“Es costumbre real el robar, pero los Borbones exageran” (Talleyrand)

Periodista y escritora
-Actualizado a
La frase se atribuye a Charles Maurice de Talleyrand, uno de los diplomáticos más influyentes de Europa a finales del XVIII y hasta bien entrado el XIX. Obispo y exobispo, monárquico y exmonárquico, revolucionario y exrevolucionario, republicano y exrepublicano para volver a ser monárquico… Talleyrand sabía estar en una orilla y en la opuesta porque era más listo que el hambre, y cuando se olía un cambio de régimen sabía cómo salvar el pescuezo. Se iba situando, borraba su rastro y se preparaba para ser útil al nuevo mandamás, ya fuera rey, primer cónsul o emperador. Se apellidara Bonaparte, Borbón u Orleáns, siempre acababa encajando como una horma en el zapato del poder.
Conocía bien a los Borbones porque estuvo a su servicio en Versalles; tras situarse como mano derecha de Napoleón, consiguió ponerse de nuevo a las órdenes del borbón Luis XVIII cuando al Bonaparte lo enviaron definitivamente a tomar vientos a una isla, y luego conspiró contra los Borbones para acoplarse con la dinastía sucesora, la Orleáns.
El escritor Víctor Hugo, su contemporáneo, dijo de Talleyrand que consiguió engañar a 20 reyes y, puesto que ejerció como político y diplomático durante 45 años y bregó con distintas dinastías, estuvo de sobra autorizado para pronunciar su famosa sentencia: “Es costumbre real el robar, pero los Borbones exageran”.
Dos siglos después siguen haciéndolo.
Acaban de cumplirse 52 años desde que se materializó uno de sus expolios. En agosto de 1973, los príncipes Juan Carlos de Borbón, su señora esposa Sofía y sus tres hijos se apropiaron de 33.000 metros cuadrados en uno de los enclaves más selectos de Palma de Mallorca. Por supuesto, como el defraudador gusta tener siempre alguna amante a mano, no tardó en buscarse una local. A Sofía no le importó… y si le importó, no nos importa. Sus católicas majestades son muy benevolentes con los pecadillos domésticos.
Lo de Marivent es solo un robo más de esta real familia perpetrado en las narices de los españoles abusando de su ignorancia y su desinformación. Su excusa será decir que a ellos se lo dieron, que no lo tomaron… que fue un regalo, que no lo pidieron… que lo decidieron los franquistas de Baleares, que ellos no sabían que ese palacio era un legado para los ciudadanos… que ya han devuelto todo lo que ha exigido la justicia… Pero ¿desde cuándo hacerse los ignorantes les exime de ser unos caraduras?
A primeros de agosto se repitió el paripé de la recepción en los jardines de Marivent. Felipe, con su guayabera blanquita, como la mayoría de los cortesanos que acuden a tomar un piscolabis para poder decirle a alguien, a quien sea, al día siguiente en el Náutico… “Ayer no te vi en Marivent… ¡Ah! Que no estabas invitado… pues vaya… bueno, no te preocupes, tampoco te perdiste nada. El escabeche de aceituna con berenjena estaba un poco soso”.
La matriarca acudió de estampado verdoso; la infanta, de estampado rosa; la princesa, de estampado azul, y la ciudadana, con vestido ibicenco para parecer la joven del grupo. Hace falta mala leche, además, para ponerle a una de sus hijas el mismo vestido que usó ella en la misma recepción de 2023. Siempre ha vestido a las niñas a la antigua para que no le pisen el estilazo.
Si la esposa de Felipe tuviera el más mínimo escrúpulo y recordara el pasado y los principios que decía tener, no aceptaría bajo ningún concepto pisar por Marivent para alternar con 600 invitados entresacados de la alta sociedad mallorquina y de la política balear, incluidos los pijiprogres. Marivent es el palacio de los chanchullos desde hace medio siglo, el escenario de los malos rollos familiares, agravados desde que se empadronó también ella; el lugar al que ya nadie quiere ir porque nadie se lo pasa bien… porque todo está roto, porque no se soportan… porque no es suyo. Es de los ciudadanos baleares.
