Este artículo se publicó hace 4 años.
Así pudo acabar Israel con Palestina
Israel mantiene su política de limpieza étnica, negándose a permitir el retorno de los palestinos a su tierra, en un 78% ocupada.
Pasan justo cien años desde que los vencedores de la Primera Guerra Mundial, reunidos en San Remo (Italia), planearan expulsar a los judíos europeos de sus tierras natales, enviándoles- ¡por su propio bien!- a Palestina, ocupada por Gran Bretaña tras la desintegración del Imperio Otomano. Se les prometió un estado propio en aquellas tierras ajenas, donde los dos pueblos semitas, los árabes y los judíos de Oriente Próximo, vivirían en paz.
Dos décadas después, tres hechos paralelos acelerarían este proceso:
1) El mundo conocería el horror de los crímenes fascistas contra los marxistas, anarquistas, eslavos, judíos, gitanos, personas con discapacidad y homosexuales, entre otros colectivos considerados "subhumanos"; lo curioso es que dicha barbarie justificase el plan de los países imperialistas ganadores de la Segunda Guerra Mundial de vaciar Europa de los judíos enviándolos a Oriente Próximo, mientras protegían a las fuerzas y personalidades fascistas (como Franco), siendo después sus aliados naturales en la lucha contra el socialismo.
2) Se consolidaría el movimiento anticolonial de liberación de los pueblos cuyos resultados inmediatos acabarían sentando un novedoso precedente en la estrategia del dominio de las potencias:
- En Asia central, antes de verse obligada a reconocer la independencia de la India, los británicos rompen al gigante asiático y sacan de sus entrañas un nuevo Estado cliente llamado República Islámica de Pakistán.
- En Oriente Próximo, y con el respaldo de la ONU, se funda la república judía de Israel.
Estos son dos casos únicos de cómo gestar un Estado sobre un fundamento religioso, que no étnico. Así, los británicos junto con los franceses (en el Líbano) siembran en estas vastas regiones regímenes de extrema derecha religiosa como retén al contundente avance de las fuerzas de izquierda nacionales y la Unión Soviética. La llegada de EEUU al escenario sólo intensificará la dinámica de esta ley de la jungla.
3) El calvario palestino que hoy entra en una nueva fase con el llamado Acuerdo del Siglo, diseñado por Trump-Netanyahu (Trumpyahu), empezó entonces con el proceso de Nakba La Catástrofe, que tuvo lugar entre 1947 y 1949, cuando el 80% de la población palestina, alrededor de 850.000 personas, fueron expulsadas de sus hogares y su tierra, primero por las bandas armadas sionistas y, luego, tras la fundación del Estado israelí en 1948, por el ejército de los ocupantes.
A pesar de la resolución 194 de la ONU de 1948 y la 3.236 de 1974 sobre una solución definitiva al conflicto y "los derechos de los refugiados palestinos al regreso y a la restitución", Israel mantiene su política de limpieza étnica, negándose a permitir el retorno de los palestinos a su tierra, en un 78% ocupada. A los pocos que podrán permanecer en sus casas se les llamará árabes israelíes.
La Guerra de 1967: el segundo asalto
A partir de los años cincuenta, el recién nacido nacionalismo árabe se une a las fuerzas de izquierda y la Unión Soviética para contrarrestar el avance de EEUU e Israel en Oriente Próximo. Los intentos del panarabismo de construir una confederación árabe fracasan: son excluyentes, están basados en la alianza supremacista de una "etnia", la árabe, contra otras, y aunque se llamen "socialismo árabe", está encabezado por hombres militares-burgueses.
El 5 de junio de 1967, la aviación israelí ataca de forma "preventiva" al Egipto de Jamal Abdel Nasser, dando inicio a la Guerra de Junio o de los Seis Días entre Israel (respaldado por el Occidente y también las monarquías árabes) y una coalición de los ejércitos de Egipto, Jordania, Siria y Palestina. Los judíos ocupan el Sinaí egipcio, el Golán sirio, y el Jerusalén Este, la Cisjordania y la Gaza, o sea, la totalidad de Palestina. La URSS lanza un ultimátum al presidente de EEUU Lyndon B. Johnson: si en unas horas no saca de Siria las tropas israelíes que marchaban hacia Damasco, les lanzaría un ataque militar en defensa de su aliado. Johnson acepta y Moscú corta sus relaciones diplomáticas con Tel Aviv, a pesar de que la URSS es el primer país en reconocer el Estado israelí.
