Opinión
Constructoras, mascarillas y un narco del café

Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
El martes ha sido un mal día para quienes vemos en la corrupción política estructural la gangrena de la democracia. Si el afrodisiaco de esta corrupción, además, son los contratos de emergencia por una pandemia global que se llevó por delante más de 120.000 vidas en España, según cifras oficiales, el malestar se transforma en frustración, rabia y miedo. En este maltratado país, los/as demócratas nos felicitamos por las cinco décadas que hemos pasado sin un dictador al frente del Estado; y hasta lo celebramos con homenajes a la libertad, los derechos humanos y otras virtudes de la democracia. Mientras tanto, la vida diaria nos recuerda que, como durante el franquismo corrupto, siempre habrá un cargo público, un familiar del tal o un amigo/amante del cual dispuestos a llevárselo crudo aunque la gente se muera ahogada a su pies.
Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García siguen dando alegrías al PSOE como buenos y oscuros cobradores de mordidas a empresarios corruptos, todavía presuntamente, pero en un entramado que apesta, según el último informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Es verdad que sabemos poco aún del escondite del grueso del dinero corrompido, pero entre lo que dicen que compraba "la Paqui" en todas las secciones del "Corte Inglés" y el piso alquilado en el que Cerdán se reunía lo más discretamente posible con un alto directivo de Acciona -foto de reunión de negocios incluida-, no sé ustedes, pero yo tengo la impotencia subida.
Este martes, no obstante, al agravamiento de la ya causa Cerdán y a la sensación constante de déjà vu con la corrupción política y empresarial en España, se sumó la detención del presidente de la Diputación de Almería, Javier Aureliano García, y otras seis personas vinculadas al PP en otra trama mascarillas -independiente de la de Koldo y Aldama-. El presunto modus operandi de la trama de Almería sería el de siempre: millones de euros gastados en las condiciadas mascarillas traídas desde China por una empresa intermediaria y mordidas a gogó para los políticos que facilitaron los contratos mientras los españoles se morían, nada nuevo bajo el sol de las aves carroñeras de la política.
Las mascarillas, el material sanitario en general durante la pandemia mortal y traumática de covid ha puesto sobre la mesa dos cuestiones en las que Público insiste hasta el agotamiento, con hechos y más hechos: que este Estado nunca ha estado a la altura de una "democracia plena" en la lucha contra la corrupción, ni en medios materiales ni en intenciones partidistas ni en cultura ciudadana, y que las responsabilidades públicas -altos cargos y nombramientos- se personalizan conforme a intereses muy alejados de la vocación de servicio público que se les supone. O sea, que los chorizos siguen medrando en los partidos de gobierno -y el masculino corrupto es un hecho aplastante y proporcional al poder mayoritario, por cierto- y aquí nadie se cuestiona nada.
Ahora, la trama mascarillas de Almería, fíjense, vuelve a constituir un relato fiel de los depredadores que campan a sus anchas en la España político-criminal más silenciada. Un joven empresario residente en Barcelona y titular de mercantiles con sede en Almería es investigado por tráfico de drogas, de armas, blanqueo y todas esas cosillas que nos son afines en el crimen organizado made in Spain, como decíamos ayer. Al final, la investigación no puede demostrar que el narco lo sea más que de café -una sustancia legal mientras el prohibicionismo no indique lo contrario-. Dos de los tres contenedores bajo sospecha policial que llegan a puerto solo contienen la cafeína de Brasil, aunque del tercer container nada se sabe y me temo que nunca se sabrá. La causa de narcotráfico contra el joven emprendedor, que dirían PP y Vox, queda sobreseída por falta de pruebas, claro, pero las grabaciones telefónicas de esta investigación destapan el pelotazo de las mascarillas en la Diputación de Almería del PP, con el resultado conocido en las últimas horas. El caso en cuestión lleva en el candelero desde antes de 2020, pero ni Moreno Bonilla ni Feijóo sabían nada, dicen. Por las razones que sea, al presidente del PP siempre se le atragantan los narcos.
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