Marivent es un desperdicio en recursos para su mantenimiento, y apenas pasa tiempo ocupado por la desestructurada familia de Borbones. Las cosas estaban chungas y mal disimuladas en esa familia, pero todo saltó por los aires de manera oficial después del bonito espectáculo que nos brindaron reyes, exreyes y nenas a la salida de misa aquel domingo de Pascua de 2018. Esa escena se la hubieran tachado al mejor de los guionistas de Netflix en el The crown borbón por ser absolutamente increíble: Juan Carlos con la garrota, Sofía agarrando a Leonor, la maleducada de Leonor retirando la mano de su abuela, la Ortiz, con su habitual sonrisa hipócrita diciéndole a su suegra que se apartara de sus hijas, Felipe desconcertado… brutal. Fue brutal. Hubiera pagado por ver la posterior reunión en Marivent, poniéndose todos a parir y el exrey echándole en cara a Felipe que ya se lo advirtieron. “¡Si los Borbones tenemos prohibido casarnos por ley dinástica con plebeyos y plebeyas es por algo, so pavo! ¡Siempre la lían! Marichalar, Urdangarin, Ortiz… ¡Coño, que te avisamos!”.
El defraudador Juan Carlos ya no pisa por Palma y queda con su amante mallorquina en otro sitio; Sofía va para darse una vuelta con las nietas por el mercadillo para dar contenido al papel couché, pero entre el mal ambiente con la nuera y que su hermana Irene (“la tía Pecu”) está más que fatal y prefiere estar con ella, la exreina fue a Marivent este año para la foto de falsa familia feliz y se volvió al día siguiente. La mujer ya no disfruta como disfrutaba de aquellos veraneos mallorquines, aun teniendo que soportar los cuernos en sus narices, pero estando, al menos, rodeada de la extensa prole con la que imaginaba un futuro chupi.
Qué buenos veraneos se han pegado a nuestra costa, incluyendo a la tía Pecu, a la que llevamos manteniendo años y años y que ya es española de pleno derecho desde que en 2018 un Real Decreto a propuesta del ministro de Justicia Rafael Catalá (el sospechoso de coleguear con Montoro en la trama ministerial del PP) vino a concederle “la nacionalidad española por carta de naturaleza a Su Alteza Real doña Irene de Grecia de Hannover en atención a las circunstancias excepcionales que concurren” en la señora en cuestión. ¿Que cuáles son las circunstancias excepcionales? Pues cuáles van a ser… ser cuñada del exrey defraudador, hermana de la exreina cómplice y tía del actual jefe del Estado. ¿Que cómo se consigue la nacionalidad por carta de naturaleza? Pues, entre otras razones, por enchufe, porque es una concesión graciable; no se sujeta a las normas administrativas.
Bien es cierto que sería absurdo no haberle concedido a la tía Pecu la nacionalidad después de los años y años que lleva viviendo en Zarzuela y disfrutando de la estancia a gastos pagados que le hemos regalado los españoles. Al menos la nacionalidad nos sale gratis.
Decía que Marivent es un despilfarro de recursos públicos porque no son para disfrute de la ciudadanía. Una millonada anual en euros solo para que vayan de vez en cuando, y solo un rato, algunos miembros de esta familia peleada. Es el Gobierno autonómico el que carga con todos los costes de limpieza de las instalaciones durante todo el año (1,2 millones de euros según los presupuestos autonómicos de 2024), pero es Patrimonio Nacional el que asume los gastos de las limpiezas extras para que todo esté impecable sobre todo en semana santa y verano: 500.000 euros, tal y como se recogió en el anuncio de licitación del BOE nº 169, de 17 de julio de 2023.
Para lo poco que van, los borbones ensucian mucho.
La genial idea de que los príncipes Juan Carlos y Sofía y sus nenes empezaran a tener vacaciones pagadas por nosotros fue del jefe de la Casa del Príncipe, del señor marqués de Mondéjar, Nicolás Cotoner y Cotoner. Era un general fascista y golpista, que pasó de jefe de la Casa del Príncipe a jefe de la Casa del Rey, cargo en el que se mantuvo hasta 1990 y del que no aceptó apartarse hasta que cumplió 85 años. Juan Carlos lo consideraba su padre adoptivo, y, puesto que Franco era su padre putativo y Juan el biológico, el exrey tiene la paternidad fascista multiplicada por tres. Si con semejantes relaciones filiales alguien esperaba que Juan Carlos o alguien de su real familia fuera demócrata, que se caiga ya del guindo.
El señor marqués Nicolás, como mallorquín que era, barrió para casa. No deja de ser loable que te tire tu tierra, si no fuera porque su gran idea a favor de los borbones suponía birlarles patrimonio a los baleares; robo del que fueron cómplices Juan Carlos y Sofía.
