Opinión
Nosotros los europeos, ¿"nosotros"?

Por Marga Ferré
Presidenta de Transform Europe
-Actualizado a
Cuando La Repubblica convocó la manifestación por Europa en Roma, una amiga fue y volvió escandalizada. Entre la mezcla de asistentes oyó proclamas justas, pero también apelaciones a Europa como el único lugar del mundo donde hay valores y muchos discursos a lo el "Jardín frente a la Jungla" que emitían, como trasfondo nunca explícito, pero audible: nosotros, los europeos, tenemos valores hoy amenazados.
No dudo que a la concentración del domingo en Madrid, emulando a la de Roma, fuera gente bienintencionada, mi crítica de hoy es más una alerta y la propuesta de un desplazamiento a otro lugar desde el que mirar a la UE, sus élites y lo que pretenden para no confundirnos, porque, créanme, el momento no está para ingenuidades.
Confundir Europa con la Unión Europea, es, ¿cómo decirlo?, propio de alguien que conoce poco por el continente. Dirijo una organización europea y viajo constantemente por Europa, tengo amigos y compañeros en más de 20 países y no, no es como nos pretenden contar. Europa no es lo que debate Bruselas, es otra cosa mucho más grande, diversa, contradictoria y en permanente conflicto, ese que la abstracción pretende negar.
Leo artículos y oigo comentaristas hablar de "valores europeos" que emiten ese "nosotros, los europeos" desde el lamento victimista de que la Unión Europea está amenazada por enemigos externos; levanto las cejas y niego las dos: ni la UE está en peligro, ni hay amenazas externas a su existencia. Las hay, pero son internas y están en el corazón mismo de la Unión.
Por eso me parecen peligrosos los llamamientos a un "Nosotros" totalizador que exige un "Otros" de los que diferenciarse. Si "nosotros" tenemos valores, es que los "otros" no los tienen. He leído artículos esta semana que apelan a una "ética europea" que parece ser que diferencia a los europeos de los que no lo son. Ando leyendo a Primo Levi y, quizá por ello, me escandaliza que alguien defienda una "ética europea" en el continente que inventó las cámaras de gas y que hizo de la colonización la fuente de riqueza de su clase dominante.
Tras ese "somos europeos, gente civilizada" oigo, como ruido de fondo, el sonido del racismo envolviéndose en celofán y, créanme, la fantasmagoría nacionalista de extrema derecha que recorre el continente no se combate con llamamiento vacuos a unos supuestos valores que parecen haber surgido por generación espontánea.
Ese "nosotros" aglutinador y totalizante oculta las desigualdades, las estructuras económicas y las injusticias que le han dado forma. Le robo la idea a Stefania Barca en su imprescindible ensayo Forze di riproduzione: para los que enuncian ese "Nosotros", "las relaciones de clase, las desigualdades sociales y la explotación no importan". Mis amigos europeos y yo venimos de otra historia, una que se mide en conflictos y en resistencias, una Europa en disputa desde, precisamente, los que "no importan".
Es desde ese lugar, la disputa, desde donde defiendo un espacio de integración política y económica, pero no por moralina, sino por necesidad económica y efectividad política.
Las integraciones regionales para establecer cooperación y derechos me parecen un mejor camino que la competencia descarnada al que el capitalismo obliga, pero la Unión Europea actual, con el Parlamento Europeo más a la derecha de la historia, no es una buena brújula.
Quien crea que defender el "modelo social europeo" es algo neutro y no ideológico tiene un problema. Construir un modelo social ante las embestidas de cabestro de la extrema derecha requiere ponerse a la izquierda del tablero, intervenir el mercado, ponerle límites a la acumulación de capital, leer a la Escuela de Frankfurt y ver Novecento.
Lo que quiero decir es que no hay valores europeos, sino derechos conquistados. No es que sea breaking news, pero es bueno recordar que en Europa hay clases sociales y no un "nosotros" aglutinador cuya clara intención es borrarlas.
Hace ya casi medio siglo que la desigualdad aumenta en Europa. Las políticas fiscales han favorecido tanto a las grandes empresas y a los ricos que hoy la distribución de la renta es más desigual en Europa que en EEUU. Las mismas instituciones que forzaron a Grecia a un desastre quieren hacer lo mismo con todo el continente para financiar el rearme europeo, sacrificando el Estado del bienestar.
Es decir, la UE no es una víctima del sistema económico internacional, sino uno de sus garantes: lleva lustros en demolición de derechos y por eso es una contradicción insalvable querer defender la autonomía europea y el rearme, la paz y el aumento del gasto militar, la "tolerancia" y la FORTEX, la libertad de expresión y las big tech, la superioridad europea y deslocalizar la industria.
Más poder para una Unión Europea sin cambiar el paradigma es pedir más poder para, precisamente, los mismos que la están derribando, porque la Unión Europea no es una abstracción, está conformada por personas ebrias de neoliberalismo en su burbuja de Bruselas desde la que hoy ya no entienden el mundo. Siguen como si Europa aún fuera el centro tecnológico e industrial y no lo es porque el capital europeo decidió que no lo fuera, desindustrialización y austeridad.
Defender los derechos y abrir camino a nuevos no se va a hacer desde llamamientos abstractos a unos supuestos valores europeos tan ambiguos que no sirven. Sirven, y mucho, las luchas concretas y por eso, para quien escribe, defender a los y las europeas es ir a la manifestación contra la OTAN este junio en La Haya.
La Europa bonita, la que construye derechos y teje solidaridades, está fuera de Bruselas, lejos de sus oficinas, en las calles de nuestras preciosas ciudades, donde muchos y muchas luchan para construir no una Europa, sino un mundo mejor. Y, créanme, la diferencia no es menor.
Comentarios de nuestros socias/os
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros socias y socios, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.