Opinión
Hacia una nueva Europa

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.
Ha transcurrido una semana donde la tensión bélica en Oriente Medio ha estado acompañada por dos reuniones internacionales, donde la mayor parte de los Estados europeos se han visto involucrados: la cumbre de la OTAN primero y el Consejo Europeoddespués. Conviene poner ambos eventos en el mismo párrafo ya que están mucho más relacionados de lo que, a simple vista, pudiera parecer.
Lo primero es ser conscientes que ni el ataque preventivo, y no provocado, contra la infraestructura nuclear de Irán ni la Cumbre de la OTAN son acontecimientos no planeados. Un ataque de las dimensiones que hemos visto contra las bases de Fordow, Natanz e Isfahan no se lanza sin una logística previa muy bien estudiada, especialmente si tenemos en cuenta la coordinación con las autoridades israelíes y la maniobra de "despiste" efectuada por los norteamericanos. Cuando todo el mundo pensaba que atacarían desde la base de Diego García en el Índico, el ataque llegó desde el oeste, con repostaje previo en las bases de Morón y Rota. Por tanto, de improvisación nada de nada.
El haberlo hecho coincidir con la Cumbre de la OTAN, además, tiene todo el sentido. Es bien sabido la enorme presión que Washington y su fiel servidor Rutte, han estado poniendo durante los últimos meses, pero especialmente durante las últimas semanas, sobre lo Estados miembros de la organización euroatlántica para alcanzar un incremento del 5% del PIB. Así que, qué mejor manera de presionar mostrando la inestabilidad creciente en Oriente Medio y la capacidad estadounidense de alcanzar de manera rápida un acuerdo entre las partes, demostrando que todavía es la principal potencia mundial y que, por tanto, el mundo haría bien en confiar en sus capacidades. Buena muestra de ello son los minutos que Trump dedicó en la rueda de prensa posterior a la reunión de la OTAN a explicar y a alabar las virtudes de lo sucedido en Irán, pese a que esta operación nada tenía que ver con la alianza. Nadie dijo nada acerca de la ilegalidad e ilegitimidad de los ataques preventivos de Israel y EEUU que recaen fuera del marco de la Carta de la ONU y del Derecho Internacional. Curioso que casi todos los allí presentes se muestran como firmes defensores del orden internacional basado en reglas, siempre y cuando sean los otros los que las incumplen y no su principal aliado.
De esto último se ha hablado bien poco, el debate se ha centrado mucho más en los números porcentuales del PIB y si unos u otros lo utilizaban o no políticamente. En todo caso nadie, absolutamente nadie, dijo nada en la reunión sobre esa quiebra del orden internacional, todos, por el contrario, se encontraban más preocupados en no hacer enfadar a Donald Trump o en pasar desapercibidos en una cumbre que querían tramitar con el menor ruido posible. Los americanos porque querían hacer valer su voluntad de conseguir que un grupo de europeos comprasen su armamento. Los europeos porque, aunque conocedores de las dificultades para cumplir con el compromiso presupuestario, preferían firmar y dejar correr, sin enfadar a un socio del que cada vez se fían menos.
Porque la confianza transatlántica está prácticamente quebrada, los objetivos estratégicos de unos y otros son totalmente divergentes y los europeos lo único que quieren es comprar tiempo para acelerar sus procesos de reindustrialización militar que, además, tienen que vender en casa. No es este el foro para hablar de autonomía estratégica comentó alguien. Y, probablemente, tenían razón. Pero el problema en realidad no es ese.
El problema es que de autonomía estratégica no se habla en ningún sitio. Ni en la OTAN ni en la UE. Y no se habla porque sencillamente, con la excepción de España y algún otro verso suelto, ningún otro país quiere que el gasto en defensa, o mejor dicho, de la industria de defensa, se haga desde lo supranacional. Porque, en realidad, lo que se persigue es la revitalización de las industrias nacionales, en muchos casos consorciadas con otras, como se ha visto en los casos de Airbus, por ejemplo, pero siempre desde una perspectiva nacional y no europea. Y todo esto es así porque la UE no opera en términos colectivos más que en lo concerniente al mercado único, es un artefacto que no esta diseñado para ir más allá. Para ir más allá, haría falta una mayor integración política que incluyera unión fiscal y de capitales y ese debate está absolutamente paralizado.
Presten atención, durante estos días sólo se está hablando de porcentajes vacíos. No se habla para que servirá el dinero, si es para capacidades militares cuáles, si es para salarios cuánto será el crecimiento de la tropa. Pero tampoco se habla de la industria, una industria que ya está incrementando sus beneficios hasta números indecentes, y que hace lobby para que las opiniones públicas vean el incremento del gasto militar como algo que será positivo para la ciudadanía. Recuperación del tejido industrial y creación de puestos de trabajo, modernización de infraestructuras dirán, lo que no contarán será la deriva inflacionaria que vendrá acompañando a todo el proceso, ni tampoco los recortes en gasto social aparejados. Eso dará igual, porque total, habrá trabajadores construyendo drones para poder pagarse el médico y la educación.
Las decisiones que se están adoptando estos días orientan a los europeos en una nueva dirección, la de una UE menos ambiciosa en su proyecto de integración, menos garantista en materia de derechos y más neoliberal y menos democrática en cuando a sus procedimientos. Welcome.
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