El gasto militar global se dispara por la guerra de Ucrania y los conflictos geoestratégicos entre EEUU y China
El mundo es más peligroso un año después de la invasión rusa de Ucrania: es la tesis que esgrimen los países para justificar otro gran salto en su inversión en armamento, que podría superar los dos billones de dólares contabilizados en 2021.
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La capacidad productiva militar desatada por Rusia, China y EEUU y la asunción del consenso de los socios europeo de la OTAN de alcanzar el 2% de sus PIB en desembolsos armamentístico para abastecer la remodelada estructura de la Alianza Atlántica ha engendrado otra carrera por lograr posiciones hegemónicas en un nuevo orden global más peligroso y sometido a riesgos sistémicos y decisiones unilaterales de las grandes superpotencias. En este marco de actuación, la práctica totalidad de las potencias occidentales y los principales países emergentes han dado rienda suelta a sus dotaciones presupuestarias en Defensa.
El Congreso americano aprobó en diciembre recursos valorados en 857.900 millones de dólares: 816.700 millones para el Pentágono y 30.300 millones destinados a programas de Seguridad Nacional vinculados al Departamento de Energía para vigilar infraestructuras estratégicas. Eran 45.000 millones más que la propuesta inicial de la Administración Biden. Supone un incremento del 4,3% sobre el último bienio, sin contar con el efecto de la espiral inflacionista, y muy alejado del 1% de crecimiento entre 2015 y 2021, según el Center for Strategic and Budgetary Assesssments.
Las facturas que van a adquirir mayor protagonismo serán las del Ejército con una subida del 55% (cuyo cometido fundamental será la adquisición de nuevos misiles,), y la de la Armada, para la modernización y abastecimiento de nuevas armas navales. Bajo el argumento, lanzado por Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, de que la guerra de Ucrania ha expuesto a EEUU a nuevas amenazas que "nuestra industria militar debe abordar para asegurar el apoyo estadounidense a Ucrania o a cualquier otra contingencia que se produzca en el mundo".
No por casualidad, Lockheed Martin, el mayor contratista del Pentágono, acaba de declarar unos ingresos de más de 950 millones sólo en nuevas órdenes de misiles militares con los acumular el inventario de armas con destino a Ucrania. O Raytheon Technologies, otro de los proveedores habituales de la Armada estadounidense, que ha sumado contratos por más de 2.000 millones por entrega de sistemas de misiles con destino a Kiev, informa The New York Times. El diario alerta de que esta propensión al gasto es flexible y sus relaciones contractuales están abiertas a nuevas partidas con las que se podría superar los recursos liberados entre 2008 y 2011 para sufragar las guerras de Irak y Afganistán, descontada la inflación, y convertirse en el segundo ejercicio más generoso con la Defensa y la Seguridad desde la Segunda Guerra Mundial.
La ayuda militar estadounidense a Ucrania rozó los 50.000 millones el pasado año
También superaría a las coberturas financieras de las diez mayores agencias federales. La ayuda militar estadounidense a Ucrania rozó los 50.000 millones el pasado año, avanza Monica Duffy, directora de Política Internacional del Centro de Estudios Estratégicos en la Escuela de Leyes y de Diplomacia de la Universidad de Tufts. Sin contar con los 3.100 adicionales anunciados por Washington a comienzos de enero, un nuevo paquete de sistemas avanzados y artillería sin que, recuerda, la Administración Biden haya declarado oficialmente la guerra contra Rusia, pero con decisiones excepcionales como el entrenamiento de pilotos ucranios con las Fuerzas Aéreas americanas.
Aunque no ha sido el pastel más suculento para las grandes compañías armamentísticas, que se hicieron con 344.400 millones de dólares en 2022, la cifra más reducida desde 2018, cinco años de relativa estabilidad geoestratégica; al menos, en términos bélicos. En 2020, facturaron más de 448.900 millones, cantidad similar al PIB de Emiratos Árabes Unidos o de Nigeria o Egipto, las dos economías de mayor dimensión de África.
