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La regla y la autodestrucción

De todas las cosas con las que nos engañan o de las que nos cuentan medias verdades cuando somos pequeñas (los Reyes Magos, el ratón Pérez, la Transición Española), una de las peores es la del ciclo menstrual.

De todas las cosas con las que nos engañan o de las que nos cuentan medias verdades cuando somos pequeñas (los Reyes Magos, el ratón Pérez, la Transición Española), una de las que más me está jodiendo actualmente es la del ciclo menstrual.

El acervo cultural está lleno de chismorreos y referencias al síndrome premenstrual o sobre estar insoportables cuando tenemos la regla (¿quién carajo no va a estar insoportable sangrando por la pata abajo?), pero pocas o ninguna alusión he encontrado a la fase que a mí más me afecta. Y sí, lo habéis adivinado: yo hoy vengo aquí a hablar de mi ovulación.

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¿Qué necesidad? Ninguna, pero tampoco nadie ha molestado a lo largo de los años a todos esos "señoros" que prácticamente escribían mirándose el escroto, así que aunque sea para equilibrar algo las cosas, hoy toca esto.

El acervo cultural está lleno de referencias al síndrome premenstrual o sobre estar insoportable cuando tienes la regla

Si este fuera un artículo serio (un artículo en serio sí que lo es), debería comenzar por una breve referencia a lo que es la ovulación, pero mira: si no lo sabes y tienes más de diez años, algo está funcionando mal en nuestra sociedad (muchas cosas, pero hoy este no es el tema). La menstruación no es cosa sólo de quien la padece, que ya lo dijo la gran Rigoberta: "No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas", pues la menstruación, peor.

Cuando empecé con la regla tenía pesadillas con convertirme en una apestada, mucho más cuando un chico de mi clase dijo en un parque con un público prepúber más que considerable que la regla era una cosa asquerosa y que olía mal, que cuando su hermana mayor la tenía olía fatal. Creo que fue ahí cuando comencé a obsesionarme con los olores, por añadir una cosa más a mi extensa lista de obsesiones. Y si no sabes lo que es la ovulación porque tienes menos de diez, seguramente no debas estar leyendo este artículo (PARENTAL ADVISORY EXPLICIT CONTENT). En cualquiera de los dos casos, tendría gracia que supieras lo que es un escroto, pero ni idea de la ovulación.

No le descubro a nadie la luna si digo que tengo problemas de ansiedad. Dichos problemas se multiplican por tres, por cuatro, por cinco, cuando ovulo. No duermo, tengo demasiados pensamientos por minuto y a la vez soy incapaz de concentrarme, ando como pollo sin cabeza por la vida, con los sentimientos a flor de piel, y quiero algo, y al segundo siguiente no, y lloro, y de inmediato río, y luego quiero matar gente. Y, sobre todo, me siento como una putísima mierda (ya puse el aviso parental antes).

No le descubro a nadie la luna si digo que tengo problemas de ansiedad que se multiplican cuando ovulo.

Sentirse tan mal con uno mismo no es algo inusual. Todo el mundo tiene problemas y complejos. Quien diga que no, miente. Sin embargo, lo que me resisto a creer que sea tan habitual es esa ansia de autodestrucción que a algunas personas nos afecta tanto.

Beber, fumar, drogarse, discutir con alguien a quién quieres para que te diga todas esas cosas que tu misma te repites a diario. Importante que sea alguien a quien quieres, alguien que sabes que cuando la lluvia escampe seguirá estando ahí, a pesar de todo. Porque las personas que tendemos a la autodestrucción somos también muy cobardes. No nos vamos a arriesgar a perder a nadie, que bastante tenemos con perdernos a nosotras mismas. Aunque también sirve el argumento contrario: nos pegamos contra la gente que más nos quiere porque que alguien nos quiera reduce algo nuestro autorrechazo, y eso no puede ser. Tenemos que estar 24/7 recordando que no somos suficientes. Que si nos pasa algo malo es porque lo merecemos, y que si algo bueno llama a nuestra puerta es por pura suerte.

