Opinión
Una derecha sin compasión

Por Agustín Moreno
Activista de Ecologistas en Acción
Todo está en los clásicos. En este caso, del cine. Basada en hechos históricos, Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, es una película antibelicista que estuvo prohibida durante muchos años en Francia y en la España franquista. Estrenada en 1957, nos sigue dando motivos de reflexión.
En primer lugar, trata sobre la crueldad de la guerra. Denuncia el gigantesco matadero de 20 millones de personas entre civiles y militares que fue la Primera Guerra Mundial. Nos habla de las ofensivas militares suicidas, donde los altos estados mayores sacrificaban cientos de miles de vidas como si fueran peones de una partida de ajedrez por intereses económicos, políticos y de prestigio. Nos cuenta las órdenes absurdas y la brutalidad para mantener la obediencia: fusilar a los soldados para “remontarles la moral”, que escribió Céline en su Viaje al final de la noche; se llegaron a pasar por las armas a más de medio millar de soldados franceses (poilus) por desobedecer órdenes demenciales que los llevaba a la muerte segura. Nos deja claro como “el patriotismo es el último refugio de los canallas”, en frase de Samuel Johnson recogida por el guionista.
Nos recuerda que frente a la falsa disyuntiva de matar o morir, a la que nos condena la lógica de la guerra de los políticos infames y de los traficantes de armas, está la de vivir y luchar por la paz y el desarme. Algo que se nos olvida viendo lo que sucede en Ucrania y en Gaza, los planes de rearme de EEUU y de la OTAN, y la mansedumbre de Europa que se apunta al carro del belicismo. Incluyendo al Gobierno de España que va a destinar 10.471 millones de euros más para incrementar el gasto militar. Lo que supondrá drenar recursos públicos de necesidades perentorias como la vivienda, la sanidad y la educación pública, las pensiones o la ayudas a la dependencia.
Pero, sobre todo, quiero referirme a una escena del filme donde el coronel Dax, interpretado por Kirk Douglas, lanza su alegato en el consejo de guerra. Intenta defender a tres soldados a los que se pretende condenar a muerte para escarmentar a quién no obedezca. Ante el tribunal, que está interpretando una farsa donde todo está decidido, dice Dax:
- “Hay ocasiones en que siento vergüenza de pertenecer a la raza humana y esta es una de ellas (…) Esta corte es una deshonra (…). No puedo creer que el impulso más noble del hombre, la compasión al prójimo sea cuestionado aquí. Humildemente suplico que sean clementes.”
He recordado esta escena al ver lo que hacen nuestras derechas respecto a importantes temas. Me voy a referir a cuatro casos. Las 7.291 personas muertas por abandono en las residencias de mayores por el protocolo de la vergüenza del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Las 238 personas muertas en la DANA de Valencia por la irresponsable gestión del Gobierno de Mazón. Los 16.000 niños y 53.000 civiles asesinados en Gaza y la falta de humanidad del Partido Popular para condenar el genocidio de Israel. Por último, la falta de empatía con las víctimas de la Guerra Civil (hay 114.000 personas que siguen en las cunetas) y el continuo torpedeo a la memoria histórica, cuyos últimos episodios son las leyes de “concordia” de PP y Vox en algunas comunidades autónomas para boicotear la ley 20/2022 de Memoria Democrática.
Podríamos hablar también del accidente del Alvia, del Yak-42, de la inmigración y de los menores no acompañados; o de los vecinos de San Fernando de Henares que se han quedado sin casa por la línea 7 de metro, gracias a Esperanza Aguirre, que tenía tanta prisa en inaugurarla por razones electorales que permitió las obras sin estudios geotécnicos. Todos los casos refuerzan la conclusión de que no son actuaciones aisladas, sino una pauta de comportamiento deshumanizado que se repite una y otra vez: son incapaces de “sufrir con”, “padecer con”, o actuar para aliviar y ayudar a los que sufren.