Visita relámpago de Biden a Kiev y cruce de amenazas
En este contexto se enmarca la estratégica visita sorpresa de Joe Biden a Kiev que lanza a Moscú el mensaje de que EEUU mantendrá su apoyo a Ucrania "por tiempo indefinido" días antes de la esperada ofensiva bélica del Kremlin (la amenazante respuesta rusa de realizar de urgencia sus maniobras nucleares -casi siempre en época otoñal) de y la acusación del secretario de Estado a China de que Washington dispone de pruebas de que su cooperación con Vladimir Putin más allá del suministro de componentes y tecnología a la industria armamentística rusa, sino que se extiende a la producción y venta de armas.
Esta tendencia ha contagiado a sus aliados europeos y asiáticos. Japón ha más que duplicado sus gastos para el lustro en curso (en un 60%) y ha puesto el epitafio a su estatus de país pacifista desde 1945, aduciendo la escalada nuclear en China, con sus más o menos oficiales o veladas intenciones anexionistas hacia Taiwán, o las exhibiciones atómicas del líder norcoreano Kim Jung Un y los bombardeos con objetivos civiles de Rusia en Ucrania en el único país que ha sufrido el efecto devastador de las bombas nucleares.
Alemania ha abrazado la teoría del aumento de la peligrosidad y los riesgos latentes
También Alemania ha abrazado la teoría del aumento de la peligrosidad y los riesgos latentes de un mundo en pleno desmoronamiento geoestratégico, a pesar de que, como Japón, su sociedad ha disfrutado de décadas de prosperidad con su invariable ideología de neutralidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Berlín ha emprendido la senda armamentística al dejar sin efecto la prohibición constitucional de suministrar armas en conflictos armados y al nutrir con 100.000 millones de dólares un fondo especial en Defensa.
El primer ministro nipón, Fumio Kishida, y el canciller alemán, Olaf Scholz, han mostrado a EEUU y aliados europeos o de la OTAN como Canadá sus compromisos militaristas, aunque persistan en ellos dudas sobre el acierto o error del posible envío de armas a Taiwán por parte de la Casa Blanca, pendiente de embarque ante la seria amenaza diplomática de Pekín.
El problema es que la carrera armamentística al cumplirse el primer aniversario de la Guerra de Ucrania se dirige a la resolución de conflictos con alta tecnología, aunque sin descuidar las armas de la "vieja escuela" militar, y que sucede cuando la factura global superó en 2021 los 2,1 billones de dólares, cantidad similar al PIB de Italia, según el último informe del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). Con EEUU, China, India, Reino Unido y Rusia, por este orden, al frente del top-five en el año que antecedió a la invasión de Ucrania por parte del Kremlin. Juntos contabilizan el 62% de los desembolsos en Defensa del planeta, tras registrarse un alza del 6,1% en términos nominales; es decir, sin calcular la inflación que saltó por los aires al traspasarse el ecuador del ejercicio.
EEUU "se ha enfocado más, antes de la invasión de Ucrania, hacia las armas de nueva generación"
Con un fuerte incremento de los fondos destinados a I+D+i militar: nada menos que el 24% entre 2012 y 2021 en EEUU frente al 6,4% de las armas convencionales, lo que corrobora que EEUU "se ha enfocado más, antes de la invasión de Ucrania, hacia las armas de nueva generación y alta tecnología", advertía Alexandra Marksteiner, investigadora de Gasto Militar y Producción de Armas del SIPRI. Rusia suscribió un alza del 2,9% en 2021, hasta los 65.900 millones, el tercer incremento presupuestario consecutivo, ya con una substancial acumulación de tropas cerca de su frontera con Ucrania. En especial, en costes operativos y armas de asalto. Lejos de los 5.900 millones, pese al aumento del 72%, que recabó el Ejército ucraniano, la dotación más expansiva desde la anexión rusa de Crimea.
