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Un revolucionario argentino recupera a su hijo robado por la dictadura tras 46 años

Las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron al "nieto 133", hijo perdido de Julio Santucho, que nació en prisión después del secuestro de su madre en 1976. 

El hermano del 'nieto recuperado 133', Miguel 'Tano' Santucho (d), acompañado de su padre Julio Santucho, reaccionan hoy durante una rueda de prensa en Buenos Aires
El hermano del "nieto recuperado 133", Miguel "Tano" Santucho (d), acompañado de su padre Julio Santucho, reaccionan durante una rueda de prensa en Buenos Aires. ENRIQUE GARCIA MEDINA / EFE

La última vez que Julio Santucho vio a su esposa, Cristina Navajas, fue el 14 de junio de 1976. Él había sido designado como responsable de la política internacional del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y tenía que dejar Argentina por seis meses. Llevaban entonces casi cinco años casados y tenían dos hijos: Camilo, de tres años, y Miguel, que todavía no había cumplido uno. Los tres lo acompañaron a la terminal de Retiro, donde tomó un autobus hasta Sao Paulo para después llegar a Roma.

En la terminal, Cristina estaba con Miguel en brazos y con Camilo de la mano. Al despedirse, ella le reclamó una promesa:

– Una sola cosa te pido. Si a mí me pasa algo, tienes que llevarte a los chicos contigo. Que no se queden con tu mamá, con mi mamá ni con otros compañeros. Tienen que quedarse contigo.

– Pero, Cris, hace mucho que vivimos en la clandestinidad, y nunca nos ha pasado nada.

– Ahora es distinto –lo cortó ella.

Un día antes de que se cumpliera un mes de la partida de Julio, Cristina fue secuestrada por la dictadura. Estaba en el departamento de avenida Warnes 735, donde vivía su cuñada Manuela Santucho. Otra compañera del PRT-ERP, Alicia D'Ambra, vivía con ellas también. Las tres fueron secuestradas ese día. Los represores dejaron en el lugar a los dos hijos de Cristina, Camilo y Miguel, y al hijo de Manuela, Diego.

Cristina alcanzó a pedirle a una vecina que llamara a su mamá, Nélida Navajas. Cuando sonó el teléfono, Nélida pregunto dónde estaban los chicos. Por razones de seguridad, no sabía dónde estaban viviendo. Cuando llegó, escuchó los alaridos de los dos más chiquitos, Miguel y Diego, desde la calle. Camilo dormía.

Nélida encontró el bolso de su hija en el suelo. Allí había una serie de cartas que le había escrito a Julio a la espera de que él le mandara una dirección a donde enviárselas. Había comenzado a escribir la última el sábado 10 de julio, pero la había terminado al día siguiente: "Miguel está mucho mejor, ya casi no tose, lo que sí es que cada día está más bandido y salvaje. El Cami está más tranquilo y no me da trabajo, lo único es que cada vez está más pegado a mí. Volvió a preguntar a qué casa vamos, qué casa es ésta, etc. Ahora la que no estoy bien soy yo, no sé si estoy embarazada", le contó a su marido.

Julio se enteró de los secuestros al día siguiente, cuando llamó para saludar a su cuñado por su cumpleaños. Ese día habló diez veces con su suegra. No dudó en volver a Buenos Aires para recuperar a sus hiijos, pero sus colegas del PRT mandaron a dos compañeros que simularon ser una pareja y sacaron a los niños, llevándolos con su padre al extranjero. 

46 años más tarde, Julio logró conocer a su tercer hijo, el bebé que Cristina tuvo mientras estaba secuestrada en el Pozo de Banfield, después de haber pasado por Coordinación Federal y Automotores Orletti. Es el nieto 133 que encontraron las Abuelas de Plaza de Mayo.

En una entrevista a Página 12, Julio Santucho cuenta cómo fue el reencuentro con su hijo menor, ahora un adulto de 47 años. 

¿Cómo fue la busqueda? 

