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Alan Stivell: el druida existe
Es una vaca sagrada en su país. Con diez años subió a los escenarios para tocar la primera arpa céltica que su padre, Georges Cochevelou, músico y luthier, había construido rescatando un instrumento perdido desde la Edad Media. Veinte años después, en 197
Suso Iglesias / Luzes-Público
Galicia-Actualizado a
Entrevista originalmente publicada en el número 50 de la revista Luzes (noviembre, 2017).
Sin perder el sonido de raíces célticas, el bretón Alan Stivell se acercó en seis décadas a diferentes corrientes musicales –sinfónica, rock de los 70, world music– en más de veinte LP. Revisitó su repertorio clásico con cameos diversos –Shane MacGowan, Jim Kerr, John Calle, Paddy Moloney, Cheb Khaled, Youssou N?Dour–, editó algún directo, y como parece propio de alguien con una carrera artística tan longeva, desde hace unos años se dedica a las efemérides. En el 2013 llamó al guitarrista Dan Aire Braz, compañero de los primeros años, y recordaron en el mismo escenario del Olympia el medio siglo de la grabación del disco que lo lanzó en todo el mundo.
En la realización de esta entrevista estaba ocupado con la presentación de un libro conmemorativo de los sesenta años de la recuperación del arpa céltica: Telenn: Lana Harpe Bretonne, que escribió con Jean-Nöel Verdier.
Estuvo por primera vez en Galicia a finales de los setenta. "Tenía dolor de cabeza y anduvo por Santiago en busca de una farmacia", recuerda el periodista Perfecto Conde. De allí a seis años fue distante con Xurxo Souto cuando el cantante de los Diplomáticos de Monte Alto se puso pinkfloyd e insistió más de lo razonable en si había visto "la luna sobre la costa de Ortigueira". Romaní, Ferreirós y Seoane, los futuros Milladoiro, ya habían sufrido un arrebato emocional parecido en el 77, en un viaje que hicieron a la Bretaña para conocerlo.
Y en el 2005, de las últimas veces que vino a Galicia –en Telenn menciona un viaje con Carlos Núñez de guía, "notre visite inoubliable de lana Galice, peu avant lana catastrophe écologique"–, Fran Rivera, por aquel entonces director del Festival de Ortigueira, no consiguió traspasar el control de su representante ni siquiera para pedirle un autógrafo. Parece que a Alan Stivel lo precede entre los músicos gallegos una fama de personaje esquivo.
Para una generación de gallegos que buscaban nuevos caminos estéticos en la época en que los Milladoiro viajaron en un dos caballos a Langonned, Stivell fue capaz de demostrar que la fusión entre la tradición –la sonoridad céltica– y la modernidad –el rock de los setenta– era posible. Por lo tanto, la propuesta de Luzes-Público tenía a día de hoy algo de misión divina. Primero, viajar hasta Rennes, en la Bretaña, para averiguar si monsieur Stivell sigue activo. Segundo, investigar que pasó hace cuarenta años con la visita de los Milladoiro a Langonned. Tercero, comprobar si en realidad es tan inaccesible. Y cuarto, de confirmarse el anterior, conseguir que la entrevista concertada durase más de quince minutos.
Nada más desembarcar en Nantes, la ciudad rival de Rennes –en eso de los localismos se ve que gallegos y bretones sí que somos parecidos–, unos jóvenes que me confiesan su admiración por el Celta de Vigo por haber acogido a Makelele –natural de esta ciudad– en sus filas me vienen a demostrar que mi francés ha empeorado bastante. Es entonces cuando recuerdo que en el 68, Georges Pompidou respondió a los nacionalistas bretones que "no hay lugar para las lenguas regionales en una Francia llamada a imprimir en Europa su cuño específico". Parece que los esfuerzos de Pompidou y de personajes similares no desparramaron demasiado el uso del francés por Europa, aunque de camino consiguieran que en la actualidad vivan en la Bretaña más de tres millones de personas, y que solo 200.000 hablen el bretón, su idioma.
