Opinión
Romance del descuidero
Por Anibal Malvar
Periodista
Que el país está caótico lo notamos mucho los periódicos. Ya ni somos capaces de dilucidar en qué sección clasificar los sucedidos de nuestra adorada monarquía.
El affaire Urdangarín es paradigmático. Los periodistas no sabemos si meterlo en la sección Casas Reales (por protocolo), Economía (por los millones), Ecología (viven del aire), Sucesos (si lo encarcelan), Deportes (balonmano) o Cultura (del pelotazo). En hagiografías de emprendedores tampoco encajaría mal. O en ONGs.
El jueves creció la confusión. Unos presuntos gallegos de la Resistencia Gaiteira, o algo así, intentaron bombardear a Felipe y a Letizia en A Coruña. El jefe quería llevar en política el atentadiño, por independentista. Los de Tendencias afilaron garras: la indumentaria de la princesa no era la apropiada para asistir a fiestas-bomba.
A Juan Carlos nunca sabemos si meterlo en las páginas de Ciencia (gen mutante franco/demócrata) o en Domótica (nadie choca sus ojos contra tantas puertas si ha nacido con todas abiertas).
Y no solo nuestra casa real alienta la confusión. ¿Dónde ubicar al rey Baltasar, absuelto en tribunales tras haber arrojado un caramelo al ojo de una señora? Se conoce que los Reyes Magos también gozan la impunidad legal de nuestro monarca. Qué panorama. El rey con gafas de la Once, a las señoras las dejan medio tuertas los Reyes Magos y la Justicia es ciega.
A ver cómo interpreta la imparcial dama invidente el romance del presunto descuidero y la infanta en sombra. El ciego no toca lo que no quiere oír, y a la prensa sin olfato no le sobra gusto. Vendrán más confusiones y nos harán menos sabios.
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