Este artículo se publicó hace 2 años.
La hoja de ruta de Putin: hacia la partición de Ucrania
Los combates siguen con la mayor dureza en el este de Ucrania, especialmente sobre la ciudad de Mariúpol, prácticamente el último bastión ucraniano que se interpone ante la evidente intención rusa de unir con una media luna los territorios del Donbás con Crimea.
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La "hoja de ruta" del presidente ruso, Vladímir Putin, y su invasión de Ucrania se va perfilando poco a poco. Con el desgaste de sus tropas en el asedio a varias de las principales ciudades ucranianas, Putin se concentra ya sin tapujos en el origen de este conflicto y trata de asegurar el control del Donbás y las zonas aledañas, una vez conseguidos otros objetivos de la ofensiva.
Entre estos logros figura el reconocimiento final por el Gobierno de Kiev de que Ucrania no podrá formar parte de la OTAN, al menos a corto y medio plazo. Esta renuncia, planteada por el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, asesta un mazazo a quienes, en Bruselas y Washington, defendieron a capa y espada el derecho de Ucrania a apostar "libremente" por un futuro dentro del actual sistema de seguridad europeo liderado por la OTAN, aún a riesgo de acorralar al Kremlin y provocar su violenta respuesta. Como así ocurrió.
El anuncio del Ejército ruso de que centrará su campaña en asegurar el dominio del oriente del país parece reforzar en ese sentido la apuesta del Kremlin por una Ucrania dividida y fortalecer así su posición ante un eventual proceso de paz, que, de concretarse, cambiará radicalmente el mapa geoestratégico europeo.
La península de Crimea y el Donbás quedarían sujetos a ulteriores negociaciones
Los últimos contactos celebrados en Estambul con el Gobierno turco como mediador de cara a un posible alto el fuego han constatado que Ucrania aceptaría convertirse en un estado neutral entre la OTAN y Rusia, sin presencia militar extranjera, sin la posibilidad de reinstalar bombas atómicas en su territorio y con ciertas garantías de seguridad que le deberían ofrecer países como Alemania, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Israel, Polonia y la propia Turquía, según la propuesta ucraniana. La península de Crimea, anexionada por Rusia con un dudoso referéndum apoyado por la población rusófona en 2014, y el Donbás quedarían sujetos a ulteriores negociaciones.
En este contexto, Rusia se ha comprometido a relajar su cerco en torno a ciudades como la capital ucraniana y el área metropolitana de Chernígov, cerca de la frontera con Bielorrusia, la aliada principal de Moscú en esta invasión de Ucrania.
La "finalidad" de la invasión: la "liberación" del Donbás
El general y primer jefe adjunto del Estado Mayor del Ejército ruso, Serguéi Rudskoi, ya había adelantado la semana pasada que Rusia ha completado esos principales objetivos de una "primera fase" de la invasión de Ucrania, con la reducción del potencial de combate ucraniano y la destrucción de muchas de las infraestructuras militares, el equipamiento y los efectivos del Ejército del país invadido. Ya entonces, Rudskoi adelantó que los principales esfuerzos rusos se dirigirían a lograr "la finalidad principal" de la invasión: la "liberación" del Donbás.
Los combates siguen con fuerza en el este del país, sobre todo en Mariúpol
En el año 2014, tras caer en Kiev el Gobierno del presidente prorruso Víctor Yanukóvich por la revuelta de Maidán, grupos de milicianos lanzaron en ese territorio del este de Ucrania una revuelta armada ante la represión ejercida por las tropas ucranianas y con el deseo de poder integrarse en la Federación Rusa o al menos conseguir la independencia de Ucrania. Esas milicias prorrusas tuvieron desde un principio el apoyo militar de Moscú y se enzarzaron en una violenta lucha contra las fuerzas ucranianas que causó cerca de 14.000 muertos en esos pequeños territorios fronterizos con Rusia. Los acuerdos de Minsk, en 2014 y 2015, no sirvieron para traer la paz, pues desde un primer momento fueron violados por ambas partes: continuó la represión en el lado ucraniano contra la población rusófona y se incrementaron las acciones militares rusas para lograr la secesión de facto de buena parte de las regiones de Lugansk y Donetsk.
Pero pese al acercamiento de Estambul, la guerra continúa. Y si Kiev puede haber constatado ya cierto repliegue militar ruso, los combates siguen con la mayor dureza en el este del país, especialmente sobre la ciudad de Mariúpol, prácticamente el último bastión ucraniano que se interpone ante la evidente intención rusa de unir con una media luna los territorios del Donbás con Crimea. De completar este objetivo, la partición de Ucrania sería un hecho. Es cierto que la zona arrebatada a Ucrania es bastante más exigua que el resto del país y que no se ha alcanzado otra de las aparentes metas iniciales rusas, esto es, asegurar posiciones en la cuenca media del río Dniéper. Pero si Rusia conserva esa larga franja oriental desde Crimea al Donbás, su capacidad de presión sobre un futuro estado ucraniano neutral podría muy grande. También sería una espada de Damocles sobre la cacareada posibilidad de incorporación ucraniana a la Unión Europea.
