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Twitter Trump Vox Trump y la ultraderecha rompen su idilio con las redes sociales

Preocupados por un descrédito que podría hacerles perder usuarios y afectar a su modelo de negocio, Twitter y Facebook han cortado el grifo. Tras la entrada de la verificación, el presidente estadounidense y partidos como Vox se enfrentan ahora a plataformas que han sido capitales en sus estrategias de comunicación.

Trump camina hacia la Casa Blanca. REUTERS/Joshua Roberts
Trump camina hacia la Casa Blanca. REUTERS/Joshua Roberts

JUAN CORELLANO

Donald Trump tuiteando contra Twitter por señalar públicamente la dudosa fiabilidad de dos de sus tuits. A estas rocambolescas situaciones se ha visto abocada la comunicación política mundial de la mano de figuras como el presidente de los Estados Unidos. Tan compleja como para incurrir en este tipo de contradicciones. Tan simple como para encajar en 140 caracteres.

La relación, durante años idílica, entre la red social y Trump parece haberse roto. Ha sido Twitter quien, decidido finalmente a controlar los bulos para proteger su reputación, ha lanzado al presidente el no eres tú, soy yo. El conflicto comenzó este martes, cuando Twitter puso en cuestión la veracidad de dos de sus publicaciones sobre el voto por correo. Pese a las posteriores amenazas del presidente, dispuesto a emprender una batalla legal contra estas plataformas, este mismo viernes la red social ha vuelto a cuestionar otro tuit suyo por "glorificar la violencia".

Una disputa que, no obstante, nos resulta familiar en España, pues recientemente Vox, de formas similares a Trump en lo que a tuitear se refiere, también se aventuró a iniciar un enfrentamiento legal contra Twitter, después de que la plataforma bloqueara varias funcionalidades de la cuenta oficial del partido por "incitación al odio". Algo que quedó, sin embargo, en un simple conato de enfrentamiento, pues la formación de ultraderecha acabó cediendo ante Twitter y, aprovechando el revuelo causado por el estallido de la pandemia, recuperó su cuenta borrando las publicaciones que habían causado el bloqueo.

Lo cierto es que las agresivas formas de Trump de los últimos días y las de imitadores como Vox son exactamente las mismas que desde hace años. Es innegable que este conflicto nace por un cambio en Twitter, que, al igual que el resto de redes sociales, se muestra ahora más dispuesto que nunca a poner freno a los bulos y el odio que circulan en su seno.

De hecho, el sonrojo público a Trump no es una decisión fruto del capricho del momento, sino coherente con la reciente política respecto a las cuestiones electorales que la plataforma anunció este mismo mes. Sin embargo, el cambio de postura resulta inevitablemente llamativo teniendo en cuenta que, durante años, Twitter ha consentido el discurso de Trump. Desde sus habituales salidas de tono hasta incluso las amenazas de iniciar una guerra nuclear contra Corea del Norte en 2018, todo valía hasta ahora para el presidente. Entonces, ¿a qué se debe este cambio?

Una cuestión de reputación

En la última actualización de sus normas mencionada anteriormente, Twitter aseguraba que su intención es luchar contra una utilización de su plataforma que "socava los principios básicos de la libertad de expresión, el valor en el que se basa nuestra empresa". No obstante, existe una importante omisión en esa frase, y es que, como cualquier compañía, sus intereses económicos están por encima de todo, incluida la defensa de la libertad de expresión. "Son empresas, no están aquí para hacer nuestra democracia mejor. Si ganando dinero hacen nuestra democracia mejor, perfecto, pero el objetivo es ganar dinero", recuerda el catedrático de Periodismo de la Universidad Jaume I de Castellón Andreu Casero, autor de varios estudios académicos a este respecto.

En ese sentido, para comprender la creciente preocupación de Twitter por moderar el discurso en su plataforma, resulta más conveniente recordar cuál es el modelo de negocio de estas empresas y cómo puede verse afectado si no actúan contra la desinformación. El beneficio económico de las redes sociales surge de observar y analizar con detalle nuestro comportamiento, de extraer la mayor cantidad posible de información sobre sus usuarios para luego venderla a terceros que quieren hacer campañas publicitarias segmentadas. Es decir, su riqueza proviene de ofrecer al proveedor de un determinado producto exactamente el grupo de usuarios que, por su comportamiento, van a querer comprarlo.

