Opinión
Si los gobiernos necesitan presión, presionemos

Periodista y escritora
-Actualizado a
Dos mujeres marchan lentamente por un camino de tierra seca. Una de ellas anda erguida, cargando una bolsa llena. Lleva de la mano a la otra, una anciana que, ayudándose con un palo, avanza a duras penas, encorvada sobre sí misma en un doloroso ángulo recto. Junto a la imagen, difundida por Almudena Ariza, la periodista escribe: “Israel obliga a los palestinos a caminar kilómetros para recibir comida. No hay libre acceso a la ayuda: solo pueden obtenerla en puntos vigilados por su ejército. Allí, los amontonan. Los concentran. Deciden quién come… y dónde.”
Recibo un mensaje de la escritora Gabriela Wiener pidiéndome una frase para una campaña colectiva, una idea, por pequeña que sea, para construir una protesta mayor. Me pregunto quién soy yo para escribir nada; quién soy yo, instalada en mi abundancia, nuestra abundancia satisfecha, y hasta qué punto no será una impostura, pero escribo la frase y escribiría mil, porque la impotencia me muerde el vientre. Porque sé que formo parte. Todas, todos participamos del horror que ya se ha convertido en cotidiano. Es su cotidianidad, esa asunción de lo atroz, lo que nos condena. Y también la putrefacta idea de que ya no hay solución.
Leo a Olga Rodríguez informando sobre que “las organizaciones de derechos humanos palestinas piden a España sanciones inmediatas ante el genocidio israelí”. Ya no son suficientes los “gestos simbólicos”. Siempre leo a Olga Rodríguez en su diario empeño para que el genocidio israelí en Gaza sea noticia urgente. No quiero que la urgencia se me apague, y es tan fácil.
Recibo un correo del escritor Ricardo Gómez. Escribe: “Un grupo de escritores de Literatura Infantil y Juvenil hemos promovido un manifiesto sobre Gaza. A él se han adherido más de 400 firmas de ese mundillo especial (escritoras, ilustradores, librerías, editoras..)”. Piden ayuda, difusión, apoyo.
Son sólo algunos ejemplos que muestran cómo la población, aquí y allá, aprieta todo lo que no empujan los gobiernos. También el nuestro, sí. Por eso hay que insistir en que estamos a tiempo; siempre se está a tiempo, cualquier vida, una sola de las miles de vidas extenuadas y arrasadas por el hambre y el dolor, merece todo nuestro esfuerzo. Si los gobiernos, las comunidades autónomas y los ayuntamientos necesitan presión, presionemos. Si los partidos políticos necesitan saber que cuentan con nuestros votos, hagámosles saber que solo los tendrán si muestran una postura clara y decidida, si rompen toda relación con Israel y lo hacen público.
“La Corte Internacional de Justicia emitió un dictamen, el pasado mes de julio, que solicita a las naciones de la ONU “impedir relaciones comerciales y de inversión” que contribuyan a la ocupación ilegal israelí”, escribía Olga Rodríguez hace unos días. Y concluía: “Ningún país europeo está cumpliendo con ello”.

Las instituciones funcionan en representación de la ciudadanía. Si no nos representan en esto, que lo sepan, que no les quepa duda. Hagamos ruido, tomemos medidas, porque es mentira que ya está todo perdido. Todavía quedan muchas vidas por las que alzar la voz y salir a las calles. Sacudámonos esta forma de ser partícipes. Que tengan claro que no nos representan.
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