Este artículo se publicó hace 2 años.
Los refugiados olvidados de la "guerra híbrida" de Bielorrusia siguen encerrados en Lituania
Médicos Sin Fronteras denuncia malos tratos, violencia y un grave deterioro de la salud mental de alrededor de 2.500 solicitantes de asilo tras meses retenidos en centros de detención en la frontera lituana. Llegaron durante la crisis fronteriza espoleada por el régimen bielorruso en respuesta a las sanciones que le impuso la UE por la dura represión de las protestas contra su polémica reelección.
Jairo Vargas Martín
Madrid-Actualizado a
"Estábamos tumbados. Un guardia fronterizo me golpeó con los pies en la nuca y mi cara se hundió en la nieve. Lo hizo con todos nosotros, uno por uno. Luego saltó agarrándose de las dos rodillas y nos golpeó con las piernas en la espalda. Estábamos casi sin aliento, como si nos estuviéramos ahogando. Luego, otro guardia soltó al perro y me mordió en el hombro y en los pies. Después de eso, nos mantuvieron tumbados en la nieve durante otra media hora, nos subieron en la furgoneta y nos llevaron de vuelta al centro. Nos dejaron en la camioneta casi seis horas con la ropa mojada, sin comida, sin agua, exhaustos y asustados".
Es el testimonio de un solicitante de asilo que huyó junto a otros compañeros del centro de detención de migrantes de Medininkai, en la frontera de Lituania con Bielorrusia. Allí llevaban siete meses encerrados sin saber qué ni cuándo ocurriría con ellos, afirma la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF). Aprovecharon un descuido de los vigilantes para saltar las alambradas, pero fueron perseguidos por los guardias lituanos.
Más de 2.500 personas, la mayoría procedentes de Irak, República Democrática del Congo, Siria, Camerún y Afganistán, están en esa misma situación, detenidos sin una fecha clara en el país báltico, algunos desde hace incluso nueve meses. Invisibles, "en condiciones inhumanas" y más olvidados que nunca desde que Rusia invadió Ucrania el pasado febrero.
Según MSF, gran parte de los retenidos en el país temen ser perseguidos o incluso morir si regresan a sus países, de donde huyeron por conflictos armados o persecución de carácter étnico, político o de orientación sexual. También alerta de que las condiciones de detención en los centros son "completamente inadecuadas y no responden a las necesidades de salud y de protección que presentan aquellos que han llegado hasta Lituania buscando seguridad".
Lituania fue uno de los escenarios de lo que la Unión Europea denominó la "guerra híbrida" que la vecina Bielorrusia lanzó sobre las fronteras de la UE durante 2021, desatando la enésima crisis migratoria a finales de año. La estrategia de chantaje es la misma que Marruecos usó en Ceuta el pasado mayo, o la aplicada por Turquía en la frontera griega en marzo de 2020. Los propios migrantes y refugiados se convierten al mismo tiempo en armas y víctimas de una pelea entre países de tránsito y destino migratorio.
La respuesta de Lukashenko
El objetivo del presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, era responder con contundencia a la batería de sanciones que la UE impuso a su régimen, que desató una persecución desmedida a opositores y una brutal represión contra las protestas sociales a su reelección, en agosto de 2020, marcada por la sombra del fraude electoral.
Miles de personas fueron alentadas con información falsa e incluso fueron transportadas por el fiel socio de Vladimir Putin hacia las fronteras de Lituania, Letonia y, sobre todo, de Polonia con la promesa de que podrían llegar hasta Alemania y otros países europeos sin problemas.
La respuesta europea no se pareció en nada a la desplegada durante el éxodo generado por la invasión rusa de Ucrania. Hubo devoluciones en caliente, persecuciones policiales por los bosques en pleno invierno, donde se escondían familias heladas, hambrientas y desorientadas. Detenciones arbitrarias e, incluso, la muerte por hipotermia de varias personas.
