Opinión
Chim pum Ayuso

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Con Ayuso, igual que con Trump, es difícil saber si estamos ante un personaje grotesco, inverosímil y completamente exagerado o ante la persona que lo interpreta. Las líneas de demarcación entre ficción y realidad no son fáciles de trazar, menos aún en el campo de la política, donde se confunden ser y parecer. Básicamente existen dos grandes escuelas de actuación: la que asegura que para interpretar bien a un borracho hay que estar perfectamente sobrio y la que dice que lo mejor es estar borracho perdido. Aunque era un bebedor de primera, a Clark Gable le bastaba con desordenarse un poco el flequillo para simular que estaba trompa, ya que un actor siempre debe respetar las entradas, el guion, las marcas en el suelo y la verticalidad.
Para ilustrarlo, está aquella leyenda de una obra de teatro en Broadway donde Ethel Barrymore y Louis Calhern decidieron emborracharse en días alternos (el lunes ella, el martes él, etc.), de manera que pudieran ayudarse mutuamente a salir del paso. Cada uno se sabía de memoria los diálogos del otro, de manera que, si Calhern empezaba a balbucear, Barrymore le susurraba la continuación y así iban salvando el espectáculo. Ocurrió que un día se equivocaron y ambos llegaron tan perjudicados al escenario que, al levantarse el telón, se quedaron tambaleándose como dos tentetiesos. Al cabo de un minuto de silencio escalofriante, el apuntador musitó entre los murmullos del público el comienzo de la primera frase y Barrymore, completamente borracha, replicó: “No, si la frase nos la sabemos, pero la dice él o la digo yo”.
Es un hecho conocido que Ayuso se mueve por los mítines y los platos televisivos asistida por un apuntador invisible en diferentes estados de cocción. Parapetado detrás de un pinganillo, Miguel Ángel Rodríguez es la nueva versión de Cyrano de Bergerac susurrando al oído de Ayuso y enamorando por poderes a la audiencia con disparates de marca mayor. Ayudas a los hijos concebidos no nacidos, becas para hijos de millonarios, una Oficina del Español en Madrid, un Centro de Atención Integral Especializado para hombres víctimas de la violencia sexual. Unas veces estos proyectos salen adelante y otras no, pero lo importante es mantener al personal alerta, ojo avizor, convencido de que hay gente dispuesta a enfrentarse a la dictadura etarra, al comunismo bolivariano, a la ley de gravitación universal, a la milonga del cambio climático y al sentido común. Que sepan que frente a los maquiavélicos planes de la Agenda 2030, con sus promesas de progreso, igualdad, ecologismo y justicia universal, hay al menos una señora instalada en la Agenda 1927, que es 7291 al revés.
Por qué la estupidez ha triunfado en todos los órdenes de la vida (de la pseudociencia al periodismo y de la música a la política) es un verdadero misterio, pero ahí tenemos el movimiento antivacunas, la vuelta del terraplanismo y la hegemonía de Donald Trump como hechos irrefutables. Ayuso dice en una entrevista a Ana Rosa Quintana que el lendakari Pradales la amenazó de muerte utilizando el euskera como arma arrojadiza y Ana Rosa Quintana y la audiencia de Antena 3 se quedan tan panchas. A continuación, explica a su manera el error que cometen quienes juzgan el genocidio de Gaza sin tener ni idea del tema, del mismo modo que criticaban a Fernando Alonso por si ponía o no ponía neumáticos de lluvia.
Es asombroso que alguien del calado intelectual de Ayuso esté al frente de una Comunidad Autónoma, pero no menos asombroso que la creencia de que la Tierra es plana o de que un tonto a las tres puede discutir con un científico. En una época donde cualquiera de estas afirmaciones puede rebatirse consultando el móvil (Pradales dijo exactamente "Ayuso, escucha, Euskadi es vasca"), volvemos al dominio de la posverdad, de la paparrucha pura y dura, al momento en que Kellyane Conway afirmó, contra toda evidencia, que no había manera de calcular si la multitud que había acudido a la primera toma de posesión de Trump era mayor o menor que la que había acudido a la de Obama. La mentira flagrante que dijo Trump no era tal mentira sino "un hecho alternativo". No se trata de que la gente sea estúpida sino de algo mucho más grave y pernicioso: que ha decidido serlo. Mientras tanto, en Madrid no nos queda otra que seguir el dueto entre Ayuso y Rodríguez a ver si un día les pillamos sobrios.
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