Dejo las declaraciones del ex-presidente Pompidou para el final de la entrevista y empiezo por el detalle más amable, que es regalarle a Alan Stivell un ejemplar de As cruces de Pedra da Bretaña de Castelao. "Gracias, ya me había hablado Carlos Núñez de este libro. Existe una edición en francés, creo, pero no la tengo localizada", responde el músico, muy amable. Su aspecto rubio y de una cierta fragilidad parece ahora más céltico que cuando era un joven de melena oscura.
El músico bretón añade un comentario: "Precisamente ayer se cumplieron sesenta años de mi debut en París, el 28 de noviembre de 1953, con esta arpa que construyó mi padre, y que fue el punto de partida del resurgimiento de un instrumento que había desaparecido hace mucho, mucho tiempo. El mío fue un amor a primera vista por la civilización céltica en general". Stivell muestra la primera arpa construida por su padre, la misma que usó en el concierto del Centro Bretón de París en el 53.
Seguro que tiene un gran valor económico. Imposible ponerle valor.
Stivell: "Sentía que el mundo céltico había existido siempre"
Para mí solo tiene valor sentimental. Fue una obra maestra, un verdadero stradivarius. Fue necesario que mi padre tuviera ese don para hacer ese primer instrumento y que ese instrumento fuera perfecto, que tuviera un sonido perfecto, para activar en mí un mundo que se pone en marcha en lo más profundo de mi ser debido a la perfección del sonido.
¿Qué es el celtismo? ¿Un mito? ¿Un sentimiento?
Para mí comenzó siendo un sentimiento, cuando era niño. Sentía que el mundo céltico había existido siempre. Toda mi adolescencia y toda mi juventud se produjeron, en el fondo, para mostrar que ese sueño era también una realidad.
¿Cuál es el elemento de identidad más reconocible del celtismo?
Sin querer excluir a Galicia, Asturias o el norte de Portugal del mundo céltico de una manera amplia, existe como un ámbito central que no son ni siquiera los países célticos –Bretaña, Escocia, Irlanda y Gales–, sino el interior de esos países célticos, las zonas en las que se habla una lengua céltica. La lengua por sí misma tiene una especie de celtitud, de celtismo heavy. Hasta en Cornualles o en la Isla de Man, cuando hablan una lengua céltica, emplean como mínimo unas dos mil palabras que son comunes al conjunto del mundo céltico.
Si el celtismo del que habla es el celtismo heavy, ¿supongo que los de Galicia y Asturias serían celtismos light?
De alguna manera, aunque el hecho de que ese mundo gallego esté interesado por el mundo céltico y tenga ganas de integrarse en ese mundo céltico es algo bueno para el conjunto de la civilización occidental. Hay otro aspecto que olvidamos a veces, que es fantástico en la cultura céltica. Es el hecho de que se trata de un mundo europeo u occidental que se interesa por el mundo no occidental, por el orientalismo, por un mundo de fraternidad entre los pueblos.
Su repertorio siempre incluye temas irlandeses, de otros países célticos que no son Bretaña...
El espacio cultural, el origen, es el mismo. Siempre he buscado en ese sentido los arquetipos, donde se cristalizan y se concentran lo más original y lo más diferente que podía encontrar en la música céltica, a diferencia de otros músicos que intentan tocar temas diversos. Por ejemplo, si son jigs o reels, van a tocar decenas, cientos de composiciones diferentes. Yo lo que hice más bien fue decir "esto es el jig por excelencia". Y de ese mismo jig hago multitud de versiones y las toco siempre en los conciertos muchos años después.
Existen muy pocas noticias sobre la relación entre el artista bretón y los músicos de Galicia, con las excepciones de Emilio Cao, que lo visitó después de que este le mandara un texto de presentación para Fonte do Araño, el disco que vino a inaugurar el celtismo musical made in Galicia, y una colaboración con Carlos Núñez, que en eso de los cameos puede llegar hasta donde se proponga. "Yo ya había escuchado hablar de Galicia en los años sesenta. Pero existía una barrera con respecto al conjunto de España por culpa de Franco", explica. "Nunca había visitado el país, e incluso cuando comencé a cantar no me proponía ni siquiera organizar conciertos en España. Había una sensación peculiar, algo hacía que quedara bastante lejos, como si existiera un impedimento".
