Opinión
Mazón dimisión, ¿y ahora qué?

Por Miquel Ramos
Periodista
-Actualizado a
La comparecencia de Carlos Mazón el pasado lunes, lejos de despejar dudas y asumir responsabilidades, dejó todavía más barro y más miseria sobre su legado. Su relato estuvo plagado de bulos y medias verdades, de un patético victimismo que pisoteaba sin vergüenza a los más de doscientos muertos de aquel día por culpa de su negligente incompetencia. Un teatrillo barato en el que no dijo nada nuevo y que tan solo sirvió para intentar repartir culpas tergiversando los hechos e intentar dar pena. Una auténtica representación de la obscenidad de la política, cada vez más alejada de la realidad, que se empeña en discurrir al margen. Y todo esto, mientras Maribel Vilaplana, rehén accidental aquél día del presidente, quien le acompañó en la comida mientras la gente se ahogaba, declaraba ante la jueza. El momento elegido no fue gratuito.
Ahora es posible que la incompetencia de Mazón y el lío que tienen en el PP lo capitalice Vox, pues haberse salido del Gobierno poco antes de la catástrofe lo salvó de afrontar la responsabilidad de su gestión. Aun así, Mazón estuvo y está ahí gracias a Vox, que lo han mantenido en el cargo y le han salvado el culo a pesar de sus errores que han costado vidas. Un golpe de suerte que ahora, encima, podrán rentabilizar. Vox es, una vez más, el más beneficiado de los errores y las torpezas del PP, que no tiene ningún problema en comprarle el género con tal de mantenerse en el poder. Y aquí, más allá de Mazón, hay que apuntar a Génova, al mando que ejerce Feijóo, poniendo constantemente una alfombra roja a los ultras con cada paso que da.
La gobernabilidad en el País Valenciano está ahora en manos de la extrema derecha, la misma situación a la que está abocado el PP en todo el territorio desde que la ultraderecha se separó de su seno, recolectó a los decepcionados y empezó a poner condiciones a sus apoyos. El PP hace tiempo que intenta rescatar esa fuga de votos imitando a la criatura, pero no pasa de ser una patética y forzada sobreactuación que acaba reforzando al original y legitimando su mercancía. Y mientras, está dispuesto a someterse a las exigencias y las prebendas que los de Abascal imponen. La incompetencia y la falta de identidad del PP es una mina de oro para la extrema derecha, que va arañando progresivamente al todavía partido hegemónico de la derecha, cuyo liderazgo, como el de las derechas en todo el mundo, está siendo cada vez más superado por sus criaturas fascistas.
Las incesantes protestas contra el President y su gestión de la DANA han sido clave para su dimisión. Los afectados por la catástrofe, los familiares de las víctimas y los movimientos sociales que las organizaban representaban la rabia de todo un pueblo que se negaba a aceptar que le mintieran a la cara y que nadie se hiciese responsable de tan nefasta y mortal gestión. También el trabajo periodístico de tantos y tantas colegas que han minutado todo lo sucedido, han sabido sintetizar y explicar los acontecimientos a la ciudadanía, las responsabilidades de cada uno de los cargos públicos intervinientes, y han trabajado duro para desmontar la avalancha de bulos que derecha y ultraderecha han vertido conscientemente para esquivar sus responsabilidades.
Aquí, la extrema derecha no ha conseguido ser la protagonista, aunque lo ha intentado. Primero enviando a sus chavales a hacerse la foto limpiando el barro y repartiendo comida. Caridad publicitada mientras sus líderes mantenían al responsable de la tragedia en su puesto y trataban de colar las críticas a Pedro Sánchez cada vez que había una cámara cerca. En sintonía con el PP, las extremas derechas, desde Vox hasta los artefactos y actores habituales de la desinformación también se pusieron en marcha en medios y redes sociales para poner el foco en el Gobierno central, tratando de desenfocar la responsabilidad de la gestión y embarrar todavía más el relato. Muertos ocultos en parkings, presas demolidas, desprestigio de las agencias meteorológicas acusándolas de ser parte de una conspiración y tantos disparates como se les iban ocurriendo. Todo para esquivar responsabilidades y aprovechar una mala gestión de consecuencias trágicas, y de la que son corresponsables, para su propio beneficio.
