Opinión
España arde

Por Sira Rego
Ministra de Juventud e Infancia
España es el país con más biodiversidad de Europa. Es el país que alberga uno de los pocos bosques milenarios de laurisilva del mundo. Centenares de especies de vertebrados. Tenemos los glaciares más meridionales de Europa, que poco a poco se deshacen mientras custodian uno de los lugares más bellos del mundo. Tenemos lagunas, albuferas y marismas que son lugares de acogida para miles de aves y especies. Costas abruptas, rotundas, llenas de vida. Bosque mediterráneo de pino carrasco y genista. Atlántico de castaños y robles. Meseta y dehesas de encinas. Sur de olivo y azahar.
Hace muchos años alguien me explicaba que un bosque no es una plantación de árboles, una sucesión de especies. Un bosque es un cuerpo vivo, es un ecosistema complejo. Es un pequeño universo lleno de relaciones virtuosas, un lugar de cooperación entre especies que prospera.
Cada vez que un bosque arde, no solo perdemos una masa de árboles, también perdemos un pequeño universo que costara décadas volver a recuperar. Porque, aunque volvamos a plantar nuevos árboles, la comunidad, la vida y la entidad que ese cuerpo requiere para ser alumbrado depende de mucho más.
Cada vez que un bosque arde, perdemos un pedacito de nuestro país, de nuestro patrimonio, de nuestra patria. De la forma de vida de muchas personas.
Por eso, defender nuestros territorios, invertir en ellos, no solo es una cuestión de responsabilidad, sino de defensa de nuestro país. Y debe ser también un ejercicio de responsabilidad con las generaciones más pequeñas y con las que están por venir. Un ejercicio de justicia con quienes viven en el rural, lo sostienen y, con ello, nos sostienen a todos y todas.
Decía Machado que “en los trances duros los señoritos invocan la Patria y la venden”, y de alguna manera, sigue siendo así. No sé cuánta patria cabe en una pulsera, en un discurso cargado de sospecha y de odio. No sé cuánta patria cabe en quienes no se despeinan defendiendo los intereses de los que esquilman nuestros territorios, venden nuestro país y se ponen de rodillas ante intereses externos.
Sí sé que no hay patria en quien privatiza lo público, en quien recorta servicios esenciales para sostener nuestros territorios y nuestros derechos; en quien considera que tener servicios de extinción de incendios, de gestión de montes durante el año, de prevención o de emergencias es un gasto superfluo. Sé que no hay patria en quien precariza de forma sistemática los derechos laborales de quienes vigilan nuestros montes y se juegan la vida por mantenerlos. Sé que esos defienden una España para unos pocos.
Ahora lo urgente es sofocar los fuegos, aliviar el dolor de las personas afectadas y proteger a quienes trabajan por evitar una tragedia mayor. Aunque también nos debamos la tarea de situar las responsabilidades: las decisiones tomadas durante años que nos han traído hasta aquí. Las de aquellos que gobiernan desde hace décadas en Comunidades Autónomas que pierden su patrimonio natural por acción u omisión, por privatización y parasitismo de lo público. Aquellos que, de forma directa, niegan el cambio climático y eliminan de sus presupuestos las partidas para combatirlo o, al menos, para adaptarnos a sus efectos.
Pero también un momento de reflexión para reconocer que una de las principales brechas territoriales de nuestro país es la que se da entre lo urbano y lo rural, y que quizá la imagen de nuestros bosques ardiendo sea una trágica metáfora del abandono de décadas de una parte de España o simplemente la triste metáfora de un modelo económico que ha convertido nuestro territorio en algo funcional a los intereses de unos pocos.
Resolver esta brecha debe ser una de nuestras principales tareas
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