Rusia pretende fragmentar Ucrania en dos partes
El jefe de la inteligencia militar de Ucrania, Kirilo Budanov, fue muy claro hace unos días: lo que pretende Rusia es fragmentar Ucrania en dos partes, en un llamado "escenario coreano". Budánov hacía referencia a la partición de la península coreana tras la guerra de 1950-1953. Ese conflicto, sustentado aún hoy día por un armisticio endeble, convirtió a la Zona Desmilitarizada que separa las dos Coreas, la del Norte comunista y la capitalista del Sur, en la última frontera de la Guerra Fría.
La invasión de Ucrania lanzada por Rusia el pasado 24 de febrero plantea la posibilidad de que se levanten en los próximos tiempos fronteras semejantes en el corazón de Europa y que estemos en el umbral de una nueva etapa de esa Guerra Fría dada por finiquitada, quizá muy apresuradamente y solo de palabra, con la caída de la Unión Soviética en 1991.
Hay expertos que llevan años avisando de las "consecuencias impredecibles" de la aspiración de Ucrania de entrar en la OTAN
Se cumplirían así los más negros pronósticos lanzados durante las últimas tres décadas por políticos y académicos en Europa y Estados Unidos ante el imparable avance de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, y que, en los años noventa, llevó al seno de la Alianza Atlántica a los compañeros de antaño de Moscú en el Pacto de Varsovia. Las propuestas en 2008 del entonces presidente estadounidense, George W. Bush, a Ucrania y la república transcaucásica de Georgia para que aceleraran los pasos de su integración en la OTAN desataron el pánico en Moscú ante el riesgo real de que la Alianza plantara sus estandartes (y sus silos de misiles) ante las fronteras meridionales rusas.
Uno de estas voces fue la del actual director de la CIA, William Burns, quien fuera embajador estadounidense en Moscú entre 2005 y 2008. En un mensaje filtrado por Wikileaks ese año de 2008, Burns enviaba información confidencial sobre Ucrania y Georgia a mandatarios de la OTAN, el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el Pentágono y la Secretaría de Estado de este país. Burns mostraba su preocupación de que las aspiraciones de Ucrania de entrar en la Alianza pudieran tener "consecuencias impredecibles e incontrolables que afectarían gravemente la seguridad de la región".
"Los expertos explican que Rusia está muy preocupada por las profundas divisiones que está causando el asunto del eventual ingreso en la OTAN de Ucrania, al que se opone gran parte de su comunidad étnica rusa. Ello podría dar lugar a una importante ruptura que implique violencia o, en el peor de los casos, una guerra civil. Ante tal situación, Rusia podría verse conminada a intervenir (en Ucrania), decisión que Moscú no quiere tomar", escribía entonces el diplomático.
Rafael Poch: "Cualquier dirigente ruso que llegue al poder se encontrará con el mismo problema de la seguridad existencial"
Lo que ocurra en los próximos meses y que podría confirmar la escisión de Ucrania, depende aún del curso de la actual contienda, de ahí que Moscú pretenda asegurarse una buena porción del este de Ucrania cuya ocupación no le cueste su propia ruina, como ocurriría si pretendiera subyugar todo el país. "Lo que va a pasar se va a decidir en el campo de batalla", señaló hace unos días Rafael Poch, escritor, excorresponsal en Moscú, Pekín, Berlín y París, y uno de los mejores conocedores de los asuntos del Kremlin. En una conferencia pronunciada en el centro cultural La Casa Encendida, en Madrid, Poch abogó por una solución negociada que evite a toda costa "la quiebra de Rusia", lo que sería "mucho peor que la guerra de Ucrania".
Tal y como subrayó Poch, no parece estar en la voluntad de Estados Unidos que se logren acuerdos de paz definitivos, si eso aliviara el desgaste que está sufriendo Rusia con esta guerra. En diciembre, cuando Washington alertó sobre los planes rusos de invasión, "¿por qué no negoció para evitarla?", inquirió Poch. El analista advirtió contra el riesgo de cerrar todas las salidas a Putin, e incluso de buscar su reemplazo, como ha sugerido el propio presidente estadounidense, Joe Biden. "Cualquier dirigente ruso que llegue al poder se encontrará con el mismo problema de la seguridad existencial de Rusia, que defiende Putin. Confiar en un mero cambio de figura (en el Kremlin) es muy ingenuo", agregó.
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