Opinión
Se está quemando el modelo territorial español

Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
-Actualizado a
Los incendios que están asolando España durante los últimos diez días son producto del cambio climático. Temperaturas extrema, olas de calor que se eternizan y límites de temperatura que se sobrepasan, medias pulverizadas de forma sistemática en los registros de AEMET. Son los eventos extremos (como la DANA) de los que expertos y expertas, científicos y científicas, llevan años advirtiendo. No es el futuro, el cambio climático es nuestra realidad cotidiana.
Lo primero que hay que entender entonces es que estos fenómenos van a seguir ocurriendo con niveles variados de virulencia en los próximos años. Luchar contra el cambio climático implica preparación, prevención, mitigación y adaptación. Ese reto mayúsculo es similar en esfuerzo económico y de gestión a los que supuso el covid y no podemos entenderlo de otra manera.
¿Qué significa eso? La necesidad de un Estado con una gigantesca capacidad de acción, con un sistema público a prueba de bombas y una inversión pública enorme. Dicho de otra forma, el Estado moderno tiene cuatro pilares en su bienestar: sanidad, educación, vivienda y seguridad climática.
Lo que se ha encontrado la sociedad civil en los distintos territorios que están ardiendo es lo contrario: plantillas disminuidas y bajo mínimos, privatización en una red de subcontratas completamente descoordinadas, la seguridad ambiental convertida en negocio privado, condiciones laborales terribles y ningún mando. Ni rastro, por supuesto, de prevención y preparación. Todo es gestión de la emergencia cuando es demasiado tarde. Líderes políticos como Mañueco en estado de ausencia permanente. Castilla y León ha recortado el presupuesto de prevención de incendios un 90% en 13 años.
El Partido Popular alcanzó en mayo de 2023 las mayores cuotas de poder territorial autonómico de su historia, un mes después perdió las elecciones generales. Las comunidades autónomas del PP se convirtieron entonces en una máquina política con dos instrucciones:
1. Hacia abajo el negocio de siempre, una gestión mercantil y privada del territorio al servicio de las economías locales: el ladrillo en unos sitios, la ganadería en otros. Privatización de los servicios públicos y austeridad con la inestimable colaboración de Vox, que con la excusa de la lucha contra la Agenda 2030 aprueba presupuestos negacionistas.
2. Hacia arriba, conflicto permanente con el Gobierno, apuntar siempre alto y fuera. Lo que aprendieron de la pandemia, pero con la ventaja de que en estos casos el Gobierno no tiene control en el territorio cómo si lo tuvo entonces. Culpar siempre a alguien que no puede hacer mucho más de lo que ya hace. Recordemos que en pandemia el modelo era el contrario. De lo que se culpaba al gobierno era de injerencia y control intolerable.
El problema es que las dimensiones de la crisis no admiten gestiones rutinarias. No admiten el "seguir cómo si nada", porque el cambio de época, la crisis que vivimos, es de una magnitud diferente, cómo lo fue el covid.
Cómo bien han entendido Donald Trump o Milei en un sentido autoritario y reaccionario, y cómo entendió el Gobierno español durante la pandemia en un sentido progresista, los cambios de época modifican la forma del estado. Europa modificó sus estructuras para acoplarse a un modelo de gobernanza necesariamente nuevo.
Lo que arde hoy es el modelo territorial español. Desligar esta situación de los infinitos bloqueos a la reforma de las financiación autonómica es de una enorme torpeza. Lo que el PP no quiere tocar es un modelo en el que puedan seguir haciendo dumping fiscal, que es la clave de su modelo de gobernanza territorial. Libro a los ricos de impuestos en el territorio y, a cambio, cuando la falta de inversión provoca catástrofes miro hacia arriba y le digo al Estado que me rescate. Son un banco cualquiera socializando perdidas y privatizando beneficios.
Con la excusa de la pelea contra el independentismo catalán, se ha bloqueado cualquier propuesta de avance hacia modelos nuevos de gobernanza y reequilibrio territorial. Uno de los mayores dramas de esta legislatura es haber perdido la voz de la España vaciada que en la anterior legislatura representaba Tomas Guitarte, de Teruel Existe.
Me temo que este problema no se va a resolver con "pactos de Estado", ni con búsquedas de consensos hacia la derecha. No porque no fuera esencial tener una derecha con la que llegar a acuerdos básicos como la protección de nuestros bosques y la lucha contra el cambio climático, sino porque el cambio de época que vivimos incluye también a una extrema derecha negacionista que esta semana culpaba de los incendios a las energías renovables y a la que el PP está entregado por completo.
La mayor lección política de estos días es que no hay transformación del Estado en clave progresista sin el conjunto del poder del Estado. O dicho de otra forma, que no hay Gobierno progresista sin poder autonómico y local. Quienes venimos del municipalismo nos quedamos roncos de decir que tomar el cielo por asalto no se podía hacer sin los Gobiernos locales y los parlamentos autonómicos. Que el Gobierno central no era el Estado, sino una parte.
Como decía la canción… "Quizás sea preciso ser valientes de nuevo" y la mejor manera de defender el Gobierno de coalición progresista sea dejar de estar a la defensiva y prepararse para ganar comunidades autónomas y ayuntamientos, quitarle el poder local a los negacionistas y los zombies neoliberales que están destruyendo nuestro país.
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