El resultado de esta guerra es una contundente derrota del nacionalismo árabe, pero también es el nacimiento del "nacionalismo palestino", liderado por Yaser Arafat, y de la «palestinización» de la lucha contra el colonialismo israelí, respaldada por las fuerzas progresistas del mundo. Se organizó la resistencia en los campos de refugiados palestinos levantados en el Líbano, Jordania y Siria, desde los partidos políticos, asociaciones, sindicatos y comités locales. Este fue el momento más glorioso de la lucha palestina.
1987: tiene lugar la primera Intifada: el enfrentamiento de un pueblo desarmado que lucha por su supervivencia utilizando piedras contras los artefactos más mortíferos utilizados por el régimen israelí. Mueren 3.162 palestinos y 127 israelíes, mientras el mundo, de nuevo, mira para otro lado.
1991: fin de la URSS: desaparece el principal amigo de los palestinos. EEUU empieza a convertir en escombros a los estados árabes rivales de Israel. La Guerra del Golfo Pérsico contra Iraq el mismo año es la pedagogía del terror del Nuevo Orden Mundial. El apoyo de Arafat a Sadam Husein es su sentencia de muerte. Miles de palestinos emigrantes son expulsados con sus familias de las petromonarquías que financiaron aquella maldita guerra.
1993: Arafat firmará los Acuerdos de Oslo, que entrega más territorios fértiles palestinos a los israelíes, donde se instalarán decenas de miles de colonos judíos.Durante estos años, Israel, además de matar a decenas de miles de palestinos (incluidos niños), los encarcela, tortura, demuele sus viviendas, arranca millones de sus árboles frutales, se apodera de sus recursos naturales (agua y gas del Mediterráneo), los encierra en una inmensa cárcel de la que ni el presidente Mahmud Abbas puede salir sin el permiso de Tel Aviv, les corta el agua, la luz, los alimentos y medicinas, como si se tratase de un experimento con humanos.
El "Acuerdo del siglo": la "Solución Final"
Si EEUU tiene al menos 14 motivos para defender a Israel de forma incondicional, Donald Trump ha tenido dos para presentar en enero del 2020 una propuesta redactada por su yerno Jared Kushner y Netanyahu a la que llama Plan Estadounidense de Paz y Prosperidad, y que marca la tercera partición de las tierras palestinas:
Necesita: 1) el apoyo financiero del lobby israelí para su reelección en noviembre del 2020 y el voto de los fundamentalistas evangélicos, y 2) una victoria en su política exterior, tras sus fracasos con Irán, Venezuela, Corea del Norte China y Rusia.
El acuerdo, que se firmó entre EEUU e Israel -que no entre Israel y los palestinos-, estipula:
- El fin de un Estado palestino.
- Aunque la cartografía final no ha sido revelada y la anexión podrá llevarse a cabo por fases, se extiende la soberanía israelí sobre el 33 % de Cisjordania, que incluye el Valle del Jordán (sus tierras fértiles y sus recursos hídricos), donde habitan unas 56.000 personas, y los más de 235 asentamientos ilegales israelíes. Los barrios palestinos estarán rodeados de colonos y sin conexión territorial ni contacto con el mundo exterior. Los palestinos podrán "vivir", hasta la próxima anexión, en el 15% de su tierra natal. El plan hará irreversible el control actual de Israel sobre Cisjordania.
- Los palestinos que viven en las áreas anexionadas no recibirán la ciudadanía israelí y seguirán viviendo bajo el sistema de Apartheid.
- Los palestinos, si rechazan esta oferta, serán castigados severamente, y para demostrarles que esta amenaza va muy en serio, Trump ha cortado la financiación a la Autoridad Palestina y a todas las instituciones internacionales de ayuda al pueblo palestino. Además, Israel puede retirar la ciudadanía a los palestinos que viven en Israel.
