Opinión
Sobre aquellas que "ocuparon los espacios" junto al poder macho

Periodista y escritora
-Actualizado a
Miro a la portavoz del PSOE —da igual a cuál— sentada ante los medios de comunicación. Antes era una mujer y ahora es otra mujer. Siento un pudor decorado de rabia al contemplar cómo son ellas las que comunican hacia el exterior tras los casos de violencias sexuales dentro del partido, también las decisiones de los varones encubridores. El sempiterno pacto patriarcal elige a mujeres para dar la cara. Oigo voces criticándolas, cuestionando que sigan donde están, que estuvieran. La compasión no me parece una mala práctica mental.
Hace ya mucho tiempo que me incomoda gravemente escuchar a las mujeres que dan la cara o funcionan como representantes en ciertos ámbitos, en general todos los ámbitos de poder. No por ellas. Ellos me incomodan. Es una trampa, pienso. Es una trampa que el PSOE coloque a una mujer de portavoz en estas circunstancias. Es una trampa el nombramiento de la nueva Fiscala General del Estado. Son cepos afilados entre cuyos dientes en la pierna de esas mujeres se paraliza una idea de justicia y ecuanimidad. Entonces, no me parece extraño que no haya mujeres en la inmensa mayoría de las direcciones de los periódicos. Sé de qué hablo.
Se escribe mucho y muy inútilmente, se habla mucho y para nada, del papel de los hombres dentro del feminismo o en los avances por la igualdad. Hay quienes incluso osan afirmar que el relato de las mujeres y, y muy particularmente la acción de las feministas, “criminaliza a los hombres”, a los muchachos; y que “sin ellos nada es posible”.
Tales disquisiciones vuelven a poner el foco donde siempre ha estado, sobre ellos, y apartan de la vista el lugar en el que quedan las mujeres que permanecen en los ámbitos masculinos de poder. Porque fuimos todas las que las instamos a estar. Porque fue general el reclamo de “ocupar esos espacios”. Lejos de mí ese foco. Yo miro a las mujeres. Elijo, decido mirarlas a ellas. Es un acto de voluntad, de la misma manera que media un acto de voluntad en el hecho de volver, como siempre, a mirarlos a ellos.
Elijamos dos sectores clave como ámbitos de poder que construyen y modifican radicalmente lo público y la participación/representación en la sociedad: los partidos políticos y los medios de comunicación. El papel de las mujeres en ambos espacios de poder es difícil per se. En el caso de los partidos, porque el ejercicio de poder macho en su seno descansa y ha descansado tradicionalmente sobre múltiples prácticas de violencia contra las mujeres, y no sólo me refiero a la sexual, sino a una variedad de violencias estructurales que han discriminado y sometido a las mujeres en el seno de tales formaciones. Son prácticas que apenas han cambiado en los últimos 50 años, es decir, desde que se restableció la democracia en el Estado español.
En el caso de los medios de comunicación, la situación es si cabe más compleja. En tanto que modeladores de la opinión pública, jerarquizadores de la realidad y constructores de silencios, los medios juegan y han jugado un papel central en el desprestigio de la lucha feminista, y muy particularmente del derecho de las mujeres a decir verdad y hacerlo donde crean oportuno. Sirven de la misma manera para obstaculizar y castigar cualquier intento de brecha en el patriarcado que ostenta el poder macho.
En la actualidad, los medios soportan francamente mal la pérdida del monopolio del relato, sobre todo el papel que el relato de las mujeres ha jugado y juega en ese desprestigio de la realidad que ellos habían inventado tan primorosamente en un ejercicio de gatopardismo básico.
Pero ahí, junto a los varones que jamás alzaron la voz, ni probablemente lo hagan ya, los de siempre con sus ideas y sus prácticas de siempre, coexisten y trabajan mujeres, mujeres feministas también, cuyo papel se me antoja durísimo. Cuando las veo pienso que no me gustaría estar en su pellejo, lo cual me parece injusto, ya que fuimos todas, prácticamente, quienes sostuvimos —algunas aún lo hacen, no yo— que había que “ocupar esos espacios”.
Sirva este apunte como ejercicio para redirigir el foco que ahora se empeñan en girar hacia los “pobres hombres”. Hay mujeres ahí, entre ellos, imagino que tragando sapos, partiéndose el lomo para que algo cambie. Pese a que ya no creo que en esos lugares, tal y como están, pueda cambiar nada, vaya desde aquí mi reconocimiento a todas ellas.
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