Siguiendo esta lógica, cuanta más gente haya registrada una red social, más dinero puede obtener la compañía en esta venta de información a terceros. Es precisamente ahí donde los bulos y el discurso del odio atacan a los intereses económicos de Twitter, Facebook y compañía. La gente es cada vez más consciente de la desinformación que circula en ellas y, de no actuar, las redes sociales se arriesgan a perder credibilidad, usuarios y, por tanto, dinero. "Tienen que proteger su modelo de negocio, que sus usuarios no se vayan. Evitar que tengan la percepción de que son manipulados o que sus datos se usan para manipularles", remarca Casero.

Sin embargo, la forma en la que Twitter se ha lanzado a moderar el discurso en su red ha sido bien distinta a la vista anteriormente en otras plataformas. Pese al reducido número de empleados que estas compañías tienen con respecto a su gran cantidad de clientes –lo cual hace que para ellas sea casi imposible abarcar todos sus contenidos por sí mismas–, la compañía de Jack Dorsey ha decidido no delegar esta labor en verificadores externos y tampoco ha tratado de evitar el escurridizo terreno político. Precauciones que, en cambio, siempre ha tomado Facebook.

La verificación apolítica de Facebook

Las plataformas digitales siempre han cuidado mucho de no posicionarse políticamente, pues un paso en falso puede tener nefastas consecuencias empresariales. "No sé si calificar de valentía o imprudencia temeraria lo que acaba de hacer con la cuenta de Trump, pero eso es posicionarse en la lucha política", remarca Casero sobre la decisión de Twitter.

De hecho, esta postura ha sido duramente criticada por el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg. "Tenemos una política diferente a Twitter en esto", afirma el empresario a Fox News, al tiempo que asegura que "Facebook no debería ser el árbitro de la verdad de todo lo que la gente dice en el mundo online" y que "las compañías privadas probablemente no deberían estar, especialmente estas plataformas, en la posición de hacerlo". Unas declaraciones que han dejado satisfecho a Trump, pues las compartió con agrado poco después en su cuenta de Twitter. 

De hecho, Trump parece estar, en general, mucho más tranquilo con la política de Facebook. Pese a que la compañía de Zuckerberg lleva mucho más tiempo luchando abiertamente contra la desinformación y su estrategia está mucho más sistematizada, lo cierto es que tiene una importante carencia en la letra pequeña.

Facebook colabora desde hace tiempo con agencias de verificación como, en el caso español, Maldita.es, Newtral, AFP o, más recientemente, EFE Verifica. Sin embargo, si Trump hubiera publicado en Facebook sus polémicas palabras sobre el voto por correo –calificadas como engañosas por medios como The Whashington Post o CNN– nada podrían haber hecho los verificadores, pues en su acuerdo de colaboración se les impide entrar a contrastar el discurso político en la plataforma.

Esto se une, además, al hecho de que la plataforma ignoró un informe interno de 2018 que advertía sobre la polarización en los usuarios que causaba su algoritmo, tal y como ha revelado esta semana The Wall Street Journal. Posturas que ponen en cuestión si estas medidas adoptadas por Facebook surgen de un compromiso democrático o de la intención de proteger públicamente su imagen.

El fin del idilio

Aunque el número de usuarios en Twitter sea irrisorio comparado con el de Facebook, Casero recuerda cómo en la red del pájaro hay "mayor presencia de las élites sociales y de actores que tienen capacidad para generar debates". Una idea que se ha reforzado con la pandemia, durante la cual, apremiando el contenido más informativo, Twitter ha crecido un 20% mientras Facebook e Instagram se han estancado, enfatiza el catedrático.

Con este conflicto, Trump se separa de una red social que, según sus propias palabras, le ayudó a llegar a la Casa Blanca. "Realmente creo que el hecho de tener tanto poder a nivel de cifras en Facebook, Twitter, Instagram, etcétera, me ayudó a ganar todas esas carreras en las que ellos estaban gastando mucho más dinero que yo", reconocía en 2016 el presidente estadounidense a la CBS en una entrevista tras su victoria electoral. "Trump usa Twitter para convertir en noticia todo lo que escriba y, sobre todo, para desacreditar a los medios y conseguir que todo su público no se informe a través de ellos, sino directamente a través de su cuenta", recuerda Casero. Una estrategia autárquica que pronto imitaron partidos políticos como Vox.

"Estamos pasando de un escenario en el que las redes sociales eran el motor de la democracia en el 15-M y la primavera árabe a otro en el que son el principal ariete para las estrategias comunicativas de la extrema derecha", comenta Casero. Un cambio paradójico que levanta una ineludible responsabilidad para estas plataformas: el haber estado alimentando, con su consentimiento, un fenómeno contra el que ahora mantienen una lucha abierta.

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