La derecha no tiene ni el músculo ni la penetración social que tiene la izquierda y los tejidos asociativos para sacar a tanta gente a la calle, pero tiene medios suficientes como para alimentar relatos alternativos sobre lo sucedido. Y estos también pueden condicionar un futuro resultado electoral. Pero más allá de lo que hagan las derechas para encajar a los suyos y exprimir todo lo que puedan la legislatura para su beneficio, la izquierda que se presenta como alternativa tiene un reto aún mayor. No se trata de ganar las elecciones por la incompetencia del anterior gestor, sino porque tu proyecto ilusiona y ofrece una alternativa real y concreta. Porque más allá de la DANA y de la cabeza de Carlos Mazón, la sociedad sigue teniendo problemas que no se solucionaron ni con este gobierno ni con el anterior progresista, y que, por eso, en gran medida, se perdió el Botànic.
Los políticos de la oposición han visto en estos movimientos una oportunidad para hacer caer a Mazón y recuperar el poder, pero esto no es suficiente. Su gestión anterior, cuando gobernaron, estuvo encorsetada con demasiada timidez y cobardía ante una derecha y una extrema derecha que no conoce la moderación, y que desde el primer día entra a machete a deshacer lo que los progres hicieron casi pidiendo perdón por molestar. No hace tanto de esto, y la sociedad valenciana no olvida, por eso perdieron las elecciones y desencantaron a una parte de su electorado, por ser demasiado blandos.
Hace años que la agenda no la marca la izquierda, ni siquiera cuando gobierna. Hay una manifiesta incapacidad para asumir el mando con la cabeza bien alta, con un miedo que se huele. Y eso, la derecha lo capitaliza. Tras la DANA, la movilización y la firmeza de las víctimas ha empujado la salida de Mazón, pero la oposición no puede confiar todo a una carta, esto es, a la salida de un presidente inútil y mentiroso.
Sin embargo, pase lo que pase en Palacio, y hagan lo que hagan los partidos, debajo del lodo que dejó la DANA crecieron otras semillas que se escapan a los fríos e interesados cálculos del teatrillo institucional. La ola de solidaridad que siguió al sunami demostró que las personas somos mucho mejores de lo que algunos tratan de hacernos creer para promover el miedo, la desconfianza y el individualismo que son el lubricante perfecto para fascismo. Se reactivó algo ante tanto horror y tanta irresponsabilidad, un sentido de la ciudadanía, de la cooperación y de la empatía que nos permite imaginar alternativas mejores.
El reto de la oposición progresista para reconducir el relato y sobreponerse al bulo, al odio y a la incompetencia de la derecha es grande, pero no es imposible. Solo debe fijarse en la fuerza que históricamente se ha ido construyendo en los márgenes, escuchar, entender y plantear alternativas valientes y creíbles para acompañar esas demandas y esas banderas que la izquierda no solo debe recoger, sino ejecutar cuando tiene ocasión.
No sabemos todavía si iremos a elecciones o si el PP y Vox impondrán un nuevo presidente para aguantar la legislatura. Sea como sea, la fuerza del cambio reside, una vez más, en los movimientos de base, en la calle, en la capacidad del pueblo para empujar a los aspirantes a gobernar a realizar sin titubeos ni remilgos lo que mejore sus vidas y prevenga mayores desastres. Vivienda, territorio, sostenibilidad, igualdad y un gran muro contra el fascismo y la mentira que se ha instalado en la política institucional y que amenaza una vez más en condenar a mayores desgracias a los valencianos.

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