Opinión
Kale borroka

Periodista
-Actualizado a
El otro día, al calor de la suspensión de La Vuelta, la reportera de El Intermedio arrimó el micrófono a Alfonso Serrano para interesarse por uno de sus últimos tuits. Acudo al perfil de X del contramaestre del PP y leo: “3.000 kaleborroka (sic.) han expulsado hoy a las familias del centro de Madrid”. “¿Por qué dice todo eso?”, le preguntó la reportera. “Porque eran gentuza. Gentuza”. El entrevistado, sintiendo que el énfasis había sido insuficiente, contrajo el ceño y duplicó una vez más sus palabras. “Eran auténtica gentuza. Eran gentuza”. Y se largó. Nuestra intrépida reportera quedó sola, micro en mano, preguntándose tal vez qué clase de bestias pardas tenemos al mando.
Me siento obligado a pedir la intercesión de nuestros más ilustres académicos de la lengua (@perezreverte) para que limpien, fijen y den esplendor a lo que a todas luces parece una cochiquera. Y es que Serrano ha recurrido a un torpe préstamo vasco para decir algo que puede formularse en castellano. “Kale borroka” significa “lucha callejera”. En el caso que nos compete, la fórmula correcta sería kale borrokalariak, es decir, “luchadores callejeros”. Los ideólogos del PP han debido de calcular que en euskera todo suena más criminal, más terrorista, más peligroso. Por algún motivo, Serrano no ha dicho “jendaila”. “Gentuza” en lengua vasca.
So pena de terminar ante la Audiencia Nacional, añadiré aquí que el derecho a la protesta es legítimo en todos los idiomas. En el Madrid de Carlos III, el motín de Esquilache obligó al Gobierno a vigilar los precios del abasto. En Barcelona, las revueltas de la CNT y la huelga de La Canadiense trajeron la jornada laboral de ocho horas. Incluso el PP conmemora cada año los actos de kale borroka —perdón, “lucha callejera”— del 2 de mayo de 1808 contra la invasión francesa. En una carta a Napoleón, Joaquín Murat informó que “la canalla de Madrid obstruía todas las avenidas del Palacio”. La canalla. La gentuza. A Serrano se le ha puesto cara de bonapartista.
El diario El Mundo, que sabe de dónde le llueve el parné, llevaba en portada la ocurrencia de Serrano elevada a bulo: “La Policía identificó en Callao a 9 condenados por kale borroka”. Algunos medios progresistas se han apresurado a desmentirlo después de haber consultado fuentes policiales. “Ninguno de los 97 identificados en Madrid durante la última jornada de La Vuelta tiene antecedentes por terrorismo”, escribía ElDiario.es. El propósito es noble, pero la refutación cae sin querer en el marco mental del ayusismo: la idea de que luchar en la calle, si se formula en euskera, es un delito terrorista.
Las tormentas mediáticas funcionan así. Papagayos de todo plumaje repiten palabras hueras que no sirven para definir la realidad sino para estigmatizar al adversario. Acudo ahora al perfil de X de Ayuso y confirmo las sospechas: “Lo que consiguió la kale borroka alentada por Pedro Sánchez y sus ministros: familias y niños corriendo y llorando”. “Lo de ayer es kale borroka”, añade Miguel Tellado. José María Aznar, que en 2000 retorció el Código Penal junto al PSOE para extender el delito de terrorismo a las protestas callejeras, se despacha ahora contra Pedro Sánchez, “un presidente que jalea la kale borroka”. Los bumeranes, ya se sabe, siempre vuelven.
Si uno se zambulle en la hemeroteca entenderá que los capos del PP no van a dejar de demonizar las protestas sociales. Nos llamarán “gentuza”, “canalla” o “populacho” porque entienden que la política es una disciplina relegada al exclusivo recinto de los despachos. Salvo cuando pierden los despachos. Entonces no tienen inconveniente en alentar la insubordinación. Es entrañable regresar a 2007 y ver al jovencísimo Pablo Casado bloqueando el tráfico de la Castellana para pedir que encarcelaran a Arnaldo Otegi. Es hermoso ver a Esperanza Aguirre en 2023 llamando a invadir la calle Ferraz durante los disturbios ultras contra la amnistía.
Aguirre llamó “camorristas” y “pendencieros” a los indignados del 15-M porque sus métodos escondían “la deslegitimación de nuestro sistema representativo”. Esta cantinela sirvió al Gobierno de Rajoy para poner bajo sospecha la huelga general de 2012. Me asomo a un viejo vídeo y veo al exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, llamando a endurecer aún más el Código Penal contra las “guerrillas urbanas”. La misma retórica incendiaria iba a ser utilizada contra la Marcha Minera, Rodea el Congreso o los CDR. En 2013, Cifuentes acusó a Colau y a la PAH de andar enredados en “acciones de lucha callejera hasta llegar a la kale borroka”.
La estrategia de Su Ayusidad es más vieja que la tos y funciona de cara a esa galería clasista y bienpensante que mira por encima del hombro ante cualquier expresión de rabia plebeya. Uno quisiera que la sangre del genocidio no le salpique la porcelana. Que las limpiezas étnicas sean discretas y silenciosas, sin tanto soniquete pancartero y tanta hambruna de telediario. Que en el Madrid de todas las libertades no caiga una sola valla al suelo porque eso sí que sería intolerable, condenable y repudiable sin tintas medias. Qué se habrá creído toda esa patulea de rojos y descastados. Gentuza. Que sois una auténtica gentuza.
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