Opinión
El ejemplo de Roma
Por Manolo Saco
Luego diréis que son obsesiones mías, pero ¿qué hace el obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, comparando al presidente del Gobierno con el perverso emperador romano Calígula? Por lo visto al incontinente monseñor le ha sentado muy mal que Rodríguez Zapatero haya promovido una ley que permite casarse a los homosexuales (entre sí, se entiende), un gravísimo pecado que le trae a la memoria nada menos que la depravación que se instaló en la Roma de aquel enloquecido dictador que hizo, entre otros delirios, que se nombrara senador a su caballo.
¿Por qué elige a Calígula, cuando monseñor tiene en la historia del papado tantos ejemplos de depravación que dejarían pálido el paso por la historia del emperador romano? ¿Será porque anteayer por la noche, en el silencio de su palacio episcopal, monseñor se tragó con fruición la película del mismo nombre, en Antena 3, dirigida por Tinto Brass, con guión de Gore Vidal, y la actuación de Malcolm McDowell (“La naranja mecánica”) como emperador, y Peter O’Toll como Tiberio?
No sé si conocéis la tortuosa historia de esta película, pero una vez acabada, el historiador, y a la vez guionista, y el director pidieron que se retiraran sus nombres de los créditos por lo que consideraban una burda manipulación posterior de su trabajo en postproducción. Al parecer, el productor, cuyo nombre no recuerdo pero que a la sazón era editor de la revista Penthouse, tuvo la ocurrencia, por su cuenta y riesgo, de agregar numerosas escenas subidas de tono que, en realidad, caían abiertamente en la pornografía. Y si es así, ¿qué coño hacía monseñor viendo pornografía, que es un vicio solitario, en la soledad de su palacio, al amparo de la noche, cuando debía estar rezando por nuestras almas pecadoras?
El obispo de Ciudad Real debería ver menos pornografía y buscar sus ejemplos, sin salir de Roma, en la propia historia de la Iglesia. Por ejemplo, veamos lo que decía el cardenal e historiador Cesare Baronio (“Annales ecclesiastici”), del papa Sergio III (904-911): “Por espacio de siete años, este hombre ocupó la silla de San Pedro, mientras que su concubina, imitando a Semíramis madre, reinaba en la corte con tanta pompa y lujuria que traía a la mente los peores días del viejo imperio”.
Podía haberse fijado monseñor en otro papa, Juan XII (955-964), hijo de la famosa prostituta Marozia, del que el obispo de Cremorne, Luitprand, dijo estas lindezas: “Ninguna mujer honesta se atrevía a salir en público, porque el papa Juan no tenía respeto a mujeres solteras, casadas o viudas, puesto que él faltaba al respeto a las tumbas de los santos apóstoles Pedro y Pablo”. El mismo papa que había convertido el Palacio Laterano “en una casa de prostitución pública”, y que acabó muriendo asesinado por un esposo cornudo.
O bien, podía habernos ilustrado con la edificante vida de Juan XXII, que fue acusado por 37 testigos, entre ellos varios obispos y sacerdotes, de adulterio, incesto, sodomía, hurto y homicidio, además de haber violado a unas 300 monjas y de mantener un harén donde al menos había 200 jovencitas.
Por no hablar de la conocida y dudosamente edificante vida de Rodrigo Borgia, el papa vicediós que tomó el nombre de Alejandro VI (1492-1503), asesino refinado, amante en concubinato de la hermosa Vanozza dei Catanei, que lo mismo nombraba cardenal a su hijo César, otro asesino en serie, como se beneficiaba a su propia hija Lucrecia.
¿Y sabéis por qué el obispo de Ciudad Real, haciendo gala de esa cultureta de televisión, no nos ha puesto el ejemplo del papado y sí el de un emperador del que no sabía absolutamente nada, seguramente, hasta anteayer? Pues porque los papas, entre los que se encuentran los personajes más inmorales de la historia, no se casaban entre sí. Eran unos asesinos, lascivos, ladrones... pero se guardaban mucho de cometer el nefando pecado de casarse entre sí.
Porque eran muy hombres y no tenían tiempo para mariconadas, como Rodríguez Zapatero.
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(Meditación para hoy: Hablando de hombres y de culto a la hombría, en un artículo publicado en la hoja parroquial “Aleluya”, que se distribuye en la mayoría de las iglesias valencianas, escrito por un tal Gonzalo Gironés, catedrático de Teología jubilado, se asegura que “más de una vez” las mujeres víctimas de malos tratos “provocan con su lengua”, y considera “peor” los abortos que la violencia contra las mujeres. “Por cada mujer muerta a manos de un hombre, hubo 1.350 niños asesinados por voluntad de sus madres”. Y luego pretenden que les tengamos respeto)