Opinión
Necesitamos a la gente de derechas

Por Israel Merino
Reportero y columnista en Cultura, Política, Nacional y Opinión.
-Actualizado a
Donald Trump y Benjamín Netanyahu son ya los productores pornográficos más exitosos de la historia. Todos sus vídeos, los del ICE arrastrando de los pelos a niños que lloran desconsoladamente al perder a sus padres, o los de esos seres humanos cuya sangre eviscerada cae por Gaza hasta perderse en el desagüe moral que es ahora el Mediterráneo, no son errores ni fugas de información de una maquiavélica estrategia mercadotécnica para agradar al mundo, sino parte del plan, del proyecto, de la escenografía; ninguna de esas imágenes perjudican a estos dos individuos ante su corillo de depravados y miserables, sino que revalidan su posición: es exactamente lo que su corte quiere, sangre y llantos y lágrimas y moritos desnutridos y sudacas entre rejas; oh, sí, dame más y más y no pares.
Vivimos en la edad de oro de los desaprensivos, los sedientos de sangre, los sociópatas, los fascistas; estos dos personajes, escoltados por otras figuras tétricas como Bukele y un par más, han entendido que la carnaza y el odio venden, que el mundo ha caído por una cascada pilotada por enfermos – en lo político, aunque quizá también en lo patológico – donde las imágenes horribles ya no pulen conciencias, sino que refuerzan a los miserables: después de tantos años, han conseguido que vídeos de seres humanos hacinados en prisiones inmisericordes de El Salvador se emitan en los telediarios. El porno, porque esto es puro porno para muchos – leed Pornocracia, de Jorge Dioni, si no me creéis –, se emite ahora a las tres y las nueve de la tarde.
Ante esta deriva, pienso en cómo podemos pararlo y solo encuentro respuesta en los conservadores y la gente de derechas. Lo digo en serio. Nosotros, qué os voy a contar, ya estamos concienciados; ya hacemos huelgas de consumo en favor de Gaza los jueves y boicoteamos los productos yanquis de los supermercados y nos cansamos de leer en The Guardian que Trump quiere tomar por las armas las ciudades liberales; todo lo que está en nuestra mano, que es poco, lo estamos haciendo, pero necesitamos a los otros, a los de enfrente, a los que, sé que existen, se dicen de derechas pero todavía no han caído en la bancarrota pornográfica de aplaudir al misil israelí que mató al equipo completo de reporteros de Al Jazeera.
Te necesitamos a ti, amigo católico, agricultor y de derechas, que lees el ABC, crees en la familia tradicional y te estremeces cuando cuentan en la Popular TV que los puntos de reparto de ayuda humanitaria en Gaza solo son ratoneras en las que atrapar a población civil; necesitamos que tú, tipo que jamás has votado a las izquierdas, pero apartas la mirada de la tele cuando un grupo de paramilitares sale de un camión de reparto para detener a una familia latina que lleva veinte años viviendo en Chicago, también te sumes a nuestra trinchera. Esto no va ya de ideologías al uso, qué va; esto va de parar al monstruo, de frenar la reproducción – porque llegar, ya ha llegado – del puto Anticristo. Sé que existes, tío, sé que estás al otro lado, horrorizado porque se haya normalizado lo que jamás debería ser normal.
Muévete ahora, porque después será tarde. Recuerda que los consumidores del porno quieren rotación: cuando se cansen de esos vídeos, querrán otros, quién sabe si conmigo, contigo y con tu familia como protagonistas.
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