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La incursión de Bélgorod y la caída de Bakhmut anticipan un golpe de timón en la guerra de Ucrania

La incursión de unidades rebeldes rusas bajo bandera ucraniana en territorio de la Federación Rusa da un bandazo al conflicto, rompe meses de inercia en la línea del frente y despierta el fantasma de la guerra civil en la propia Rusia.

Vista aérea de las destrucciones en la ciudad de Bakhmut
Vista aérea de las destrucciones en la ciudad de Bakhmut. REUTERS

Bélgorod y Bakhmut son lugares, el primero ruso y el segundo ucraniano, que en los últimos días pueden haber marcado sendos puntos de inflexión en la guerra de Ucrania. La línea del frente, inmóvil prácticamente durante más de medio año, podría desbaratarse y la contienda podría dar un vuelco aún mayor si lo ocurrido en esos territorios ayuda a arrancan la esperada contraofensiva ucraniana.

La violación de la frontera de la Federación Rusa en la región de Bélgorod por unidades de voluntarios rusos llegados desde Ucrania ha arrebatado el foco de atención mediático a la toma rusa de Bakhmut, una ciudad convertida en símbolo de esta guerra y donde podría abrirse una brecha en el frente que lleve a las fuerzas del Kremlin a la captura de nuevos territorios en el este ucraniano.

Por una parte, está la magnitud de la incursión, con decenas de soldados, vehículos blindados e incluso un carro de combate, que va mucho más allá de otras operaciones terrestres puntuales y de los sabotajes lanzados en los últimos meses contra depósitos de combustible e instalaciones militares en Bélgorod, Briansk y otras regiones rusas.

El ataque podría ser el preámbulo de operaciones militares de mayor envergadura que cumplan el sueño del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de llevar la guerra al corazón de Rusia. También podría apuntar a una operación destinada a crear confusión y desviar la atención del ejército ruso de cara a la esperada contraofensiva a gran escala que el ejército ucraniano podría lanzar en cualquier momento.

Rusia muestra su vulnerabilidad

Pero más importante aún es el impacto psicológico del ataque, difundido en las redes por doquier. Por un lado muestra que la frontera rusa no es inviolable, que podría abrirse un frente bélico dentro del territorio ruso y, sobre todo, que hay unidades paramilitares integradas por disidentes dispuestos a propagar la llama de una revuelta interna en Rusia.

Una revuelta que podría conducir, si se extendiera, a una guerra civil, la mayor de las pesadillas del presidente ruso, Vladímir Putin, que ha denunciado en muchas ocasiones los supuestos planes de la OTAN para fragmentar Rusia por medio de un conflicto interno.

Con ocasión de lo ocurrido en Bélgorod, la viceministra de Defensa de Ucrania, Hanna Malyar, ha llegado a hablar de "una crisis interna predecible" protagonizada por "patriotas rusos" en rebeldía contra Putin.

Desde que el 24 de febrero de 2022 comenzara la invasión rusa de Ucrania, cientos de miles de rusos han abandonado Rusia. Muchos de ellos huían de las levas lanzadas por el Kremlin para reclutar 300.000 soldados destinados a Ucrania, pero muchos otros dejaron el país bajo la bandera de la disidencia al opresivo régimen ruso. Esa disidencia podría nutrir las filas de un movimiento que sobrepasara los medios pacíficos.

Un portavoz de los servicios de inteligencia militar de Ucrania se apresuró a identificarlos como dos grupos de paramilitares rusos que luchan contra la Rusia de Putin: el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK) y la Legión Libertad para Rusia (LSR).

La disidente Legión Libertad para Rusia

Esta organización tiene más de 160.000 seguidores en su canal de Telegram y se ha caracterizado por su virulencia contra el Kremlin. En esa aplicación, la LSR reconoce el asalto por sus hombres del distrito Gráivoron, en la región de Bélgorod. "¡Rusia será libre!", proclama el grupo que dice estar luchando para derribar el "régimen dictatorial" de Putin.

La incursión de los voluntarios proucranianos "echó por tierra una vez más el mito de que los ciudadanos rusos están seguros y Rusia es fuerte", afirma la LSR en Telegram.

Aunque el Gobierno de Kiev niega toda participación en la operación, bien pudiera ser ésta una de las muchas añagazas lanzadas por la inteligencia ucraniana desde que comenzó la guerra y destinadas a provocar el caos en el ejército invasor y, sobre todo, a desinformar a la opinión pública internacional sobre el curso de la contienda.

