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Frío y muerte en la "caza al refugiado" en la frontera polaca

La crisis en la frontera entre Bielorrusia y Polonia deja a miles de personas atrapadas a la intemperie bajo condiciones extremas. Las víctimas mortales de este juego geopolítico macabro pesan sobre la sellada frontera europea.

18/11/2021 Centro de transporte y logística cercano a la frontera bielorruso-polaca en la región de Grodno
Centro de transporte y logística cercano a la frontera bielorruso-polaca en la región de Grodno. Kacper Pempel / Reuters

Oscuridad, calma tensa, trasiego de camiones militares y un sinfín de iglesias. Así es el camino que lleva a Kuznika, la frontera polaco-bielorrusa, que es testigo directo de la última crisis migratoria en las puertas de la Unión Europea.

El Gobierno del ultraconservador PiS polaco –aliado de Vox en la Eurocámara– ha decretado una zona de exclusión de tres kilómetros. El acceso de los medios de comunicación al lugar donde se concentran entre 3.000 y 4.000 personas está vetado. En esta frontera mediática invisible pasan vecinos, coches de policía y camiones que portan sanitarios portátiles y paquetes de papel higiénico. Pero no medios de comunicación o personal humanitario.

Más de 15.000 soldados polacos han sido desplegados en la frontera sellada. Las informaciones que llegan desde el otro lado apuntan a fuertes enfrentamientos con los migrantes, a los que habrían arrojado cañones de agua y gases lacrimógenos. Esta restricción total a la prensa hace imposible comprobar las informaciones y da carta blanca a las fuerzas polacas a infringir cualquier vulneración de derechos humanos sin ninguna mirada molesta. Entretanto, la Comisión Europea evita toda crítica a Varsovia priorizando exportar una imagen de unidad para evitar que Gobiernos como el ruso o el bielorruso instrumentalicen una potencial división europea. Pero el precio del silencio es elevado.

A pocos kilómetros de los campos improvisados que acogen a los migrantes en la frontera polaco-bielorruso se agolpan medios de comunicación de todo el mundo. Van y vienen, pero el único que no abandona el terreno es un gato que merodea días tras días en los aledaños del bosque de Bialowieza, uno de las últimas reservas vírgenes de Europa. Su dimensión es inabarcable y la riqueza de su flora y fauna acoge a jabalíes, ciervos o zorros. Las temperaturas se desploman a dígitos negativos dejando, al menos, una decena de fallecidos por hipotermia.

18/11/2021 Agentes de la ley polacos caminan en la región fronteriza entre Bielorrusia y Polonia de Grodno.
Agentes de la ley polacos caminan en la región fronteriza entre Bielorrusia y Polonia de Grodno. Leonid Scheglov/BelTA / Reuters

Es este bosque el que alberga a miles de personas –2.000 según Bielorrusia y 4.000 en cifras que difunde Polonia–. Todas ellas se encuentran atrapadas como rehenes de esta guerra geopolítica desatada por Alexander Lukashenko, el conocido como último dictador de Europa. La UE le acusa de haber orquestado una crisis artificial con un modus operandi nunca visto antes. Según las informaciones de Bruselas, oficiales bielorrusos habrían viajado a países con Irak para hacer jugosas ofertas a sus nacionales ofreciéndole el cielo europeo a través de acuerdos con aerolíneas y agencias de viaje. Los líderes europeos han calificado este método como una "guerra híbrida" y a Lukashenko de promover métodos "de gánster", "inhumanos" y "cínicos".

En las localidades más próximas a la frontera, la vida transcurre con aparente normalidad. En algunas como Sokolki, la presencia militar se ha multiplicado por tres. La última villa para llegar a territorio bielorruso respira una tradición y conservadorismo que solo se rompe por la presencia de multinacionales como Leroy Merlin o de una sucursal del Banco Santander. Es una región católica acostumbrada a la vida tranquila y que se ha visto de repente perturbada por el trasiego de cámaras y trajes militares.

Un rechazo que emana del miedo al diferente

Las carreteras aledañas cuentan con fuerte presencia de policías, que se acercan a inspeccionar cada coche en una suerte de "caza de refugiados". Sus residentes apoyan de forma general la gestión con mano de hierro ejercida por el Gobierno polaco. No quieren a migrantes. Un rechazo que emana del miedo al diferente. El propio PiS ha proyectado en las últimas semanas las imágenes de los migrantes como peligrosos e incluso pedófilos.

La UE acusa a Alexander Lukashenko de haber orquestado una crisis artificial con un modus operandi nunca visto antes

Sin embargo, las peores crisis sacan también lo mejor de cada uno. Muchos vecinos han abierto sus puertas a las personas que conseguían cruzar hasta territorio comunitario. Antes eran muchas más, pero tras el blindaje de la frontera es misión casi imposible. Los refugiados están en todos lados y en ninguno. Es misión casi imposible poder ver a alguno. El miedo a hablar o a ser interceptados por las fuerzas de seguridad aumenta. El Ejecutivo polaco ha anunciado que la última noche detuvo a unos 100 migrantes que intentaban acceder a su territorio a través del cruce de Dubicze Cerkiewne.

Los cuerpos sin vida también aumentan. Aunque nadie sabe con precisión a cuántos ascienden. La ONG polaca PCPM de respuesta rápida en crisis humanitarias informa de que durante la última noche un bebé sirio de un año habría fallecido tras haber pasado un mes y medio en el bosque junto a su familia, también herida. En paralelo la comunidad de Bohoniki, que cuenta con una minoría musulmana, entierra a su segunda víctima fallecida en el bosque. No tiene nombre ni nadie sabe quién es. Pero sus retos yacen ya para siempre en suelo europeo.

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