Opinión
Orgullo LGTBIQA+, Orgullo woke, Orgullo de clase, Orgullo antifascista

Por Amanda Andrades
Secretaria de Feminismos y LGTBIQA+ de Movimiento
Sumar.
Hace unos días un barón socialista se lamentaba en una tribuna de que su partido se había wokizado, había abrazado la ideología woke. Y nos explicaba cómo una posible causa del declive de la socialdemocracia —argumento avalado por un sintagma anónimo y plural, "muchos apuntan"— había sido una alteración de sus principios fundamentales, un haber abandonado la redistribución de la riqueza por la "llamada ideología woke, que viene a oscurecer la defensa de las clases trabajadoras y de los derechos universales en favor de la lucha de identidades y de defensa de las minorías".
Se sumaba así a toda una corriente empeñada en contraponer redistribución y reconocimiento, en colocar en orillas enfrentadas la lucha de clases y los movimientos LGTBIQA+, los feminismos y el antirracismo.
Una corriente, rojipardista, que da por hecho que la clase no nos atraviesa a las mujeres, a las personas LGTBIQA+, a las racializadas y migrantes. Que la redistribución de la riqueza no es nuestra pelea.
En su artículo, este expresidente autonómico acusaba, de hecho, a lo woke de haber suplantado el lugar del empleo y los servicios públicos de calidad como vectores centrales de la redistribución de la riqueza —olvidándose, así, de paso, de otras modalidades de reducción de la desigualdad como la universalización de derechos sociales o la intervención del mercado de la vivienda— .
Pareciera así, según esta forma de ver el mundo, que las personas LGTBIQA+ son seres privilegiados, élites glamurosas, que no conocen el paro, la precariedad laboral, la incapacidad de hacer frente a los alquileres abusivos, la expulsión inmobiliaria, la enorme dificultad para hacer frente al coste de la vida con una pensión no contributiva, una lista de espera en la sanidad pública o la insuficiencia de servicios de atención y cuidados para la dependencia.
Nada más lejos de la realidad, la material. Bastan solo algunos datos, centrados en el ámbito laboral, el que a día de hoy sigue siendo la principal puerta de entrada a gran parte de los derechos en nuestro país, para desmontar esta falacia. El Informe Estado LGTBI+ 2024 de la la Federación Estatal LGTBI+ ofrecía una radiografía exhaustiva, contundente y preocupante de las condiciones socioeconómicas y laborales del colectivo en España. Así, por ejemplo, este advertía de que las personas LGTBI+ tienen un 13% más de riesgo de sufrir situaciones de pobreza, con una tasa de riesgo del 30,6%.
Un riesgo que afecta especialmente a mujeres lesbianas y personas trans y que se agrava con la elevada precariedad laboral. Un 14,7% de los hogares del colectivo tiene una baja intensidad laboral —menos de dos meses trabajados al año— y la temporalidad es una constante.
Además, en el ámbito del empleo, las mujeres LTBI+ se enfrentan a una tasa de paro del 17,39%, varios puntos por encima del promedio femenino general (13,73%), de los hombres del colectivo (8,92%) o de los hombres en general (11%). Doble discriminación.
Por esto, pese a los innegables avances logrados, gracias a la lucha colectiva, son tan necesarias políticas de empleo, sí de empleo, con una mirada y una perspectiva LGTBIQA+. Políticas como las que está llevando a cabo el Ministerio de Trabajo, con el Real Decreto para la igualdad y no discriminación LGTBI en las empresas que contempla, por ejemplo, la obligatoriedad de contar con cláusulas de igualdad de trato y no discriminación o protocolos de actuación para la atención del acoso y la violencia contra las personas LGTBI, o con el compromiso de elaborar un protocolo específico de acompañamiento de las personas trans en el ámbito laboral.
Los derechos laborales son pues derechos LGTBIQA+, pero también lo es el derecho a la vivienda, a servicios públicos de calidad, a ser cuidadas, a poder cuidar, a vivir y morir con dignidad. O el derecho a migrar, al refugio y al asilo. O el de los palestinos y palestinas a vivir y ser libres —recordatorio: el genocidio israelí no distingue, el ejercito israelí y los colonos te asesinan igual si eres gay, bi, lesbiana, trans, cis o hetero— . El pinkwashing de Israel es solo eso, marketing, mentira.
Y por eso, igual que hacemos con los feminismos, en Movimiento Sumar defendemos la interseccionalidad en las luchas LGTBIQA+, defendemos superar la falsa dicotomía entre lo identitario y lo económico. Defendemos que quedarnos solo en políticas identitarias y esencialistas excluye a muchas y sobre todo no nos resuelve la vida cotidiana, pero también que pensar tan solo desde lógicas materiales excluye igualmente a muchas y tampoco nos resuelve la vida cotidiana. Defendemos hacer frente al peligro de que el poder y las instituciones construyan lo LGTBIQA+ solo como una cuestión identitaria, cultural o simbólica.
El pasado 1 de febrero las calles de Buenos Aires y otras muchas ciudades de Argentina se llenaron con cientos de miles de personas, en una alianza de la comunidad LGTBIQ+, el movimiento feminista y los sindicatos de las centrales CGT y CTA, las principales, para posicionarse frente a las políticas de odio de Javier Milei, de todas, en las marchas del orgullo antifascista y antirracista, en una mezcla de lemas y consignas como "al closet nunca más" o "basta de ajuste", contra los recortes sociales. Unas manifestaciones en las que los movimientos LGTBIQ+ se pusieron al frente de la lucha antifascista.
Este sábado 28J también fuimos una riada en las avenidas y puentes de Budapest, poniendo el cuerpo por el Orgullo, por los derechos de las personas LGTBIQA+, por la posibilidad de presentes y futuros diversos para las infancias, por la democracia, contra el autoritarismo, por el antifascismo.
Ese es el camino. Orgullo LGTBIQA+, Orgullo woke, Orgullo de clase, Orgullo antifascista.

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