de capitales para su dinero, seguridad judicial, puesto que los jueces británicos no extraditan a Rusia porque allí no se garantiza un juicio imparcial. No obstante, todo empezó a cambiar en 2006 con la muerte de Alexander Litvinenko con polonio en el centro de Londres, con los disparos a quemarropa al banquero German Gorbuntsovlos, con el envenenamiento de Sergei Skripal y su hija, y con otros hechos de este tipo. Inglaterra es menos segura para quienes quieren esconder sus polémicas fortunas".

Roman Abramovich, cuyo capital, para The Sunday Times, asciende a casi 15.000 millones de euros, iniciado con la adquisición de acciones baratas de Sibneft (hoy Gazprom), es, según Mark Hollingsworth, "el ejemplo del oligarca clásico, porque hizo el dinero con Boris Yeltsin y ha continuado con Putin moviéndolo de aquí para allá". Abramovich es uno de los siete megaoligarcas sancionados por Londres con la incautación de bienes (incluido su juguete, el Chelsea FC) y restricciones en la entrada y salida del país.

El investigador, que ha inventado el término Londongrad, recalca "la estrategia seguida por los oligarcas para conseguir influencia y acceso a los políticos y el establishment británico; por eso, algunos hacen contribuciones al Partido Conservador: no consiguen poder, pero se arriman a él".

El líder laborista Keir Starmer ha pedido en la Cámara de los Comunes una investigación sobre la concesión del título de lord a Evgeny Lebedev por parte de Boris Johnson. Lebedev es hombre con influencia mediática, propietario de The Independent y Evening Standard e hijo de un agente de la ex KGB.

Los vínculos de oligarcas con el Partido Conservador atan las manos de Johnson, puesto que su partido ha recibido dos millones de euros en donativos rusos en los tres años que lleva de líder. Sus padrinos han sido Lubov Chernukhin, banquera y esposa de un ministro con Putin, que ha dado 750.000 euros a los toriesAlexander Temerko, que ha regalado 400.000 euros, o Mohamed Amersi y su donativo de 300.000 euros, entre otros.

Otros oligarcas con residencias para perderse y empresas en la Bolsa de Londres son Oleg Deripaska, ganador de las guerras del aluminio con un patrimonio de cinco dígitos en millones y penalizado como Abramovich en la lista de siete, o Mikhail Fridman, librado de sanciones con más de 11.000 millones de euros, según The Sunday Times.

Fridman (nacido en Ucrania, y vinculado al fondo propietario de los supermercados Día en España) adquirió en 2016 Athlone House, un edificio histórico en el barrio de Highgate, norte de Londres, por 70 millones. Símbolo de la grandeza imperial, la mansión fue construida en 1855 y mantuvo su gloria y grandeza hasta 1940. Desde entonces fue deteriorándose hasta que las ventanas fueran chapadas de maderos desajustados para evitar que fuese ocupada. Hasta que llegó el magnate de origen ucraniano a salvar el patrimonio cultural que los británicos no podían pagar. El semanario Camden New Journal ha seguido con tino la restauración de Athlone House y la suma en total asciende a 200 millones de euros.

Aun así, el mayor exceso de rusos en inmuebles está también en Highgate y se llama Witanhurst House, la mayor vivienda de Londres después del Palacio de Buckingham, adquirida por Andrey Gurvey, que hizo su primer dinero en el sector energético. Su hijo y homónimo dirige la empresa de fertilizantes OAO, socios de Vladimir Litvinenko, hombre del régimen de Putin. La propiedad de la casa ha estado rodeada de misterio. The Sunday Times identificó en 2008 como la propietaria a Elena Baturina, esposa del exalcalde de Moscú, Yury Luzhkov, presidente de la constructora Inteco fundada en 1991. Elena Baturina demandó al semanario por mentir y ganó la demanda. El patrimonio de Gurvey, según Forbes, asciende a 6.500 millones de euros, y el precio de Witanhurst House ha sido de 350 millones, propiedad de Safron Holdings, sociedad registrada Islas Vírgenes Británicas.

El barrio de Highgate, con la Delegación Comercial de Rusia en una empinada pendiente junto al cementerio donde reposa Karl Marx, es el favorito de la comunidad rusa, adicta o contraria a Putin. A un tiro de piedra de Witanhurst está Beechwood House, que pertenece a Alisher Usmanov, otro de los siete sancionados, exaccionista del Arsenal, cuyos bienes han sido congelados y sus movimientos limitados en Reino Unido, Unión Europea y EEUU.

A pesar de la presión que ejerce la oligarquía rusa sobre el Gobierno británico, la invasión de Ucrania está alterando las condiciones en las que se mueven unos y otros. Para Mark Hollingsworth, las sanciones "serán el final de Londongrad porque se les obligará a declarar sus bienes, no podrán esconderse en compañías opacas registradas en paraísos fiscales; en Europa estarán sometidos al mismo escrutinio, aunque vayan moviendo el dinero, los yates y se cambien de casas y villas, el cerco se les cierra".

Las predicciones de Hollingsworth se cumplirían si Boris Johnson llevara a cabo su palabrería. Ben Cowdock no es tan tajante a la hora de medir su eficacia. A su parecer, "las sanciones sólo pueden aplicarse a los bienes de individuos, si bien Reino Unido tiene que enfrentarse al abuso de las compañías opacas en paraísos fiscales británicos y proveer de recursos a los cuerpos de inspección que investigan el crimen económico y habrá que aprobar una nueva ley contra el blanqueo de dinero". Cumplir con la narrativa dura y contundente, distinguir entre rusos buenos y malos, mantener los donativos al partido y las buenas relaciones con los rusos influyentes es un reto para Boris Johnson, acostumbrado a hacer malabares en todos los ámbitos de gobierno.

La que sabe de esta influencia entre partidos políticos, gobiernos y oligarcas rusos es Marina Litvinenko, viuda de Alexander Litvinenko, el exagente de la KGB asesinado. "Empecé mi lucha por la justicia para mi marido con un gobierno laborista, decidido a llegar hasta el final, y cuando entró el conservador noté un pequeño cambio; los tories iban con más cuidado de no enojar a ciertos ciudadanos rusos; aunque la investigación policial fue completa y correcta, la investigación oficial quedó limitada a pesar de que constató que el Estado ruso estaba detrás del asesinato y que los sospechosos identificados estaban en Rusia y no los iban a extraditar", dice en conversación con Público.

Al parecer de Marina, que sigue en contacto desde Londres con personas en Rusia, y ahora en Ucrania, "la maquinaria de propaganda interior en Rusia trabaja a tope y los dirigentes persiguen sus propios intereses; así y todo, el error de Putin con esta guerra ha sido tan grande que está poniendo a prueba la unidad de la Unión Europea, Reino Unido, Estados Unidos de América y otros". Marina ha quedado con Público junto a una estación de Metro londinense donde ella habita un modesto piso desde que su marido fue sacrificado con polonio y, según ella, el conocimiento de la sustancia tóxica contribuyó a salvar a Sergei Skripal y a su hija. No ha podido salvar, en cambio, a los ucranianos.

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