Opinión
Dale otra vuelta, Perico

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Sí, sé que es un tema peliagudo, pero soy un firme partidario de separar la obra del artista siempre y en todo lugar. Dicho esto, se comprende que intento separar la obra de Perico Delgado (un Tour, dos Vueltas y una espléndida trayectoria deportiva) de sus lamentables declaraciones el domingo en la retransmisión de la etapa final de la Vuelta España. Una etapa que no terminó donde debía porque miles de personas se echaron a la calle en Madrid a protestar por la participación de un equipo israelí en una de las grandes pruebas ciclistas europeas. Las protestas venían ya desde las primeras etapas, pero la organización de la carrera hizo caso omiso y decidió echar un pulso a ver quién podía más, si el apoyo a Israel o el apoyo a Palestina. Al escuchar las palabras de Javier Guillén, director de la Vuelta a España, condenando una vez más los hechos, está claro que el hombre sigue sin enterarse de nada.
Iker Jiménez, un visionario de marca mayor, se frotaba los ojos y preguntaba al personal el domingo por la tarde si estaba viendo lo que ocurría en Madrid. El personal le respondía que llevan dos años viendo lo que ocurre en Gaza: hambruna, bombardeos, ametrallamiento de la población indefensa, disparos de francotiradores a niños, un genocidio retransmitido en vivo y en directo. Hay gente que sigue sin entender qué tiene que ver una cosa con la otra y por eso tengo que escribir por enésima vez que Israel, el carnicero de Netanyahu y todos los mamarrachos que celebran la masacre del pueblo palestino no pueden irse de rositas, no pueden participar en un evento deportivo como si la sangre derramada no fuese con ellos. Perdón por las molestias, pero hay inocentes asesinados por millares, así que, queridos sionistas, por una vez podéis meteros la bicicleta donde os quepa.
Dicen que Perico Delgado tenía derecho a dar su opinión, y bien que la dio, en una retransmisión televisada a millones de personas. Nosotros tenemos derecho a dar la nuestra y escribir que lo que hizo fue una imbecilidad, un ridículo histórico y una canallada. Tanta gente guapa comenta hoy día que no hay libertad de expresión y luego airean sus opiniones de mierda a los cuatro vientos, en programas de máxima audiencia, proponiendo incluso golpes de estado, molestos precisamente porque la libertad de expresión nos permite a otra gente decirles lo que pensamos de sus gilipolleces. Ocurre otro tanto cuando algunos papanatas afirman con solemnidad que no se debe mezclar política y deporte, excepto si a ellos les sale del papo. Entonces bien que vetan a Rusia en las competiciones olímpicas y en los partidos de fútbol.
El caso es que el pobre Delgado, a falta de pedaladas y de puertos de montaña, se quedó sin saber qué decir de esa nueva modalidad deportiva consistente en la agitación de banderas y el derribo de vallas, y se limitó a seguir el guion. Ya se sabe que las protestas deben ser pacíficas y las huelgas sigilosas, sin incordiar al prójimo y sin alterar el orden público. Las protestas en domingo, de ser posible. Bueno, si es por eso, no podrán quejarse. Ahora bien, imaginen por dónde andaríamos en cuestión de derechos laborales si los obreros del siglo pasado y los del anterior se hubiesen dedicado a cantar canciones en vez de a levantar barricadas.
Sí, hacía mucha falta montar esta algarada para recordar al mundo que Israel lleva dos años de venganza indiscriminada contra un ataque terrorista, que hay más de 14.000 niños muertos y 23.000 heridos en una guerra que en realidad es una carnicería a gran escala. A estas alturas, cuando Netanyahu prepara el asalto final a Gaza, la ONU va y dice que Israel está cometiendo un genocidio, la misma ONU con cuyas resoluciones la bestia sionista lleva décadas limpiándose el culo. Perico Delgado perdió un Tour en 1989 por salir en la primera contrarreloj con dos minutos y cuarenta segundos de retraso, pero lleva un retraso de ocho décadas en cuestión de derechos humanos.
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