Opinión
Ecce homo aznaricus
Por David Torres
Escritor
Muchos políticos guardan en la trastienda una pasión privada que les permite relajar las tensiones de la vida diaria y que por lo general no sale a la luz hasta que abandonan el cargo. Así, Felipe se dedica al cultivo de bonsais, Aznar al de abdominales, Berlusconi al de quinceañeras y Zapatero a contar nubes, una actividad que le fascina hasta el punto de que la practica incluso bajo techo. Más espiritual, como corresponde al signo de sus mandatos, George Bush Jr. ha escogido la pintura, un pasatiempo que descubrió tras leer un escrito de Churchill donde el mandatario inglés relataba su afición por los pinceles.
No es seguro que Bush leyera el libro del derecho, en lugar del revés, y que descifrara “pinceles” donde en realidad ponía “habanos” o “paint” donde en realidad decía “dry martini”. En cualquier caso, es curioso que el presidente norteamericano escogiera la misma disciplina artística en la que Hitler fracasó de joven y cuya frustración lo llevó derecho a la megalomanía, a la conquista del mundo y finalmente a la drogadicción. Bush prefirió invertir el orden: primero se emborrachó, luego conquistó el mundo (o al menos el cacho que le dejaron) y ahora ha decidido hacer lo propio con la musa de la pintura. De momento, la musa se le resiste más que Irak, más que Afganistán y más aun que la lectura bocabajo, pero eso no quita para que le hayan inaugurado una exposición que es el equivalente pictórico del 11-S, una galería de retratos de algunos de los líderes mundiales que conoció durante su acampada en la Casa Blanca y que, como algún día vean el mamarracho que les han colgado en una pinacoteca de Dallas, van a declarar la guerra a los Estados Unidos con efectos retroactivos. O a uno de ellos por lo menos.
Dallas era célebre hasta esta misma semana por el magnicidio de Kennedy, pero a partir de ahora será la ciudad del atentado múltiple contra Putin, Blair, Merkel, Chirac y el Dalai Lama. La pregunta para futuras generaciones ya no será: ¿qué estabas haciendo cuando mataron a Kennedy? Sino: ¿qué hacías cuando Bush pintaba a Aznar? De todos los monigotes perpetrados por Bush Jr. (tampoco es seguro que no los pinte cabeza abajo), se ve de lejos que en el del ex presidente español es donde ha puesto más cariño y más dedicación. En muy poco tiempo, el cuadro de Ansar (como se lo conoce familiarmente en el círculo del pintor) podría desbancar al Ecce Homo de Borja como el retrato más relevante de comienzos del milenio. Bush partía con cierta desventaja respecto a su competidora de Borja porque su modelo no es tan conocido como Jesucristo y algún despistado podría confundirlos. No obstante, el retratista y el retratado confían en que al cabo de los siglos esta desventaja se invierta.
Para los estudiosos de la pintura será apasionante indagar en los detalles de la realización de esta obra maestra. ¿Bush lo pintó del natural o de memoria? ¿Se sirvió de una foto, de un cromo de béisbol, de un daguerrotipo? ¿Lo pintó él solo, le ayudaron su nieto o su perro? Basta un solo vistazo para comprender la tensión que genera el poder, la grandeza del liderazgo y la intimidad que envolvía a ambos líderes: quienes lo han visto dicen que te colocas bajo el cuadro y empieza a oler a pies. Es muy extraño que Ansar (o Jose Mari, como se lo conoce familiarmente entre los suyos) se haya resistido a pedírselo a su amigo Bush para llevárselo consigo a mítines y conferencias magistrales. O bien, para guardarlo bajo siete llaves, junto a las armas de destrucción masiva, y que allí se vaya pudriendo a lo Dorian Gray.
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