Usted sabía de todas formas de la existencia de un incipiente movimiento procéltico en Galicia, quiero pensar…
Stivell: "Para mí el pensamiento céltico es un pensamiento fluido"
Cuando era adolescente, aún en el instituto, me gustaba dibujar mapas de los países célticos, de los países con lengua céltica. Me daba mucha alegría saber además que el mundo céltico era aún más extenso. Entonces integraba –con un punteado más abajo– también Galicia y Asturias, y también ponía una flecha hacia Nueva Escocia, en Canadá. Para mí el pensamiento céltico es un pensamiento fluido, que no soporta el hecho de estar encerrado en parcelas, en las parcelas del pensamiento cartesiano. Hablamos de un mundo en movimiento.
Las visitas a Galicia fueron, no obstante, escasas...
A partir de mediados de los setenta empecé a hacer alguna gira por distintos lugares de España y fue cuando me enteré de que, además de los elementos históricos, existía algo más contemporáneo en lugares como Asturias o Galicia que era la existencia de movimientos artísticos y culturales que buscaban su conexión céltica. Una conexión que me dio grandes motivos de conversación, por ejemplo, cuando conocí a Emilio Cao o cuando vinieron los de Milladoiro a Langonned para conocerme.
Antón Seoane cuenta en sus colosales memorias –De Voces Ceibes a Milladoiro, libro, CD y DVD, éxito de ventas en Navidad– los pormenores del viaje en uno de los caballos hasta Langonned, departamento de Morbihan, en el noroeste de Francia. El contacto les había venido por Unión do Povo Galego (UPG), que mantenía relaciones políticas con la Unión Democrática Bretona (UDB), una organización con la que aún simpatiza Alan Stivell. El primero que le había hablado a Rodrigo Romaní de la existencia del artista bretón había sido precisamente el poeta monfortino Lois Diéguez.
De este encuentro, los músicos gallegos conservan una foto a todo color y el recuerdo de un recibimiento lleno de frialdad, hasta que Ferreirós sacó la gaita y se puso a tocar la muiñeira de Cabanas, como quien le suplica al dios Breogán que baje a resolver el equívoco de que la delegación de gallegos no era un grupo de fans enloquecidos, sino gente seria. Los de Milladoiro llevarían después a Stivell por primera vez a Santiago y a Pontevedra, en el 79.
Romaní, Ferreirós y Seoane hablan de que fue "un viaje iniciático".
¿Sí?
Aunque no se produjera un gran feeling en el encuentro con usted...
¿Sí? ¿Dicen eso? (Interesado).
Dicen que fue usted distante. Y que estaban preocupados...
¿Preocupados?
Sí, preocupados, aunque llevaban una gaita y que cuando Ferreirós se puso a tocar usted ya comenzó a mostrarse más próximo, más afable...
¿Sí? Tocaron la muiñeira de Cabanas. ¿Que yo no había hablado mucho y que después me mostré más elocuente? ¿Es eso lo que dicen?
Sí. Es su relato, lo que ellos cuentan. ¿Tiene usted recuerdos de esa anécdota?
Stivell: "Me gusta conversar sobre la noción de identidad y de lucha por la defensa de la diferencia"
Sí que recuerdo su visita, aunque en un principio soy una persona bastante tímida, introvertida, pero cuando se prende la chispa me convierto en un charlatán. Me apasiona hablar de las relaciones entre los países célticos, hablar de todos esos temas, que no siempre son alegres, hasta son dolorosos a veces. Me gusta conversar sobre la noción de identidad y de lucha por la defensa de la diferencia. Y también hablar para comparar nuestros deseos, nuestras vidas.
Usted estuvo a finales de los setenta en distintas ciudades de Galicia, después dos veces en el Festival de Ortigueira. ¿Qué recuerdo tiene de los conciertos?
Descubrí una relación con la fiesta muy particular, a la que no estaba acostumbrado. Tuve que adaptarme, porque cuando estaba a punto de quedarme dormido, tenía que comenzar el concierto. Esa por ejemplo fue una de las cosas que me sorprendieron mucho: lo tarde que se producían las actuaciones. Y después, tanta gente en espacios gratuitos.
