Opinión
La izquierda europea, ¿en peligro de extinción?

Por Pablo Castaño
Periodista y profesor de Ciencia Política en la UAB
-Actualizado a
Alivio donde la ultraderecha pierde, aunque sea por poco (Rumanía, Polonia), preocupación donde crece (Portugal). Ha sido la reacción generalizada a la noche electoral que vivieron ayer los tres países, medio oculta por el escándalo de la participación de Israel en Eurovisión mientras acelera su genocidio en Gaza. Pero los comicios del pasado domingo merecerían otro titular: el hundimiento de las izquierdas europeas.
En Portugal, la ‘geringonça’ que gobernó con éxito durante 6 años, ya es un recuerdo lejano. El Partido Socialista a duras penas ha conseguido superar a la ultraderecha de Chega mientras que el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda han caído en la irrelevancia. En Rumanía y Polonia la izquierda – ya sea socialdemócrata o anticapitalista – ni siquiera forma parte de la discusión electoral. Las elecciones se han convertido en un duelo entre la ultraderecha y coaliciones lideradas por conservadores y liberales.
Siempre es una buena noticia la derrota de la ultraderecha, aunque sea con candidatos conservadores y por un puñado de votos. Sin embargo, es peligroso que los progresistas se identifiquen con candidatos como el polaco Rafał Trzaskowski o el alcalde de Bucarest, Nicușor Dan. Trzaskowski, que ganó la primera vuelta de las presidenciales polacas, es aliado del primer ministro Donald Tusk, cuya llegada al poder en 2023 fue celebrada como un gran éxito de Europa contra el extremismo. Sin embargo, Tusk ha restringido el derecho a solicitar el asilo en Polonia y afirmó hace poco que “Europa debe ser más egoísta” en inmigración, mientras que la ONG Grupa Granica ha denunciado 25 desapariciones y cinco muertes de personas migrantes en la frontera desde su llegada al poder. Además, Tusk está intentando revertir el incremento del gasto público impulsado por el anterior gobierno ultraderechista de Ley y Justicia, que multiplicó el gasto en pensiones. Despliega una agenda neoliberal obsesionada con los objetivos de déficit de la Unión Europea, que es el mejor motor para la ultraderecha.
La dicotomía entre ‘nacionalistas’ y ‘europeístas’ que tanto oímos oculta que, en realidad, estas dos familias políticas supuestamente rivales están cada vez más cerca. Les une una agenda económica básicamente neoliberal, la supresión de los tan cacareados valores europeos cuando se trata de apoyar a Israel e incluso la política migratoria, eje central de la retórica ultraderechista: Emmanuel Macron, los laboristas británicos o los conservadores portugueses están abrazando buena parte de la retórica y las políticas xenófobas de los ultras. Una estrategia con la que coquetean el PP y Junts ante el desafío, respectivamente, de Vox y Aliança Catalana. Es un movimiento tan peligroso como condenado al fracaso, ya que el electorado suele preferir el original a la copia.
El titular de este domingo no es la derrota de la ultraderecha, que sigue extremadamente fuerte y ve cómo parte de su agenda se lleva a la práctica sin necesidad de ganar las elecciones. La noticia es más bien la extrema debilidad de una izquierda que pueda suponer una alternativa real en Europa, con excepciones como España, Francia, Bélgica o Noruega, en distinta medida.
La gran ausente de las últimas citas electorales europeas es una izquierda con una agenda social y ambiental transformadora, que dé certezas a la ciudadanía sin caer en la tentación xenófoba. Sin esta alternativa en los distintos países europeos, nos veremos condenados a seguir celebrando que un candidato equivalente a Feijoo le ha ganado las elecciones por un puñado de votos al homólogo portugués, polaco o rumano de Abascal.
Comentarios de nuestros socias/os
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros socias y socios, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.