Opinión
La derecha a la derecha de la derecha

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Al parecer, Vox y el PP no paran de tirarse los trastos a la cabeza, una gresca más bien melodramática en la que ni siquiera se hacen daño: unos cuantos gritos, tres bofetones de esos en los que se pega un pisotón sincronizado en la lona y cuatro costalazos amañados. Vamos, lo que viene siendo una pantomima de lucha libre sólo que con Feijóo y Abascal insultándose por altavoz, acusándose mutuamente de ser menos español que el otro y de odiar poco a los inmigrantes antes de subir al cuadrilátero y hacer el teatrillo para ver quién se queda con la cabra. El espectáculo, bastante pobre, me recuerda el comentario de aquel tipo que se levantó en medio de un combate de pesos mosca que aquel día no tenían muchas ganas de zurrarse: "Vámonos, que éstos ni sangran".
Las peleas en la derecha suelen ser más civilizadas que en la izquierda, porque saben que todo es un juego y que lo importante al final es seguir siendo amigos. Sin embargo, a veces se les va un poco la mano y terminan por enfadarse, rompen los gobiernos de coalición y juran que no volverán a gobernar juntos jamás, juramento que se les olvida en lo que se tarda en convocar elecciones. A fin de cuentas, Vox es el hijo que se fue de la casa familiar, harto de que no le hagan caso, y el PP es el padre que no sabe qué hacer para que el hijo vuelva a casa. A veces hasta se desmelena y se pone a cantar el Cara al sol como si tuviera veinte años, sin darse cuenta de lo bien que se estaba dentro del armario facha.
A los de Vox, como ocurre con los chavales cabreados, es muy difícil contentarlos. No hay más que ver lo mal que llevan ambos el tema de la inmigración, pese a mantener posturas casi idénticas al respecto. Al principio a Abascal le parecía que Feijóo era un pusilánime, un tibio incapaz de darse cuenta de que todos los inmigrantes vienen a España a robar, excepto si son rubios de ojos claros, jeques millonarios o ucranianas; en cambio, ahora que Feijóo se ha puesto en plan poli malo, Abascal se queja de que le está copiando las ideas. Ya me dirán ustedes si no hay que ir flojo a un examen para ponerse a copiar del más bruto de la clase. En realidad, desde que la derecha se reprodujo como una ameba que se escinde en dos amebas, Vox y el PP están representando el meme de Spiderman discutiendo con Spiderman.
Por lo demás, haciendo honor a su nacimiento, Vox es un partido en escisión perpetua en el que dirigentes históricos no dejan de marcharse por una razón o por otra. Se fue Alejo Vidal-Quadras, se fue Cristina Seguí, se fue Espinosa de los Monteros, se fue Luis Steegmann, se fue Francisco Serrano, se fue Rocío Monasterio. Vox se va quedando reducido al mínimo común múltiplo, como uno de esos grupos tributo en los que únicamente permanece el líder rodeado por un coro de cheerlearders: un tributo a Abascal mayormente. Macarena Olona intentó formar una banda folklórica propia, Caminando Juntos, para presentarse en Andalucía, pero no llegó muy lejos, probablemente porque no se atrevió a poner de logo una peineta en vez de un par de zapatos.
Otro de los rebotados de los que se teme que puede robar votos a la nave nodriza es Juan García-Gallardo, un tipo tan seguro de sí mismo que hace dos años acudió a una concentración de moteros sin moto: únicamente llevaba el casco, como cuando de niño iba yo a comprar vino blanco a la bodega. Espinosa de los Monteros ha montado su laboratorio de ideas Atenea con la idea principal de que Vox y el PP dejen de cantar a Pimpinela y vuelvan a presentar un frente unido, no vayan a cagarla como en las últimas elecciones generales y dejen que el "Perro Sanxe" les mee otra vez en la jeta. En los escaños no, por desgracia, pero en lo demás, Vox está siguiendo los pasos de Podemos hasta el punto de que, si un día Abascal deja los bártulos, lo mismo monta un Parador Mussolini.
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