Ambos eran ricos, precisaban un riñón y un hígado y lo buscaron sin éxito en España entre los pobres
El sistema implementado por la ONT ha logrado abortar en nuestro país hasta la fecha dos tentativas de compra ilegal de órganos. Se conoce el caso de al menos un español que viajó a China para comprarse un hígado.
En el verano de 2019, el galés John Boucher recibió una llamada de teléfono en la que alguien le informaba de que su hermano había perdido la vida mientras hacía submarinismo en el Mar Rojo. La muerte aparentemente accidental de Desmond no se hubiera deslizado nunca a las portadas de los tabloides británicos de no haberse dado la circunstancia adicional de que su cuerpo fue repatriado desde Egipto al Reino Unido vaciado como una momia.
Han transcurrido ya tres años y medio desde entonces y John sigue sin saber qué le sucedió a su hermano o cuáles son las auténticas razones de que el patólogo británico que examinó su cuerpo en Gran Bretaña descubriera en la segunda autopsia que carecía de órganos. "Lo primero que hice tras enterarme de ello fue enfadarme", aseguraba John con la perspectiva que da el tiempo. "Pero lo cierto es que ya no hemos sabido nada más de los egipcios desde entonces, así que sigo preguntándome por qué el cuerpo de mi hermano llegó sin corazón, hígado y cerebro".
De acuerdo a la confusa versión inicial de los egipcios, Desmond se mareó buceando junto al litoral de Sharm Al Sheij. Al emerger se lamentó de una fuerte opresión en el tórax y perdió el sentido. En el hospital internacional de la ciudad al que fue enviado solo pudieron ya certificar su muerte por "una insuficiencia respiratoria grave". Lo que no explicaron nunca las autoridades árabes es por qué el cuerpo de Desmond voló hasta el Reino Unido sin varios de sus órganos vitales. "¿Cómo pueden olvidarse de retornar los órganos al cuerpo?", se preguntaba estupefacto John tratando de procesar los hechos.
Lo cierto es que extraer los órganos para practicar un examen postmortem y no volver a introducirlos en el cuerpo no solo no es extraño, sino que es una práctica legal y habitual en países como Francia o la propia España. Se conocen al menos media docena de casos de cadáveres enviados desde nuestro país al extranjero completa o parcialmente vaciados. La principal diferencia con lo acaecido en Egipto es que en la Península los órganos fueron extraídos legalmente por forenses cumpliendo estrictamente con la normativa.
Aitor Curiel López de Artaute: "No es posible tener un cuerpo abierto seis semanas aguardando los resultados para volver a meterle el corazón"
Aitor Curiel López de Artaute, miembro de la Sociedad Española de Criminología y antiguo profesor externo de la Academia de Quántico del FBI, lo explica de un modo diáfano: "El protocolo y la práctica común cuando se produce una muerte sospechosa es reforzar el análisis superficial del cuerpo efectuado por el forense con otros estudios complementarios de órganos. Las muestras de los cadáveres son derivadas con tal propósito a un laboratorio de anatomía patológica. Claro que a este le toma un mes al menos efectuar las pruebas, de manera que el órgano se conserva el tiempo legalmente establecido y ya no se devuelve al cadáver. No es posible tener un cuerpo abierto seis semanas aguardando los resultados para volver a meterle el corazón".
Casi con total seguridad, eso fue, por ejemplo, lo que le ocurrió a Saimir Sula, un albanés muerto en Barcelona durante la crisis del coronavirus cuyo cadáver fue enviado a su país sin corazón, originando un falso escándalo de tráfico de órganos. Lo que no parece aún aclarado son las circunstancias de su muerte en el servicio de urgencias del Hospital del Mar.
Es un hecho que nadie traficó con el corazón del albanés desde una sala de autopsias por la sencilla razón de que, en primer lugar, el órgano de un cadáver no removido en un entorno hospitalario sería inutilizable y, en segundo lugar, todos los profesionales implicados en el caso trazaron perfectamente la cadena de custodia. Es decir, establecieron e hicieron constar en sus informes el uso y el destino de las muestras que usaron en Catalunya para practicarles los exámenes forenses. Eso no ha impedido, sin embargo, que la prensa albanesa dedicara dos docenas de titulares al falso enigma de un corazón que en verdad fue extraído para efectuar una autopsia con todas las bendiciones legales.