La verdad es que hablo de algunas personas cuando quiero decir algunAs, a secas.

Hace meses fui a unas jornadas a hablar del síndrome de la Impostora. Tienen también As Womansplainers un capítulo muy interesante al respecto. IMPOSTORA, con "A". Porque eso de no sentirse suficientes, aunque lo he visto en algún hombre, nos afecta directamente a nosotras. Ya puedes trabajar fuera de casa, llevar las hijas al cole y a las extraescolares, poner lavadoras, cocinar para toda la semana, ir a las reuniones de la asociación de madres y padres, pasar el aspirador, cuidar de la gente mayor de la familia, lavar la loza y hacer la cama a diario, que nunca va a ser suficiente.

Siempre tendrás que llegar a más, siempre ha quedado algo a medias o sin comenzar que es culpa tuya. No te dio tiempo de depilarte el bigote, que pareces tu padre. Llevas las bragas viejas de la regla porque fueron las primeras que cogiste del cajón; tienes las de encaje que te costaron un ojo de la cara todavía con la etiqueta, que ya lo decía tu madre, que nunca sabes cuándo vas a tener que ir a Urgencias a que te vean desnuda. Con razón ha desaparecido vuestra vida sexual. Y las canas, ¿qué?. ¿No te tiñes?. ¿Y ese peinado? Así vas horrible. Hace dos meses que no pisas el gimnasio, mira qué celulitis, mira cómo te queda la ropa últimamente. Y eso ya no se lleva, que lo sepas. Y ese color queda mal con tu tono de piel, pero, en fin, qué más da, si el tono de piel no se ve con esos pelos que llevas. El último trabajo que entregaste no fue tan bueno, y lo sabes. Podías dar mucho más de ti. No fue suficiente. Nunca eres suficiente.

Eso de no sentirse suficientes, aunque lo he visto en algún hombre, nos alcanza directamente a nosotras.

Me fascina, también, enterarme de que muchas veces la solución a todas esas cosas pasa por el dolor. Físico o mental, incluso metafórico. Depilarse. Tacones. Dormir menos para pintarnos la raya del ojo. Ocuparse de los demás y olvidarse de una misma. Gastar dinero en cosas innecesarias que creemos imprescindibles. La primera arruga, pues pínchate. Las tetas pequeñas, pues opérate. La regla, pues aguántate. No me entendáis mal: de esa lista, de todas las listas que vosotros también podáis imaginar, yo he hecho el 90%, seguro. Porque quise, que nadie me obligó (excepto menstruar, eso no lo pude elegir. Menstruar lleva siglos doliendo y parece que a nadie le importó nunca, porque no afectaba a la parte correcta de la Humanidad). Todas hicimos el 90 %, seguro. A lo mejor es que todas tenemos los mismos gustos, también os digo. Pero fue elección propia, aunque no dejo de preguntarme cuánta libertad hay en las elecciones propias. Cuánta libertad hay en esta ansia de autodestrucción que tenemos, sobre todo, nosotras.

Me pregunto qué libertad hay en las elecciones propias,  en el ansia de autodestrucción que tenemos sobre todo nosotras

Le contaba a mi amiga Anna R. Figueiredo que acababa de ponerme dos pendientes más en la oreja, que estaba teniendo un ciclo de ovulación muy jodido. Las hormonas, que minan mi capacidad de reflexión (como si habitualmente tuviera mucha). No le confesé que había un algo de placer en infligirme daño a mí misma por elección propia. Su respuesta fue que frenara, que si lo hacía en cada ciclo iba a quedarme sin oreja. Que mejor cambiara la autodestrucción por los autocuidados. Le pregunté cómo se hacía eso. No supo muy bien qué responderme.

De todas las cosas con las que nos engañan o de las que nos cuentan medias verdades cuando somos pequeñas, quizás la omisión deliberada de cómo ser mujer y no autodestruirse es la que más me jode.

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