China, por su parte, acumuló 293.000 millones y un alza del 4,7% con la que registró nada menos que 27 ejercicios consecutivos de repuntes y contagió los gastos de Japón y Australia, aliados de EEUU en el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad AUKUS -la denominada OTAN asiática- y de India, que mantiene un doble frente abierto. Uno para abastecer de drones a Rusia como fruto de la integración de los BRICS y que ha generado un debate en el gabinete de Narendra Modi sobre si dotar o no a Muscú de unidades mecanizadas y, por otro, fortalecer su frontera con China que también lidera el grupo estratégico de grandes mercados emergentes pero que está en disputa permanente con Nueva Delhi, capital a la que Washington continúa otorgando el estatus de nación preferente y que está recibiendo material militar para atender la amenaza china.
Críticas a la "ayuda inmensa" de EEUU y a la industria militar
En estos momentos, la ayuda militar estadounidense a Ucrania "es inmensa", avisa Duffy, y "está determinando muchos juegos geoestratégicos entre rivales y aliados", porque "se desconoce el montante total y la prolongación del conflicto". Pero traslada la idea de que "será excepcional" en su cantidad, que se concederá a cuentagotas con el beneplácito del Congreso y de la opinión pública, mayoritariamente hasta ahora favorable a la colaboración -un 65% a suministrar armas y un 66% al respaldo financiero directo-, dado que la guerra "será larga" y con escasas opciones para la negociación diplomática.
Polonia va a duplicar los gastos militares
En Polonia, este 2023 se van a duplicar los gastos, hasta los 22.000 millones, además de partidas reservadas para su inmediato despliegue, que van a significar el 4% de su PIB. Alemania lo hará en otros 10.000 millones por encima del 2% de su PIB; es decir, de los 100.000 millones de euros del pasado ejercicio, al tiempo que una de sus firmas referenciales, Rheinmetall AG, ha invertido en los doce meses de conflicto bélico en suelo europeo en la construcción de nuevas factorías y líneas de producción cerca de países como Hungría. Mientras Francia estudia fórmulas para reestructurar sus fuerzas e intensificar su gasto militar, que será de 400.000 millones de euros entre 2024 y 2030, más de un tercio por encima de los estipulados en el actual sexenio.
Reino Unido también ha aprobado otra partida extraordinaria de 10.000 millones este año ante la línea roja que supondría la participación activa de Pekín en el conflicto de Ucrania y la tensión que se ha creado en torno a las maniobras que se suceden en el Mar de China y el Estrecho de Taiwán. Londres forma parte de AUKUS.
Alertan contra los "dólares a discreción" que se han sucedido en los programas de Defensa de Trump y Biden
Monica Montgomery, analista de Arms Control Association, un think tank pacifista, alerta contra los "dólares a discreción" que se han sucedido en programas de Defensa en EEUU durante los mandatos de Donald Trump y Biden, contra el desvío de dotaciones cuantiosas al campo nuclear "sin apenas transparencia" y contra la ausencia de controles justificados por parte del legislativo para desembolsar sumas astronómicas de la primera potencia militar del planeta y al que más recursos sitúa en Defensa desde hace más de medio siglo para atender amenazas que van desde Rusia a China, Corea del Norte, Irán, grupos terroristas, nuevos dominios tecnológicos o riesgos de pérdida de la hegemonía empresaria americana en cada vez más sectores productivos.
Los mercados de capital dejan otra lectura sobre la bonanza que ha creado la guerra de Ucrania entre las multinacionales de la industria militar. Con promesas de rentabilidades de tres dígitos para este año, con un tridente ganador, según los gestores de fondos: Lockheed Martin, donde fabrican el F-35 Joint Strike Fighter, el caza más caro del planeta; Boeing, cuya división militar es uno de los tiburones del sector y Northrop Grumman, vinculado al segmento nuclear y con una cartera de inversiones notable en el ámbito aeroespacial. Después de que en 2022 registrara un negocio global de 534.790 millones de dólares, según The Business Research Company, firma de investigación de mercados, que pronostica para este ejercicio un repunte del 7,9% en su tasa de Crecimiento Anual Compuesto o CAGR que elevaría hasta los 577.190 millones la capitalización bursátil de sus empresas.
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