Objetivos de Israel
El primero es ir avanzando hacia la creación el Gran Israel. Los líderes israelíes son conscientes de que sus bombas nucleares no son suficientes para convertir su país en la potencia hegemónica de la región, en un diminuto territorio con 9 millones de habitantes, sin agua, tierra ni petróleo. Justamente todos estos elementos están en los países vecinos: se quedarán así con las tierras palestinas, el agua siria, el gas palestino y el petróleo iraquí.
Lanzó su plan de anexión para el 1 de julio de 2020 (fecha de la nominación de Trump como candidato a la presidencia por la Convención Republicana para las elecciones de noviembre), mientras el mundo estaba preocupado por el coronavirus, "lavándose las manos".
Netanyahu, que iba a ser juzgado por corrupción, en una maniobra parecida a un golpe de Estado en el mes de abril, se mantuvo en el poder como primer ministro: anunció la emergencia nacional por posible muerte de decenas de miles de israelíes, pretexto para formar un gobierno de emergencia con poderes especiales: ¡El 4 de mayo anunció la victoria contra la covid-19 y un número de fallecidos de menos de 250 personas! El 1 de julio iba a ser su gran día: se anexionaría grandes parcelas de Judea y Samaria (Cisjordania) y el Valle del Jordán a Israel. Pero Netanyahu ya ha entrado en la historia por ser el fundador de un Gran Israel: ha conseguido que EEUU traslade su embajada a Jerusalén y reconozca el dominio de este país sobre los Altos del Golán sirios ocupados. Ahora, tiene prisa para el último paso: teme que Trump no sea reelegido.
Salvo reducidos sectores de la sociedad israelí, entre ellos el Partido Comunista, el resto se cree con el derecho "divino" a quedarse con la tierra ajena y tratar a la nación palestina como Utermunch ("subhumanos"), como llamaban los alemanes supremacistas a los no arios. Si hay discrepancia sobre este tema, ésta gira en torno a cómo eliminar a los palestinos: de una vez o de forma discreta y escalonada. De hecho, algunos colonos se oponen al plan porque no lo consideran suficiente: no quieren ver a los palestinos ni de lejos.
¿Qué "Comunidad Internacional"?
Israel goza del mismo estatus de excepcionalidad-impunidad que EEUU: le han llovido críticas desde los cuatro costados del planeta por su plan de anexión ilegal, que es una violación flagrante del derecho internacional, pero nadie se ha atrevido a imponerle unas medidas disuasorias o corrosivas a dicho régimen. Gran Bretaña "no apoyará" la anexión (¡hasta que se normalice!) y Francia, Bélgica, Luxemburgo e Irlanda proponen medidas económicas punitivas en respuesta, pero hasta hoy no las han puesto en práctica.
Joe Biden "presionará" a Israel para salvarle de sí mismo, y 149 líderes judíos estadounidenses y 11 congresistas también le han aconsejado a Netanyahu desistir. Han propuesto lo mismo decenas de ex altos cargos militares, del Mossad, Shin Bet y miembros de Comandancia para la Seguridad de Israel (CEI). China está "profundamente preocupada" y Rusia se opone, mientras el Vaticano advierte de sus consecuencias.
Jordania muestra su enfado pero, al igual que el resto de los regímenes árabes, su dependencia militar y económica de EEUU le atan de manos y pies para "hacer algo". El plan Trumpyahu es una violación clara de la Carta de las Naciones Unidas y de los Convenios de Ginebra, que prohíben la adquisición del territorio por la guerra o por la fuerza.
Es hora de que los palestinos tejan lazos con las fuerzas progresistas de Oriente Próximo, y el resto del mundo, en vez de apoyarse en sus regímenes reaccionarios: Palestina necesita un Lenin. Quizás no sea tarde para plantear un cambio de estrategia: formar un movimiento popular de unidad nacional en torno a un programa político de liberación, y una diplomacia ofensiva en busca de apoyo real y efectivo (que no simbólico) de los trabajadores del mundo.
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