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Francia El efímero estado de gracia de Macron

Cien días después de su llegada al poder, el presidente francés es cada vez más criticado por sus políticas de austeridad que le han convertido en el presidente menos popular en Francia durante el inicio de un mandato. Sólo el 36% de los franceses dice estar satisfecho con el balance de su gobierno.

Macron

Enric Bonet

De salvador de Europa a convertirse en un dirigente cada vez menos popular. Los contrastes han marcado los 100 primeros días del presidente francés Emmanuel Macron.

Tras el inicio de su mandato el 14 de mayo, el representante centrista, de 39 años, generó una gran expectación gracias a su habilidad para presentarse como un líder nuevo, a pesar de tratarse de un hombre del sistema, al que el presidente François Hollande consideraba en pequeño comité como su sucesor. Sus primeras semanas en el Elíseo fueron aplaudidas por la firmeza que mostró al encontrarse con el presidente ruso Vladimir Putin y el norteamericano Donald Trump.

La imagen de Macron, sin embargo, se ha visto deteriorada por los numerosos escándalos protagonizados por su gobierno durante este verano. La controvertida dimisión del general De Villiers, el impopular recorte de cinco euros mensuales a las ayudas al alquiler, las críticas en contra del estatus de la primera dama Brigitte Macron… Las polémicas no han dejado de sucederse durante los últimos meses.

La popularidad del presidente galo empieza a caer en picado. El primer aviso para Macron llegó el 23 de julio, cuando un sondeo para el Journal du Dimanche reflejó que sus niveles de popularidad habían bajado diez puntos en tan sólo un mes.

Según un estudio de opinión de Ifop, publicado a mediados de agosto, sólo el 36% de los franceses se declara satisfecho del balance del presidente francés. Aunque estos niveles resultan bastante superiores al raquítico 4% de Hollande en diciembre de 2016, el antiguo mandatario socialista disponía de un 46% de aceptación después de sus primeros 100 días. En Francia, no había habido un presidente tan poco popular durante el inicio de su mandato desde 1995, cuando llegó al Elíseo el conservador Jacques Chirac.

La caída de la popularidad de Macron se debe sobre todo a sus políticas de austeridad.

“Después de un éxito político impresionante, Macron está sufriendo una bajada de la popularidad espectacular”, asegura Jérôme Sainte-Marie, presidente del gabinete de análisis PollingVox. Según este politólogo, la caída de la popularidad de Macron se debe sobre todo a sus políticas de austeridad. Para alcanzar un déficit público del 2,8% y cumplir con las directrices de la Unión Europea, el ejecutivo francés ha anunciado una reducción del gasto público de 4.500 millones de euros para el segundo semestre de este año. Unos recortes que se acentuarán con los presupuestos del 2018, que prevén una disminución del gasto público de 10.000 millones.

Bajada de las ayudas al alquiler, la medida más impopular

“Todas las partidas presupuestarias han sido reducidas, lo que hace que categorías muy diversas de la población deben hacer un esfuerzo”, explica Sainte-Marie. Los colectivos críticos con los recortes incluyen desde los grupos feministas, que lamentan una disminución del 25% del presupuesto en defensa de los derechos de las mujeres, hasta las asociaciones de alcaldes, que critican una reducción de 300 millones de los fondos que el Estado destina a los gobiernos municipales.

No obstante, la medida más impopular de Macron es la bajada de 5 euros mensuales de las ayudas al alquiler. Para ahorrarse 348 millones cada año, el ejecutivo ha decidido recortar estas subvenciones con un fuerte carácter redistributivo, que perciben 6,5 millones de personas, entre las cuales 800.000 son estudiantes. Aunque pueda parecer una decisión menor, “esta ha sido muy mal percibida por los franceses, ya que la ven como el anuncio de una bajada general del poder adquisitivo”, explica el analista político Philippe Breton.

Los recortes de las ayudas al alquiler contrastan, además, con la disminución de los impuestos a los más ricos que prepara Macron. A partir del 1 de enero de 2018, su gobierno prevé una supresión parcial del impuesto sobre la fortuna, que pagan los contribuyentes con un patrimonio superior a 1,3 millones. Con la reforma prevista, las participaciones accionariales quedarán exentas de este tributo.

Este regalo fiscal a los más ricos comportará que las arcas públicas recauden 4.000 millones menos. Según un sondeo publicado en el diario económico Les Echos, sólo el 33% de los franceses se declara favorable a esta medida.