La incursión desde luego ha provocado mucha confusión y, aunque fue debidamente contrarrestada con el envío de tropas de la pretoriana Guardia Nacional rusa, el daño estaba hecho. La razzia ruso-ucraniana había derribado el mito de la inviolabilidad de las fronteras de la Federación Rusa.

¿Cabeza de puente para la contraofensiva ucraniana?

El Ministerio de Defensa ruso indicó en un comunicado que, en la respuesta del ejército del Kremlin y los ataques de artillería sobre Gráivoron, habían sido eliminados "más de setenta terroristas ucranianos", además de cuatro vehículos blindados y cinco camionetas, sin reconocer la presencia de combatientes rusos entre los atacantes.

De ser aproximada esta valoración de fuerzas, no se trataría de una simple aventura de comandos y la incursión podría haber formado parte de un intento ucraniano para establecer una cabeza de puente en territorio ruso como soporte de un avance mayor.

Aunque los objetivos de la contraofensiva ucraniana en ciernes se han supuesto en los territorios ocupados por Rusia en las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, no se descarta un ataque a gran escala contra territorio ruso. De hecho, en los papeles filtrados del Pentágono hace unos meses se mencionaba un plan de Zelenski para atacar a Rusia en su propio terreno.

La razzia sobre Bélgorod oscurece la toma de Bakhmut

En cualquier caso, es de reseñar la carambola que la incursión de Bélgorod ha tenido sobre la otra gran noticia militar de la guerra en las últimas jornadas. El ataque ha enmudecido el eco de la aparente toma de Bakhmut por las fuerzas paramilitares rusas Wagner anunciada hace unos días. Una noticia que se esperaba desde fines de 2022 cuando esa pequeña ciudad se convirtió en el símbolo de la resistencia ucraniana a la invasión, un pequeño Stalingrado en el Donetsk ocupado.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, quien manifestó la "profunda preocupación" del Gobierno ruso y la seguridad de que Kiev está detrás de las incursiones de Bélgorod, resaltó el objetivo de este ataque: "Entendemos perfectamente que el objetivo de estas acciones de sabotaje es distraer la atención del frente de Bakhmut y minimizar el efecto político de la pérdida de Artiómovsk (nombre ruso de Bakhmut) por parte ucraniana".

El sábado pasado el grupo Wagner anunció la toma de Bakhmut. Inmediatamente confirmaba la noticia el Ministerio de Defensa ruso. El presidente Zelenski, que se encontraba en la cumbre del G-7 en Japón, dejó una sombra de duda sobre lo que estaba ocurriendo, pero poco después negó que se hubiera completado la operación de conquista rusa.

Es posible que aún queden unidades ucranianas peleando en Bakhmut, en pequeños reductos que podrían caer en cuestión de días. "Nuestras tropas en Bakhmut controlan algunas infraestructuras y la zona de viviendas del área de Litak (en el suroeste de la ciudad). Los combates continúan", señaló la viceministra Malyar en su canal de Telegram.

No obstante, otro de los mensajes de la viceministra ucraniana apunta a que la resistencia en Bakhmut sería ya muy puntual: "la defensa de Bakhmut como ciudad cumplió completamente su misión", pues el potencial bélico ruso en esa zona quedó "reducido de forma significativa" en los diez meses de combate en esa localidad, afirmó Malyar.

Bakhmut no es solo un símbolo. Es un pasillo hacia más conquistas

A pesar de que ahora el Gobierno de Kiev y sus aliados occidentales tienden a minusvalorar la importancia de Bakhmut, la imperiosa orden dada por Zelenski para que su ejército resistiera en la ciudad evidencia que su valor real va más allá del meramente simbólico.

Si se confirmara al cien por cien la captura de Bakhmut, no solo sería la primera gran localidad tomada por los rusos desde julio pasado. Abriría un corredor al avance del ejército ruso hacia las dos grandes ciudades de la región de Donetsk que no han sido conquistadas por las fuerzas del Kremlin: Kramatorsk y Sloviansk.

Si estas dos localidades caen en manos rusas, se habrá completado prácticamente la toma del Donbás, ese territorio sobre el que la población prorrusa quiso desde 2014 crear un área autónoma de Ucrania agrupada en torno a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.

En ese caso, Putin podría proclamar que ha completado su cruzada en Ucrania para liberar los territorios prorrusos y prepararse para consolidar sus conquistas en una eventual negociación que ponga fin a la guerra con las mejores cartas a su favor.

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