El último sondeo del CIS coincidió grosso modo con la valoración de Bertín Osborne, cuñado oficial del reino. Entre los mejillones, las palomitas y el futbolín, Mariano se sintió tan a gusto en el sofá que casi se queda a gobernar allí. Tampoco es que fuese a haber mucha diferencia. Bertín le reía las gracias a Mariano y viceversa, se soltaron piropos mutuos y el buen rollo se fue intensificando hasta que llegó un momento en que el presidente estuvo a punto de quitarse la barba y pasársela a su anfitrión para que se presentase él a las elecciones. Más que una entrevista, parecía un especial de El jefe infiltrado, aunque no estaba claro cuál de los dos era el jefe ni cuál el infiltrado.

Daba la impresión de que en el sofá de Bertín podía empezar directamente la segunda legislatura. Sin embargo, el día siguiente amaneció con una encuesta donde los bertines consultados daban ganador al PP en tanto que Mariano salía como el líder peor valorado con un 3.35 pelao. Para explicar esa discrepancia quizá haya que recurrir al voto femenino, quizá las bertinas se sintieran un tanto disgustadas ante la confesión presidencial de que conquistó a su mujer mediante argumentos y razones y de que se casó finalmente un 28 de diciembre. Una lástima que, entre el masajeo graciosete, los recuerdos personales y las muchas preguntas que se dejó en el tintero, Bertín no le preguntara por los recortes que estos últimos cuatro años han sufrido los dependientes. Tal vez era un tema demasiado personal para él.

Los sondeos electorales suelen ser armas de doble filo porque pueden movilizar a los votantes indecisos y paralizar a los leales. Es decir, que si el domingo 20 hace buen tiempo no va uno a desaprovecharlo cuando sabe que los suyos arrancan con una ventaja inicial de 8 puntos. A mí en cuatro décadas de vida democrática no me han preguntado jamás por mi intención de voto y en caso de que me hubieran preguntado esta vez, les habría dicho que iba a votar a Vox, un poco por joder, otro poco por lástima. Debe de ser que los del CIS preguntan siempre a los mismos. En un cuento de Isaac Asimov se ahorraban todo el complicado proceso de campaña, elecciones y recuento con un ordenador gigantesco que, mediante un complejo sistema matemático, escogía a un votante medio ideal de entre los millones y millones de votantes. Entonces se le preguntaba a quién elegiría él y se acababa el asunto. En España no nos haría falta ni ordenador, bastaría con sondear a Bertín Osborne.

De cualquier modo, a Mariano se lo ve demasiado tranquilo después de la sangría monumental de votos del PP en las últimas encuestas. Tal vez no haya caído en la cuenta de que Albert Rivera y Pdr Snchz podrían formar un pacto de gobierno y dejarle a él fuera de un codazo. No es una alianza tan ilógica como pudiera parecer, de hecho Pablo Iglesias matizó muy bien la capacidad de adaptación al medio del líder de Ciudadanos: "Albert Rivera es de lo que haga falta". Una vez pasado el casting entre los dos candidatos más atractivos, únicamente habría que hacer una selección de personal, como en los concursos de misses. De salir presidente Rivera, Pdr Snchz podría prestarle ropa.