En vista de los errores del pasado, incluso la página oficial del Foreign Office británico dedica actualmente un apartado a cómo deben actuar los familiares de sus compatriotas fallecidos en nuestro país para evitar más malentendidos. "En España, las autopsias normalmente se realizan cuando la causa de la muerte es desconocida, no natural, repentina o violenta. Durante una autopsia, se pueden extraer y retener pequeñas muestras de tejido además de órganos para analizarlos sin el consentimiento de los familiares más cercanos. No se le informará automáticamente si esto sucede".
¿Significa eso que en España no pueda darse nunca un caso de tráfico de órganos? Lo que suele aducirse es que, en teoría, es imposible por la simple razón de que la Organización Nacional de Trasplantes implementó ya hace muchas décadas un sistema de donaciones que no deja sitio para el fraude. Claro que la teoría podría ser eventualmente trampeada.
Tráfico de órganos en España
En España, según dio a conocer en su día El Confidencial, la Guardia Civil y la Policía Nacional interceptaron al menos cuatro llamadas telefónicas en las que expresidente del Barcelona Sandro Rosell admitía implícitamente haber "comprado un hígado ilegal" para Abidal, quien fue sometido en 2012 a un trasplante para combatir un cáncer. Aunque los indicios de que Rosell había trapicheado para comprarle un pedazo de hígado a su jugador eran consistentes, nunca se ha logrado acreditar qué ocurrió o, menos todavía, cómo se hizo. Las pruebas de ADN que se practicaron al donante no lograron demostrar su parentesco con el receptor, lo que extendió aún más dudas.
En 2014, dos años después de que Abidal recibiera un hígado por procedimientos no aclarados, el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de València consiguió frustrar el que se tiene por el primer intento de tráfico de órganos. La trama tenía a la cabeza a un acaudalado libanés cirrótico que intentó burlar la muerte comprándole un recambio a un pobre. Está plenamente acreditado que llegó a ofrecerle 40.000 euros a una española, madre soltera, aunque al final se echaron ambos para atrás por motivos no del todo conocidos. Inicialmente se dijo que rechazó su órgano porque era musulmán y no quería portar el corazón de una mujer. Luego adujo razones más humanitarias y para resarcirla le propuso contraer un matrimonio de conveniencia con un árabe.
Los cinco implicados en la trama fueron ya condenados en su día y aceptaron penas que excluían su ingreso en prisión, pero el juicio volvió a repetirse el pasado mes de octubre para que se persone como acusación particular la Organización Nacional de Trasplantes.
Técnicamente, la primera sentencia española por un delito de tráfico de órganos humanos tuvo lugar en 2017
La segunda tentativa, igualmente frustrada, de someterse en nuestro país a un trasplante ilegal tuvo por protagonistas en 2017 a una banda de criminales serbocroatas afincados en Catalunya. Hace ahora poco más de cinco años, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo confirmó las penas de hasta seis años de prisión impuestas por la Audiencia Provincial de Barcelona a tres miembros de esa familia y a un amigo que ofrecieron 6.000 euros a un mendigo marroquí que residía sin papeles en nuestro país a cambio de uno de sus riñones. Este iba destinado a uno de los condenados. Técnicamente, era la primera sentencia española por un delito de tráfico ilegal de órganos principales humanos.
De acuerdo al relato de los hechos recogidos en el veredicto, el condenado Toni Radosavljevic, sufría una enfermedad renal y, dado que carecía de tarjeta sanitaria, suplantaba a su hermano Django, igualmente condenado, para someterse a sesiones de diálisis en el hospital de Bellvitge. Toni precisaba un riñón y fue preparado médicamente para ello, pero sus familiares decidieron recortar el tiempo de la espera con la colaboración de otro magrebí llamado Oussama El Jalifi.