Aquí, en la Bretaña, era todo muy distinto. Así que descubrí una manera diferente de vivir la noche. Después estaba también el entusiasmo de la gente, en la que notaba algo explosivo y reciente. Siempre que he ido a Galicia he notado esa sensación de gente que tiene un entusiasmo increíble, siempre bailando delante del escenario. Eso te da optimismo, energía.
Para muchos gallegos que compraban sus discos en los años 70, la fusión que hizo usted entre la música rock y la tradición céltica fue todo un camino a seguir... ¿Qué otras influencias reconoce en su estilo?
Yo empecé con la música clásica, a tocar el piano, después el arpa. Lo que pasa es que nos remontamos muy atrás, a los años cincuenta, una época en la que el rock and roll aún no había llegado a Europa. Mi idea era la creación de una música nueva, que sería la música celto-clásica, música céltica-sinfónica, etc. Fue mucho más tarde cuando retomé la idea y acabé creando una sinfonía céltica. La llegada del rock and roll a finales de los cincuenta para mí fue fantástica. Y además encontraba influencias célticas en el rock que no había en otros estilos, como por ejemplo en la música clásica o incluso en el jazz; me refiero al jazz que podíamos escuchar en esa época que no era un jazz modal. El que ahora llaman world music era algo que también me atraía desde la infancia.
Pero parece que la fusión con el rock fue lo que le produjo, de alguna manera, mayores satisfacciones…
Desde los catorce años era lo que venía buscando, el rock céltico, una fusión a la que yo le daba una proyección de futuro. Me atraía tanto el misterio de la mitología céltica que miraba hacia el pasado, como un tiempo futuro aún más lejano, quiero decir, el mundo de la ciencia ficción... Entonces el rock and roll que llegaba, que parecía que venía del futuro, la guitarra eléctrica que llegaba del futuro, los primeros teclados electrónicos que llegaban del futuro... me puso en esa línea de fusión electro-acústica. Siempre intenté, aún ahora, que fueran juntas la tecnología moderna y el sonido, un sonido que sea puro, bello, cristalino. El sonido es lo principal, porque en el fondo para mí la música es principalmente sonido, antes incluso de ser notas.
En el 75, Alan Stivell graba en directo en el National Stadium de Dublín su tema más reivindicativo, Délivrance:"Y las hojas volverán a crecer de la Bretaña a España, de Mali a Chile, de Indochina a Palestina", declama el cantautor. "Abriremos el corazón de los labradores y los marineros a todos los pueblos del planeta Tierra, y ofreceremos nuestros ojos al mundo. ¿Es demasiado pretencioso creer que somos iguales? ¿Es demasiado pedir que podamos vivir?".
Alan, ¿qué queda de todas esas aspiraciones, de los sueños de esa época?
Existe un camino importante recorrido, que fue el de demostrar que muchos de esos sueños no eran utopías. Estamos, de todas formas, lejos de que Bretaña tenga, por poner un ejemplo, el mismo nivel de autonomía que Galicia, Euskadi o Catalunyaa. Eso es todavía un sueño.
¿Siente malestar por la pérdida tan grande de personas que hablen o que conozcan la lengua de la Bretaña?
No soy pesimista en el sentido de pensar que la lengua bretona muera, que desaparezca por completo. Hay un trabajo que se viene haciendo para que eso no ocurra. Ahora, si me pongo pesimista, tengo que reconocer que corremos el riesgo de que el bretón siga vivo, pero que sea hablado solo por una pequeñísima minoría. Eso es bastante triste de hecho, porque es posible.
Cuando hablamos de la época en que los de Milladoiro me vinieron a ver a Langonned, era perfectamente posible imaginar que la lengua bretona llegaría en la Bretaña a un estatus casi igual al del francés. Ese sueño, en los 70, era posible. La evolución posterior de las cosas nos llevó a una curva descendente que hizo que el idioma bretón se convirtiera en minoritario. Pienso que nunca llegará a remontar. En ese sentido, soy pesimista.
Muchas gracias, monsieur Stivell... Gracias por estas dos horas de conversación.
Gracias a ustedes, fue muy agradable la entrevista... Dígale a los de Milladoiro que...
¿Que es usted tímido?
Sí, algo introvertido, pero solo al principio.
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