El bipartidismo es esto. No puede pillarnos por sorpresa. Lo hemos vivido durante décadas y hemos visto cómo sus tentáculos son enormes y alcanzan todas las patas del régimen. La corrupción por parte del Partido Popular y del PSOE es intrínseca, estructural, casi fundacional. La hemos visto de todos los colores. A nivel estatal o provincial. De manera descarada o con triquiñuelas y disimulo. Hemos vivido crímenes de Estado y cómo los culpables no pisaban casi la cárcel y eran recibidos a su salida con vítores. Tenemos al principal líder de la oposición con fotos con un narcotraficante; en un partido fundado por un ministro de la dictadura que fue enterrado con honores de Estado. Puentes, calles y avenidas dedicadas a lo peorcito de este país. Y en pleno 2025, cuando un caso de corrupción salpica a la cúpula del PSOE, debemos hacernos los sorprendidos y casi salir a defenderlos. Qué lejos queda aquello de “PSOE y PP la misma mierda es”. 

La política ha virado tanto a la derecha que la socialdemocracia más simple y tibia parece comunismo. Se ha normalizado tanto a la extrema derecha que el miedo a que lleguen al poder ha empujado a la izquierda transformadora a abrazarse al PSOE y a vender pequeñas conquistas sociales como grandes reformas estructurales. En algunas medidas tienen razón, sobre todo porque desde el partido principal del Gobierno no dejan de poner palos en las ruedas, como sucedió con la conocida como Ley Trans o está sucediendo con la reducción de la jornada laboral. Pero son ya muchos años tragando sapos y algunos, como el caso de Santos Cerdán, puede ser muy difícil de digerir y de explicar a sus electores.

Sabemos que el posible sorpasso al PSOE ya queda como un sueño de antaño, que un adelanto electoral sería mortal para Sumar, Podemos o la coalición o lo que sea que se presentara. Que con el panorama actual es más que posible una victoria del PP junto con Vox y da mucho miedo pensar en Abascal o, peor aún, en Alvise sentado en el Consejo de Ministros. Pero sí tocará pensar en cómo construir una alternativa, cómo devolver la ilusión a la población y cómo revertir la creciente simpatía por la derecha más reaccionaria. Porque el bipartidismo ya se ha visto que no va a cambiar y, como siempre ha sido cíclico, es cuestión de tiempo que gobierne la derecha y la izquierda a la izquierda del PSOE puede volver a tiempos de Llamazares y tener los mismos diputados que Coalición Canaria. Y construir desde las ruinas más absolutas y con toda la presión mediática en contra, parece un imposible de nuevo. Pero ¿queda otra opción?

La Ley Mordaza sigue. Los 6 de Zaragoza, las 6 de la Suiza o Pablo Hasél siguen sin indulto y así muchas personas que acarrean multas o sentencias de prisión por protestar o intentar parar un desahucio, los cuales crecieron en 2024. La vivienda es cada vez más inaccesible y las leyes que intentan hacer sobre el problema se quedan cortísimas y defiende al propietario, porque muchos del PSOE hacen negocio con ello. Nuestro país vive cada vez más enfocado al turismo y nos hemos convertido en una colonia, en un país de camareros que sirven a la Europa más pudiente. Marlaska, un tipo que debería estar juzgado por las muertes de Melilla y con un currículum anterior poco democrático, sigue con la cartera de Interior. Y así podríamos seguir un rato. El PSOE está “psoeando” y no nos debe sorprender. ¿Se debe aguantar porque la alternativa es peor? ¿Se deben romper relaciones y plantear una alternativa sólida? ¿Se debe aprovechar la legislatura y llevar al BOE los mayores avances sociales posibles? Qué difícil la realpolitik a veces.

Algunas voces desde la izquierda quieren que llegue ya la derecha y la extrema derecha de la mano y que arda todo. Piensan que así la izquierda despertará, verá la sociedad lo que realmente quieren hacer Feijóo, Abascal y los suyos y, en pocos años, todo volverá a su redil y se acabará el experimento. Parece ser una suposición fallida. Ahí sigue Milei en Argentina y ganando las elecciones recientes en Buenos Aires. Ahí sigue Ayuso pese a las numerosas protestas en su contra y nada indica que no obtendría hoy día otra mayoría absoluta. Los valencianos ya veremos si Mazón repite. Todo indica que no, pero hemos tenido Camps, Rita y Zaplana gobernando llenos de mierda hasta el cuello.

Además, ese es un pensamiento que tiene el hombre blanco, hetero y con cierta solvencia económica. Sin duda, un gobierno reaccionario sí pondría en peligro a la comunidad LGTBI+, a las personas migrantes, a las familias que cobran el SMI o la renta básica, etc. Lo estamos viendo con Trump en EEUU. No estamos tan lejos de vivir episodios similares y no creo que las protestas fueran tan intensas como allí. Y pese a ello, no tienen reparo en sacar al Ejército y seguir con sus políticas criminales y discriminatorias. ¿Por qué aquí iba a ser mejor? ¿Puede recomponerse la izquierda trasformadora viendo cómo las minorías sufren una mayor persecución? Para algunas es cuestión de vida.

Son tiempos de mierda, hablando claro. Porque el PSOE es un partido con muchos años de historia y la mayoría manchados. Porque sigue habiendo grandes corporaciones a las que les deben favores y grandes tenedores en sus filas que no van a permitir grandes cambios en las políticas sociales más necesarias en la actualidad. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos contentamos con las migajas? Porque esas migajas para algunos núcleos de población son panaderías enteras, pero la producción del pan sigue en las misas manos. El bipartidismo vuelve a estar vivito y coleando y con sus males de siempre aireándose. En este ambiente, la izquierda transformadora debe plantearse su futuro. Si es seguir siendo una minoría dentro de un Gobierno progre, acabará absorbida por el PSOE. Porque el conformismo nos conduce a los Llamazares de turno. Y quienes hemos vivido esa irrelevancia, sabemos que de ahí no sale nada bueno.

Reforma o revolución. Una vez más.