Hay que irse más de un siglo atrás, a cuando se dejó caer por Mallorca una pareja de artistas. Él era pintor, mecenas, coleccionista de arte… Se llamaba Ioannes Saridakis. Ella era una escultora francesa, Laura Mounier. Venían de Chile, donde eran famosos por reunir en torno a ellos a la intelectualidad más internacional. En 1922, el pintor Saridakis y la escultora Mounier se compraron 33.000 metros cuadrados de terreno y encargaron una gran casa con bonitos jardines. Una casa que bautizaron Mar y Viento, y ese nombre, pero en mallorquín, es el que grabaron sobre una de las puertas de su mansión: Marivent. Pero nadie lo llamaba Marivent. Todo el mundo lo conocía como Can Saridakis, y aquí también empezó a reunirse la intelectualidad mallorquina, española y extranjera. Saridakis enviudó y volvió a casarse. Su nueva esposa se llamaba Anunciación Marconi y, en 1963, le tocó a ella quedarse viuda. Aquel palacete, Can Saridakis, era muy grande para ella y, siguiendo los deseos testamentarios de su marido, donó Marivent a la Diputación Provincial de Baleares, lo que hoy es la comunidad autónoma.
El objetivo de la donación era que el palacete, incluidos los valiosísimos bienes que albergaba, se destinara a la “instalación de un museo de arte provincial y servicios culturales, y de enseñanza y adiestramiento artístico complementario”. Quédense con estas palabras: servicios culturales, museo, enseñanza, adiestramiento artístico… y ahora visualicen en esa escalera de Marivent la foto oficial que nos restregaban cada año con filas de borbones y plebeyos en cada peldaño. Allí había un influencer, un par de delincuentes, varias cómplices, un tal Froilán que no sacaba ni la ESO y muchos caraduras. Porque de los cinco primeros que llegaron, yo he contado hasta 13 Borbones y tres adosados del vulgo antes de divorcios, juicios y huidas. Para todos ellos fue el legado de Saridakis.
Marivent pasó a ser de la Diputación y funcionó como museo durante poco más de un año, hasta que murió la viuda de Saridakis y el depredador marqués de Mondejar echó el ojo a Marivent. Le dijo a las autoridades de la isla que los príncipes Juan Carlos y Sofia y los tres nenes no podían estar como puta por rastrojo veraneando como simples ciudadanos de hotel en hotel… que los pobres solo tenían la casa de Estoril y la de Londres de los consuegros, y a Estoril no podían ir porque había muy mal rollito.
“¿Qué tal si los de Diputación les pasáis para su uso y disfrute ese casoplón con inmensos jardines sobre Cala Major? -propuso el marqués-, eso que llaman Can Saridakis”.
“Anda… pues no está mal pensado -dijeron-, así salimos más en el ¡Hola!”.
La Diputación quitó toda preocupación a los príncipes respecto a los gastos de acondicionamiento, porque de eso se iba a encargar la empresa Ataconsa. Hubo que reformar el palacio por dentro y por fuera. Más baños, más habitaciones para los amiguetes y para la familia que, sin duda, iba a ir creciendo porque el negocio monárquico necesita stock de miembros. Gran parte de la decoración les vino dada, porque en Can Saridakis había 1.300 obras de arte, desde históricas piezas artísticas de cerámica de Manises, hasta pinturas y esculturas de Picasso, Miró, Sorolla, Zuloaga, Delacroix… una biblioteca de 2.000 volúmenes y un centenar de muebles de distintos estilos. Y digo había, y no hay, porque la prueba de que todo ha sido un robo descarado es que los herederos de Saridakis llevaban años litigando para que los Borbones y la Comunidad de Baleares devolvieran lo que no es suyo. Toda la colección Saridakis la han podido rescatar.
Pobres. Marivent se les quedó vacío, pero ahí estaba Patrimonio Nacional para redecorarles el palacio. Patrimonio siempre está al quite para que no les falte de nada porque pagamos nosotros.
Hace 52 años desde que Josep Alcover, político franquista y presidente de la Diputación Provincial, entregó Marivent a los príncipes con manifiesto orgullo y satisfacción: “Os rogamos, Altezas, que aceptéis esta residencia para que, en unión de vuestra Real Familia, podáis disfrutar del merecido descanso que nuestra bella geografía os ofrece siempre, en la paz cimentada y consolidada por nuestro Caudillo, que no dudamos nos conservaréis y acrecentaréis en un futuro”.
Hoy, en 2025, os rogamos, majestades, que os larguéis de Marivent. Y, aunque sea mucho pedir, también de la Zarzuela.

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