Opinión
El elefante en la cacharrería
Por Público -
RAMÓN COTARELO
Catedrático de Ciencias Políticas
Parece ser que María Dolores de Cospedal ha encargado un sondeo a una empresa hasta hace nada dedicada a la hostelería que, según informes, no ha realizado ningún otro trabajo de este tipo, no es conocida en los ámbitos profesionales demoscópicos y cuenta con un solo empleado a tiempo parcial. Tal sondeo que, por lo que se sabe, puede ser imaginario, pronostica la victoria de De Cospedal en las próximas elecciones autonómicas de Castilla-La Mancha y así lo han publicado algunos medios como ABC o El País.
De ser cierto lo anterior, el problema no estriba sólo en el perjuicio que estas prácticas ocasionan a los profesionales serios del sector que, es de suponer, se defenderán por la vía que estimen oportuna. Cuestiones de competencia, deontología y cosas así. El problema es la actitud que revela y el daño que hace al normal juego limpio democrático que, como todos los juegos de esta naturaleza, está sometido a reglas. Cuando estas no se respetan, el juego pasa a ser sucio.
La principal regla democrática es el respeto y lealtad a aquellas instituciones que están por encima de los partidos. Así, el problema no es recurrir a una triquiñuela fraudulenta para publicitar un resultado favorable presuntamente falso, sino poner en cuestión, por ejemplo, la tarea del CIS (un centro de larga trayectoria impecablemente profesional) cuando los resultados que ofrece no casan con las aspiraciones de la derecha.
El problema es obstaculizar el normal funcionamiento de los órganos constitucionales, bloquear sine die la renovación del Tribunal Constitucional, ocasionando un tremendo descalabro en su legitimidad del que ya veremos cómo se recupera. El problema es, igualmente, verter sospechas sobre la actuación de las fuerzas de seguridad, el ministerio fiscal y los mismos tribunales cuando de sus actos se derivan consecuencias indeseables para el partido, y llevar esta mala práctica hasta el dislate de hablar de “Estado policial” sin pruebas y en un país que ha sufrido 40 años de franquismo.
La instrumentalización y/o el sistemático maltrato de las instituciones no benefician a nadie, deslegitiman la democracia, exasperan a la ciudadanía, embriagan y llevan a la convicción de que, cuando no hay reglas, todo vale, que es lo que piensa el elefante en una cacharrería. Sólo que el elefante lo hace de buena fe.