También se realizaron cambios legislativos que permitían el encierro de hasta más de un año a solicitantes de asilo en varios países miembros de la UE, como Lituania, y se empezaron a levantar más muros y alambradas para frenar las llegadas.
El país declaró el estado de emergencia en noviembre de 2021 ante un aumento notable de llegadas de migrantes desde Bielorrusia en agosto. Desde ese mes hasta final de año, la guardia fronteriza lituana había devuelto a más de 8.000 migrantes a Bielorrusia, según Amnistía Internacional. El país pudo ampliar el periodo de tramitación de las solicitudes de asilo, hacer más fáciles las devoluciones y aumentar la duración máxima de la detención de las personas migrantes que llegaban a desde Bielorrusia.
Todo recibió el visto bueno y el apoyo de Bruselas, que mantiene su política de bloqueo, control policial y deportaciones como la herramienta más eficaz para "desincentivar" que las personas traten de buscar refugio dentro de sus fronteras.
Intentos de suicidio y salud mental precaria
El resultado en Lituania, además de los miles de deportaciones de solicitantes de asilo a países de los que ya habían huido, ha sido el enorme deterioro de la salud física y mental de alrededor de 2.500 personas tras meses encerrados en los centros de detención de su frontera. Allí esperan una respuesta a su petición de asilo que no llega nunca, mientras pasan los días sin nada que hacer y con numerosas carencias, denuncia MSF.
"La realidad es que estoy en una prisión. ¿Pero cuál es la razón?", se pregunta un detenido
La organización lleva desde enero de 2022 prestando atención médica y psicológica en dos de los cinco centros que funcionan como cárceles temporales de migrantes y refugiados. Los testimonios que ha recogido hablan de autolesiones e intentos de suicidio entre los detenidos y episodios de trato degradante por parte de los guardias de los centros. Aunque sobre todo ha presenciado cuadros de ansiedad y ataques de pánico provocados por la incertidumbre, la reclusión indefinida y el miedo a ser devueltos a sus países.
"Es muy difícil. Tu mente no está bien, todos los días piensas en la situación, no sabes cuándo terminará esto. No puedo dormir por las noches. ¿Por qué mantienen a la gente aquí? […] La realidad es que estoy en una prisión. ¿Pero cuál es la razón? No soy un asesino ni un traficante", relataba un solicitante de asilo procedente de Mali tras varios meses de detención en Kybartai, una antigua prisión que ahora se utiliza como centro de detención para hombres adultos solteros.
"Desde el mediodía a la medianoche no hay espacio ni tiempo para que la gente tenga tranquilidad y descanso. Hay ruido, música por la noche... "Es cruel, para que la gente se canse y solicite el retorno voluntario", confesaba otro migrante detenido.
Tampoco hay instalaciones o protocolos adaptados para perfiles especialmente vulnerables. Desde enero de 2022, MSF ha identificado y atendido en los centros lituanos a más de 50 víctimas tortura o violencia sexual y de género en su país de origen antes de huir que, sin embargo, permanecían junto al resto de detenidos, en las mismas condiciones y sin atención psicológica adecuada.
La ONG exige el final de las detenciones arbitrarias y prolongadas de solicitantes de asilo y migrantes en Lituania e insiste en que estas políticas migratorias de bloqueo auspiciadas por la UE "tienen un impacto perjudicial en la salud mental y el bienestar de las persona".
Sin embargo, se siguen produciendo devoluciones en caliente desde Polonia y Lituania a Bielorrusia, donde las autoridades también maltratan a los solicitantes de asilo una vez devuelto, según numerosos informes.
"Del lado de Bielorrusia seguimos recibiendo alertas de personas que intentaron cruzar y fueron empujadas de vuelta. Seguimos viendo pacientes con diversas afecciones médicas como resultado de su paso por el bosque y la violencia de los guardias fronterizos", añaden fuentes de MSF en Bielorrusia.
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