La UE condiciona el devenir de la guerra al envío inmediato de munición
"Es el tema más urgente y, si fracasamos con esto, el resultado de la guerra está en riesgo", asegura Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea.
María G. Zornoza
Bruselas-
Tal día como hoy hace un año, el presidente estadounidense Joe Biden se mostraba dispuesto a reunirse en una cumbre bilateral con Vladimir Putin a propuesta de Francia. La radiografía que devuelve el 20 de febrero es totalmente diferente. El mandatario norteamericano se ha presentado por sorpresa en Kiev en la antesala del primer aniversario de la contienda. Es la primera visita de un inquilino de la Casa Blanca a Ucrania en 15 años.
Ha sido por ese encuentro relámpago que el responsable de que Dimitro Kuleba, ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, ha tenido que cancelar su presencia en Bruselas, donde este lunes se han dado cita los 27 ministros europeos de Asuntos Exteriores para debatir una respuesta firme y simbólica contra Rusia con motivo del primer aniversario de guerra, que se conmemora el próximo 24 de febrero.
El gran quebradero de cabeza de Occidente en estos momentos es cómo mantener el nivel de la ayuda armamentística a Kiev en medio de una creciente escasez de los Ejércitos nacionales. Según Estonia, la UE necesita invertir 4.000 millones de euros para producir un millón de proyectiles. Y necesita hacerlo de forma urgente.
"Es el tema más urgente y si fracasamos con esto, el resultado de la guerra está en riesgo", ha asegurado Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. El español ha descrito la situación de escasez actual como un depósito de agua, que pierde más de lo que ingresa y que acabará agotándose a este ritmo. La prioridad inmediata es donar a Ucrania el material en reserva, pero a su vez los países se están quedando sin protección interna.
Los ministros de Asuntos Exteriores han abordado este lunes un primer debate en torno a la idea de poner en marcha una compra conjunta de armas. Funcionaría de forma similar a la adquisición común de vacunas durante la pandemia del coronavirus, coordinada por la Comisión Europea.
La mayoría de capitales europeas se muestran favorables a una compra conjunta de armas
La mayoría de capitales europeas se muestran favorables a esta iniciativa. De hecho, según el Alto Representante, ningún país se opone a ello. Pero la decisión todavía está tibia. Hay muchas trabas presupuestarias, jurídicas y temporales. Desde el punto de vista jurídico, los tratados comunitarios prohíben el envío de material bélico a un país en guerra con presupuesto europeo. Por ello, una de las opciones es financiarlo desde el Fondo Europeo para la Paz, que es un instrumento ad hoc intergubernamental.
Pero esta herramienta ha agotado en un año más de la mitad de su capacidad. Se han comprometido 3.600 millones de euros de sus 7.000 totales. Y, tal y como está concebida, debe durar cuatro años más y tocar otras regiones como el Sahel. Por último, está la arista temporal. El tiempo apremia y poner en marcha una medida de este tipo puede llevar meses.
Un año después del inicio de la invasión rusa, ambos bandos se preparan para lanzar sendas ofensivas. Volodimir Zelenski, presidente ucraniano, ha transmitido a sus aliados occidentales que su hoja de ruta pasa por que la guerra concluya este año. Pero sus filas se están quedando sin balas. "2023 será el final de la guerra si Ucrania tiene todas las armas que piden. Aquellos que dicen que los misiles de largo alcance y los cazas provocarán una escalada se equivocan porque Rusia está utilizando todas las armas convencionales", ha afirmado Urmas Reinsalu, ministro de Exteriores estonio.
Ucrania se está quedando sin munición, sin balas, obuses y proyectiles
Ucrania tiene cañones, sistemas anti-defensa, pronto contará con tanques de combates. Pero se está quedando sin munición, sin balas, obuses y proyectiles. Y la producción de estos materiales no sigue esta estela. La industria europea tarda de media un mes en producir la misma cantidad de munición que Moscú gasta en un solo en el frente ucraniano. La sensación en la capital comunitaria ante este desabastecimiento es de urgencia máxima. El propio Borrell reconoce que, si no se pone solución de forma urgente a la carencia de munición, la guerra en Ucrania terminará antes y con un desenlace indeseable en los pasillos de Bruselas. Por ello, la patata caliente pasa ya a los ministros de Defensa, que se reunirán en un Consejo extraordinario dentro de dos semanas.
"Tenemos que hacer más y tenemos que hacerlo más rápido. Debemos aumentar y acelerar nuestro apoyo militar. Los Ejércitos europeos tardan unos diez meses, casi un año, en comprar una bala de calibre de 155 milímetros –el estándar de la OTAN– y cerca de tres en comprar un misil aéreo. Esto no es coherente con la situación de guerra en la que vivimos", aseguraba el jefe de la diplomacia europea en la conferencia de seguridad de Munich, que ha concluido este lunes.
Fogones a todo gas para más sanciones
Los 27 ministros europeos han sido hoy incapaces de deshacer el nudo para aprobar el décimo paquete de sanciones contra Rusia. Los trabajos se intensificarán ahora para que la luz verde llegue a tiempo para el aniversario. Los embajadores nacionales se reunirán el martes y miércoles para tratar de cerrar el que será el décimo paquete punitivo contra Moscú en doce meses.
Varios son los escollos por sortear, aunque en Bruselas achacan esta demora a una mera cuestión técnica. Algunos países consideran que es el momento de penalizar la energía nuclear y al gigante Rosatom. Países como Bélgica o Francia son todavía muy dependientes. Y Hungría, que amenaza paquete tras paquete con vetar las nuevas sanciones, advierte de que no lo permitirá.
El gas y los diamantes rusos continúan también fuera del órdago punitivo bruselense. Y el tema de la exención de fertilizantes –para paliar la crisis alimentaria en los países en desarrollo– divide a las capitales europeas entre las que considera que estas derogaciones son suavizar las sanciones y los que defienden que la situación humanitaria debe prevalecer. Así, el actual paquete pondrá en la picota al sector tecnológico y militar ruso. En la capital comunitaria cuantifican su impacto en 11.000 millones de euros.
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