Lo que hicieron fue intentar comprarle su riñón a un marroquí sin techo que vivía como okupa en L'Hospitalet de l'Infant, Tarragona. Este aceptó vender su órgano a cambio de 6.000 euros y acordó que firmaría un documento legal en una notaría donde daría fe de que lo cedía de forma altruista y voluntaria, en homenaje a su amistad con el enfermo. A última hora, el sintecho marroquí se echó atrás y Django y su padre se reunieron con Oussama y le agredieron. Todos ellos fueron condenados por tráfico de órganos. Incluso el receptor recibió una pena atenuada de cuatro años y medio.
Mucho más recientemente, el pasado mes de noviembre, la prensa marroquí especuló en ciertos reportajes con la posibilidad de que algunos de los magrebíes desaparecidos en España pudieran haber sido víctimas de mafias dedicadas al tráfico de órganos humanos. Como tantas otras veces, todo lo que decían saber procedía de los cuentos de su abuela sobre el sacamantecas. En todo lo que concierne al tráfico de órganos, se interponen a menudo, junto a la realidad, las suspicacias sin sentido y las leyendas urbanas.
¿Qué le pasó realmente al hermano del galés John Boucher? Casi con total certeza nunca podrá saberse, pero lo ocurrido, sin embargo, no debería equipararse a los casos de cadáveres vaciados repatriados desde nuestro país porque, por una parte, nadie trazó en Egipto la cadena de custodia de los órganos y, por otra, es sabido que Egipto, y más específicamente las inmediaciones del mar Rojo, es uno de los epicentros de las mafias internacionales del tráfico de órganos investigadas por Interpol. Algunas tribus de las zonas secuestraban a migrantes africanos para robarles órganos. Incluso niños sin recursos eran forzados por beduinos a donar su sangre por la fuerza para comercializarla en el mercado sanitario patrio.
Tráfico de órganos en el extranjero
China es el único país del mundo que trafica con órganos a escala industrial
El problema es igualmente preocupante en Asia. Una clínica de cirugía estética de Laos publicó el pasado año en las redes una imagen de tres jóvenes sosteniendo un smartphone con una mano mientras agarraban con la otra varias vendas con sangre. Lo que se sugería es que habían vendido un riñón, por el que se llega a pagar hasta 30.000 dólares, para comprarse el nuevo iPhone. China es, por su parte, el único país del mundo que trafica con órganos a escala industrial. Con la aquiescencia de su régimen, son ejecutados los presos de conciencia para realizar extracciones forzadas. Según se denunció en su día, el Gobierno se sirve de los presos de la etnia uigur de Xinjiang o de los budistas Falun Gong como reserva de donantes.
Obviamente, la situación en Asia no guarda relación con la de Europa occidental. Pero una cosa es que sea tremendamente complicado llevar a cabo todo el proceso de un trasplante ilegal en España o en su entorno y otra muy diferente es que los europeos hallen especiales trabas para viajar a terceros países pobres como India, Egipto o Filipinas para comprarse un órgano. En 2013, la Organización Nacional de Trasplantes denunció a un español, Óscar Garay, por unas declaraciones a El País en las que, según la ONT, hacía "apología del turismo de trasplantes". Garay había viajado a China en 2008 para comprarse un hígado por una enorme suma de dinero y trasplantárselo. Es lo que se conoce como el turismo de trasplantes.
El precio de un órgano
¿Cuánto cuesta un riñón? Los precios son variables. El Gobierno australiano ofrecía unas tarifas hace ahora cuatro años en su entorno, de acuerdo a las cuales, por ejemplo, puede comprarse un corazón o un pulmón por entre 110.000 y 250.000 euros. El coste de un páncreas oscila entre los 90.000 y los 120.000 euros. En torno a 40.000 se abona por un riñón. Al final, los precios son meramente orientativos.
Así, por ejemplo, los miserables serbocroatas que conspiraron en España para forzar a un pobre okupa magrebí a que les cediera uno de sus dos riñones le ofrecieron al donante 6.000 dólares, a lo que habría que añadir lo que pensaba obtener el broker marroquí que terció en la operación frustrada.
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