Los elementos son comunes: negar los hechos, no reconocer los errores ni pedir perdón, faltas de respeto a las víctimas, insultarlas, no reunirse con los familiares, negar comisiones de investigación o su presencia en ellas, echar la culpa a la izquierda... Una sarta de infamias y de comportamientos inaceptables.
Pero el problema no es solo Isabel Díaz Ayuso o Carlos Mazón, es también Alberto Núñez Feijóo. Porque Feijóo es el responsable de que Mazón siga de presidente de la Generalitat sin haber respondido a la pregunta de dónde estaba y qué hacía mientras se ahogaba la gente a la que tenía la obligación de proteger. Feijóo tampoco se atreve a pedir explicaciones a Ayuso sobre su nefasta gestión con el resultado de miles de muertes que se podían haber evitado o haber sido atendidas con dignidad. Después de la experiencia de Pablo Casado que, por cuestionar la corrupción en la pandemia, perdió su cargo, tiene miedo. Con su cobardía, Feijóo está demostrando una talla política minúscula y es un cascarón vacío de ideas y de propuestas.
Porque las ideas cuando no tienen que ver con la realidad, no son ideas, son mentiras. Es lo que pasa cuando Feijóo habla de la necesidad de un “rearme moral“ del país, ¿se refiere a mantener a un Mazón al que le convocan huelgas generales, le gritan “dimisión” en las celebraciones del fútbol, y que es rechazado por el 80% de los valencianos? ¿O a tardar meses para decir que es desproporcionada la matanza de Gaza y que la culpa es de Hamás?, algo que solo ha hecho cuando le dejaron en fuera de juego la Unión Europea, el Papa y el presidente de la Conferencia Episcopal. Su propuesta es igual de cínica que la de “recuperar la dignidad de la política” de Aznar, el de las mentiras sobre Irak y el 11-M, el de la mayoría de sus ministros imputados, y el de “el que pueda hacer que haga”. Feijóo no tiene ninguna autoridad para hablar de rearme moral si la foto del Congreso del PP es él, Mazón y Ayuso, y si no es capaz de reunirse con los representes de los 7.291 muertos en las residencias de Madrid y con las víctimas de Valencia.
Por cierto, el domingo 1 de junio a las 12.00 habrá un acto conjunto de homenaje a las víctimas por la gestión del PP en las residencias de mayores de la Comunidad de Madrid y de la DANA en Valencia. Se pedirá Verdad, Justicia y Reparación. Será en la plaza de Juan Goytisolo, junto al Museo Reina Sofía, convocado por asociaciones de familiares y de víctimas que se sienten abandonadas. En Madrid llevan cinco años sin ser recibidas por Ayuso, y en Valencia siete meses sin que Mazón se haya reunido con ellas.
Ahora bien, ¿por qué esta derecha actúa así? ¿”Porque las derechas quieren poner de moda ser un hijo de puta”, como dice Enrique del Teso en un brillante artículo? Nadie es mala persona por tener una ideología u otra. Pero hace tiempo que la dinámica que alimentan algunos dirigentes en ese espacio político es la del odio, la violencia verbal y la zafiedad. Detrás de todo ello hay una falta de desarrollo moral, de valores humanos y cristianos. Es pura insolidaridad, obediencia al grupo, y búsqueda de beneficio personal y político. Todo ello conduce a una peligrosa deshumanización que se sitúa en contra de los derechos más esenciales. Menuda aportación civilizatoria ser malos como actitud y como propaganda para mejorar la autoestima de la hinchada.
Pero ¿por qué esta ausencia de empatía y este desprecio a los derechos humanos? ¿Por la deriva cada vez mayor hacia la ultraderecha, por el odio a Pedro Sánchez? Un ejemplo sería la campaña desde sectores y dirigentes de las derechas para votar a Israel en Eurovisión, incluso “sin conocer la canción”. Volviendo a la película, si la derecha no sabe responder a la pregunta de por qué actúa así, con esa falta de clemencia y de humanidad, habría que compadecerla y, ojo, apiadarnos de nosotros si vuelve a gobernar.
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