En esa historia, la primera heroína es Cristina, que durante ocho o nueve meses estuvo gestando en las condiciones más inhumanas: maltrato, torturas, mala comida. Ella se aguantó todo eso con fuerza de voluntad y finalmente tuvo a nuestro hijo. Mi hijo comenzó a cuestionar su parentesco por referencias de allegados a la familia. Una hermana que vivió 20 años con él le dijo "éstos no son tus padres". Por el trato que tenía con el apropiador que lo crió, él notó que no era su padre. En 2019, empezó a buscar, aunque con la pandemia frenó la búsqueda, y después la retomó. Tenía un certificado de nacimiento de otra provincia. Finalmente este año logró hacerse el análisis de ADN. Nosotros buscábamos pero no teníamos ninguna aproximación ni probabilidad de descubrir a mi hijo. Fue un caso excepcional: nació en el Pozo de Banfield, pero no le firmó el certificado el médico policial Jorge Bergés. Nos sorprendió.

¿Cómo es conocer a un hijo que tiene 46 años?

Es bueno. Lo malo es que nos quitaron 46 años. Es una victoria de los organismos de derechos humanos que han luchado por esto y es una derrota de la dictadura. Me quisieron robar a mi hijo pero yo, más tarde que nunca, lo recuperé. Mi suegra, Nélida Navajas, se unió a las Abuelas para buscar al nieto. Abuelas es una institución insustituible,  es un beneficio enorme para la sociedad porque es justamente el lugar donde las personas que tienen dudas pueden recuperar su identidad.

En julio de 1976, perdió a gran parte de su familia y ahora, otro julio pero 47 años más tarde, recuperó a su hijo.

Tocas una fibra. El 13 de julio se produjo el secuestro de Cristina, Manuela y Alicia, era una compañera que yo conocía también porque trabajaba en las escuelas del partido. El 19, seis días después, mataron a mi hermano "Roby" (Mario Roberto Santucho, líder del PRT-ERP), y después a mi hermano Carlos. Fue una semana trágica para la familia. Nosotros no somos mejores que otros. Todos los 30.000 desaparecidos fueron valientes, generosos y se entregaron a una lucha por el bienestar de la sociedad y de la humanidad.

¿Qué pudo saber de Cristina durante su cautiverio?

Hay testimonios como el de Adriana Calvo. Las Santucho eran visitadas por todas las presas que estaban en el Pozo de Banfield. Adriana pidió pasar un día con ellas. Ella tenía su bebita en brazos y Cristina no le dijo que ella había tenido un hijo y que se lo habían quitado para no preocuparla. Adriana, después, habló en el juicio de la tremenda generosidad de Cristina de no decirle nada para que no se preocupara porque le podían quitar a la nena. ¿Te das cuenta hasta dónde llegaba el pensar en el bien de los demás? Ellas estaban rejodidas. Le dijeron: "Nosotras somos Santucho, no tenemos posibilidad de salir, pero a ti te van a soltar". Y después está esa escena que Adriana cuenta: cuando llegaron los oficiales, todas las mujeres hicieon una muralla humana -encabezadas por Manuela, Cristina y Alicia- y los hombres se tuvieron que ir sin poderle quitar a su bebé. Estaban en un campo de concentración. Sabían que las podían fusilar a todas en ese momento.

¿Y ahora cómo sigue el reencuentro?

Algunos me preguntan por el apropiador de mi hijo, yo lo único que digo es que espero que la Justicia intervenga. Por ahora, todo esto es como andar sobre las nubes. Hablamos todos los días con mi hijo, nos vemos seguido. Ahora tenemos el compromiso de hacer una videollamada con mis nietas. Vamos poco a poco. La alegría es infinita. Además, tenemos tiempo. Yo tengo 78 años. Mi papá murió a los 89. Tengo un hermano en Santiago del Estero que tiene 101, otro que tiene 96. A los Santucho, si no nos matan, vivimos mucho. Así que yo espero disfrutar a mi hijo por unos cuantos años más.

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