Este artículo se publicó hace 4 años.
El incierto futuro del príncipe saudí Bin Salman pende de un delgado hilo
Después de haberse hundido en una larga serie de problemas en el pasado lustro, el príncipe Mohammad bin Salman ve con preocupación el cambio de inquilino en la Casa Blanca. Tras haber depositado todas sus esperanzas en Donald Trump y Benjamin Netanyahu, la caída del primero hace que su futuro dependa del segundo, una situación que puede costarle cara si no corrige pronto sus errores.
Eugenio García Gascón
Segovia-
El inminente cambio de administración en Washington, efectivo el 20 de enero, trae consigo oscuros nubarrones para el príncipe saudí Mohammad bin Salman (MBS), que en las últimas semanas se ha esforzado por mantener un perfil bajo, como quedó de manifiesto en la cumbre virtual del G-20 organizada por Riad en noviembre.
Su futuro está en cuestión debido a los problemas en los que voluntariamente se ha metido en el último lustro, amparado por Benjamín Netanyahu y Donald Trump, y de los que ahora se esfuerza en salir. La catastrófica guerra de Yemen y el bloqueo de Catar, son dos ejemplos. Un tercer ejemplo es la complicada pero peliaguda situación de los derechos humanos, sin olvidar el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
No hace mucho Trump dijo que el régimen saudí no duraría ni dos semanas si no contara con su apoyo. La incertidumbre que crearon esas palabras se agrava con el relevo de Joe Biden. Para empezar, el presidente electo ya ha adelantado que volverá a la política de Barack Obama y dejará de proporcionar a los saudíes armas a porrillo para la campaña de Yemen.
En este contexto, el diario Haaretz ha publicado un agorero artículo de Elie Podeh, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que no pronostica nada bueno para MBS. El artículo observa que dentro de la familia real existen serias divergencias que ahora ya no son privadas sino públicas, en referencia a las sorprendentes declaraciones que el domingo realizó el príncipe Turki al Faisal.
En una cumbre virtual de seguridad organizada por Bahrein, y en la que participó el ministro de Exteriores israelí, Gabi Ashkenazi, Al Faisal calificó a Israel de potencia colonizadora y de encarcelar a los palestinos en "campos de concentración", palabras que en Israel no se esperaban de un príncipe tan prominente y bien relacionado con la cúpula de poder en Riad, exembajador en Londres y Washington, y durante más de dos décadas jefe de los servicios de inteligencia, en cuya capacidad se reunió secretamente con un gran número de israelíes.
Según Al Faisal, Israel mete a los palestinos en campos de concentración, "con las acusaciones más inconsistentes, jóvenes y viejos, mujeres y hombres, que se pudren allí sin poder recurrir a la justicia. Demuelen sus casas cuando quieren y asesinan a su antojo". Unas palabras que admiten muchos árabes y occidentales pero que Israel no está acostumbrada a oír de personalidades extranjeras.
Algunos analistas consideran que estas declaraciones están conformes con el rey Salman, pero no con su hijo, y muestran hasta dónde llegan las tensiones dentro de la casa real. MBS se ha metido en un sinfín de aventuras dudosas contando con el apoyo de Israel, y con el soporte de Washington, llegando a una situación en la que depende totalmente de Israel.
Esta dependencia implica peajes y servidumbres. El más notable es que MBS debe mostrar una lealtad absoluta a Israel, es decir a los intereses de Israel. MBS no ve el asunto con los mismos ojos que su padre, como se observa en los reparos del octogenario monarca que hasta ahora han impedido la normalización con Israel. Es ahí donde hay que colocar las inesperadas declaraciones de Turki al Faisal.
No hay que olvidar que esas declaraciones se produjeron solo unos días después de que MBS se reuniera en secreto con el primer ministro Benjamín Netanyahu, una reunión que horas después fue filtrada a los medios de comunicación hebreos. Aunque a los saudíes no les quedó más remedio que desmentirla, la reunión existió y es otro indicio de la creciente dependencia del príncipe de Israel.
El profesor Podeh recuerda que recientemente otro destacado príncipe, Bandar bin Sultan, atacó con fiereza a los palestinos, a quienes reprochó que se opongan a una normalización de relaciones entre los países árabes y el estado judío mientras no se resuelva el conflicto e Israel abandone los territorios ocupados en la guerra de 1967, incluida Jerusalén este.
Entonces, ¿qué está ocurriendo en Arabia Saudí?, ¿por qué dos príncipes tan cualificados muestran posiciones totalmente opuestas con respecto a Israel? En realidad Al Faisal y Bin Sultan representan dos corrientes que reflejan las posiciones del rey Salman y de su hijo. El primero quiere resolver el conflicto árabe israelí mientras que el segundo pasa olímpicamente de los palestinos e incluso tolera acerbas críticas contra ellos en las redes sociales.
El rey y el príncipe están unidos por su aversión a Irán, una actitud beligerante que comparte Netanyahu. Este es el principal denominador común entre los tres, y especialmente ahora que va a haber un nuevo inquilino en la Casa Blanca que quiere llegar a un compromiso con Teherán, algo de lo que ni Netanyahu ni MBS quieren oír hablar.
Netanyahu se opone frontalmente a la iniciativa árabe de 2002, impulsada por el príncipe de la corona saudí Abdullah, que después fue rey. Anunciada en febrero de aquel año, la iniciativa básicamente estipula que los países árabes reconocerían a Israel si el estado judío abandonaba los territorios ocupados. Esa posición, que hoy mantiene el rey Salman, a MBS no le importa un comino.
Un MBS en la órbita de Israel constituye un serio peligro para la estabilidad en Oriente Próximo, y no solo a causa de Irán. De hecho, MBS es casi tan peligroso como el príncipe emiratí Mohammad bin Zayed (MBZ), que sin duda es el hombre más peligroso para Oriente Próximo, solo por detrás de Netanyahu.
Los tres se han embarcado en aventuras muy discutibles y se necesitan para crear un Oriente Próximo cortado a la medida de Israel. Cuanto mayor sea la dependencia de Israel de MBS y MBZ, mayores problemas habrá en la región puesto que los dos actuarán impulsados por las ambiciones de Netanyahu. El relevo en Washington debería servir para corregir errores, en caso contrario a MBS le espera un negro futuro.
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