Un presidente todopoderoso

Las políticas de austeridad también fueron el origen de la otra gran polémica que ha lastrado los inicios del mandato de Macron: la dimisión el 19 de julio del jefe de las fuerzas armadas, Pierre de Villiers. Este general denunció de forma pública y grosera la disminución de 850 millones del gasto militar para este año. No obstante, estas declaraciones fueron duramente criticadas por el presidente Macron. Este le reprochó que “no era digno de limpiar la ropa en público”. “Su reacción ante el general De Villiers dio una imagen de autoritarismo”, reconoce Breton.

Según sus propias palabras, Macron quiere actuar como un presidente “jupiteriano”, es decir, todopoderoso. Esta voluntad de presentarse como un líder firme y fuerte fue aplaudida por los analistas, ya que veían en ella la antítesis de la sensación de vacío de poder del quinquenio de Hollande. Pero los tics autoritarios de Macron empiezan a ser mal vistos por los franceses.

Según el diario Le Monde, el presidente y sus dos hombres de confianza, Alexis Kohler (Secretario general del Elíseo) e Ismael Emelien (su consejero especial) concentran todo el poder. Además, según el diario digital Mediapart, el líder centrista ha colocado a personas de su máxima confianza en la mayoría de los gabinetes ministeriales, lo que le permite controlar a unos ministros procedentes del Partido Socialista, la derecha republicana y la sociedad civil.

“Con Hollande había un vacío de poder, pero ahora hay un exceso de personalización”

“Macron eligió a ministros de otros partidos para extender su espacio político. Pero ocupando un rol central, no deja a los miembros de su gobierno que devengan actores importantes”, explica Breton. Después de su llegada al Elíseo, Macron tuvo la astucia de elegir como primer ministro a Édouard Philippe, un representante del partido Los Republicanos (centroderecha). Así, pretendía seducir al electorado conservador. Desde entonces, sin embargo, la presencia mediática de Philippe ha resultado secundaria.

“Con Hollande había un vacío de poder, pero ahora hay un exceso de personalización”, critica Sainte-Marie. Éste recuerda que “Macron dispone de una base electoral débil, ya que sólo el 24% de los franceses votó por él en la primera vuelta de las presidenciales”.

La Francia Insumisa, la principal fuerza de oposición

Después de pasar unas cortas vacaciones en Marsella, el presidente francés afrontará a finales de este mes el complejo dossier de la reforma laboral, que espera aprobar por decretazo antes del 21 de septiembre. El gobierno presentará el 31 de agosto los detalles de esta controvertida medida, que no sólo favorecerá los convenios de empresa en perjuicio de los colectivos, sino que también promoverá un nuevo modelo de contrato indefinido más fácil de rescindir.

Divididos y dubitativos respecto a su capacidad de movilización, los sindicatos no se oponen a este texto con la misma convicción como lo hicieron ante la reforma laboral del anterior ejecutivo socialista. Sólo la CGT —el mayor sindicato de Francia— ha anunciado una primera jornada de movilizaciones para el 12 de septiembre.

La contestación a la reforma laboral ha recaído hasta ahora en el grupo parlamentario de la Francia Insumisa, liderada por Jean-Luc Mélenchon (republicano y socialecologista). Con sólo 17 diputados, esta fuerza de la izquierda alternativa, creada a principios de 2016, se ha erigido en la principal voz opositora a Macron.

“El Partido Socialista prácticamente ya no existe, la derecha republicana no sabe cuál es su línea política y al Frente Nacional ya no se le escucha. Esto ha permitido que la Francia Insumisa asuma un gran protagonismo”, explica Breton.

“Que la Francia Insumisa lidere la oposición es una mala noticia para Macron. Si este se hubiera confrontado a Mélenchon en lugar de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales, el resultado hubiera sido bastante más ajustado”, asegura Sainte-Marie.

Para este politólogo, Macron “se está dedicando únicamente a aplicar el programa de la Comisión Europea”. Una Europa neoliberal que cuenta con un amplio rechazo en Francia, como lo demostró el voto negativo de los franceses durante el referéndum de la Constitución europea en 2005.

Cien días después del inicio de su mandato, Macron afronta la llegada del otoño bajo la amenaza de convertirse en un dirigente altamente impopular, como lo fueron sus predecesores Hollande y Sarkozy. Según reconoció un ministro al diario Le Figaro, “Si somos monótonos, moriremos. Y el país también”.

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