Opinión
El burro al caballo
Periodista
-Actualizado a
Si un alienígena hubiera aterrizado el domingo en Madrid, se habría quedado de pasta de boniato. Patidifuso. Boquipasmado. En primer lugar por la dificultad para aparcar el OVNI y por ese aspecto de desguace chatarrero que adquieren las carreteras de la ciudad cada vez que se constipa el tráfico. En segundo lugar, habría que explicarle al hombrecillo verde los pormenores de la manifestación pepera, el tremedal rojigualdo de la Plaza de España, los gritos contra Sánchez y ese enigmático eslogan de Mafia o democracia. Al frente del guateque, Alberto Núñez Feijóo echaba pestes del Gobierno y llamaba a celebrar nuevos encuentros en la tercera fase.
A nuestro simpático alienígena le gustaría saber que en lengua cristiana llamamos “mafia” a una organización de criminales. Quizá entonces le asustaría descubrir que el partido convocante del sarao del domingo ha sido tres veces condenado por corrupción. Allí estaba José María Aznar, que tuvo a sus mejores ministros imputados o dopados con sobresueldos. También asistió M. Rajoy, padrino mayor en tiempos de la Operación Cataluña y la policía antipatriótica. De ahí la sorpresa. Ver a los sobrinos de la Gürtel manifestarse contra la corrupción era algo así como encontrarse a Jack el Destripador en un congreso de gastroenterología.
A nuestro buen E.T. deberíamos mostrarle el cambio progresivo de estrategia. Allá por 2021, en un mitin del PP en Ceuta, los periodistas cometieron la temeridad de preguntarle a Pablo Casado por la imputación de María Dolores de Cospedal en el caso Kitchen. Hubo feligreses que respondieron con una salva de abucheos, hombre ya con las preguntitas. Casado fue más bien expeditivo: la decisión de mi partido es tirar por la calle de en medio y no volver a hablar nunca jamás de estos asuntos. “¡Hablad de Ceuta!”, gritaban los asistentes. Y Casado recogía el guante. “Estoy bastante de acuerdo con estos caballeros”.
Amigo extraterrestre, deberías saber que unos meses después Casado la cagó pero bien cagada. Y es que en vez de hablar todo el rato de Ceuta, se fue a la radio a mencionar las mordiditas del hermano de Ayuso en Madrid. No te lo vas a creer, pero los manifestantes del domingo no protestaron en aquel entonces contra Ayuso, ni contra su hermano sino contra el infeliz de Casado. Todo eso antes de cortarle la cabeza por haber roto la omertà. Como en la mafia. Con lo fácil que era limitarse a hablar de Ceuta. No sé cómo funciona el cotarro en tu planeta, pero con la democracia en Madrid verdes las han segado.
Ahí fue cuando llegó Feijóo y el partido probó un nuevo giro en sus modales. Conscientes de que no hay mejor defensa que un buen ataque, los cráneos privilegiados del PP decidieron echarle más morro que un oso hormiguero y empezaron a acusar de corrupción a todo quisqui. La política española se parece cada vez más a un paseo por los espejos deformantes del Callejón del Gato. La realidad nos suena tan insípida y narcotizante que preferimos las dimensiones paralelas, los multiversos del esperpento con lobitos buenos, corderos maltratadores, brujas hermosas y piratas honrados. Aquel mundo al revés del poema de José Agustín Goytisolo es ahora una manifestación del PP.
Querido alien, vas a flipar en colorines cuando te cuente que el truquito argumental de los genoveses es ya de dominio general. Que la ciencia-ficción se ha vuelto el género más cotizado y las chaquetas reversibles son la prenda de última moda. El truco está en echar balones fuera, negar las evidencias con pataletas cósmicas y abducir al personal hasta que la verdad deje de resultar relevante. Qué importa la verdad cuando tenemos interpretaciones y dinero para imponer una determinada visión del mundo. Así, gracias a Esperanza Aguirre, sabemos, por ejemplo, que el franquismo no fue una brutal dictadura sino un oasis de prosperidad.
Te diré que el refranero castellano define con precisión este rompecabezas. Imagina que aterrizas un domingo en Madrid y después de aparcar tu astronave en doble fila encuentras una manifestación contra el PP bajo el lema “Orejón llamó el burro al caballo”. ¿No tendría todo el sentido del universo? Es fácil elegir entre mafia o democracia, ya que venimos de un pasado más mafioso que democrático. Sin embargo, cuando escuches hablar a los políticos te invadirá la sensación de que esas palabras tienen significados distintos en cada boca. Es cierto que la lengua castellana puede ser tramposa, pero lo del PP es, en verdad, de otra galaxia.
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