Opinión
Algo es mejor que nada
Por Jaume Grau
-Actualizado a
"La historia de la vida y de las aventuras verdaderas del hombre pobre de Toggenburgo" es un libro delicioso del siglo XVIII, una autobiografía escrita por Ulrich Bräker llena de humor y de ternura. Bräker nos explica con sencillez lo que el considera los episodios más importantes de su vida, una verdadera carrera de obstáculos contra los infortunios, las guerras, las hambrunas, los acreedores, las enfermedades. Para poder construir una casa, nuestro amigo Ulrich tuvo que pedir prestado a acreedores sin escrúpulos y quedó hipotecado de por vida. La casa de Bräker aun existe, un chalet de madera en forma de escuadra de tres pisos de altura, en el valle del rio Thur, culminando un prado ligeramente inclinado y rodeado de suaves colinas, una imagen bucólica que esconde en sus cimientos un montón de penurias y sufrimientos. Ulrich vivió en estado de crisis permanente, sin entender el porqué de su infortunio, asumiendo su miseria como algo natural a su condición de pobre, o a su falta de luces para prosperar, o a los designios del Altísimo, o las tres cosas a la vez. Ulrich no se rebelaba contra su destino, porqué creía que no estaba en sus manos cambiar la naturaleza de las cosas. Un cuarto de milenio más tarde los humanos continuamos agarrados a ese principio de fatalidad que marcó la vida de millones de personas durante siglos de esclavitud y hay quienes, atentos a esa circunstancia, sacan buena tajada de ello.
Muchos ciudadanos, entre los que me incluyo, asistimos perplejos al bombardeo masivo y diario de malas noticias, contemplamos atónitos como nuestro pequeño mundo de seguridades domésticas se tambalea y se resquebraja a golpe de calamidades económicas y políticas restrictivas. Nos sentimos frágiles, vulnerables y sabemos que podemos ser arrastrados irreversiblemente por el próximo vendaval y eso nos convierte en pasto para oportunistas y depredadores diversos. El señor Bräker, durante las hambrunas del segundo tercio del siglo XVIII, se lamentaba que para poder sobrevivir tenía que trabajar por una miseria de sueldo: "Es cierto que está mal pagado, y como dice el refrán diez artesanos, nueve mendigos. Pero algo es mejor que nada". En mi entorno particular, en pleno siglo XXI, oigo la letanía de este lamento, -algo es mejor que nada-, a diario. Aceptamos un trabajo con la misma actitud que un náufrago se agarra a un madero carcomido, somos capaces de vender nuestra alma al primer diablo y subsistir con un salario de miseria, con tal de no vernos engullidos en el pozo de los condenados. Y esa actitud de subsistencia a ultranza, tan humana y natural, es el sebo que engrasa la maquinaria de la codicia de los poderosos. Pero el transcurso de la historia cambió al final de la vida del señor Bräker, a unos centenares de kilómetros de su casa de Toggenburgo se puso en marcha una revolución, y a esa le siguieron otras y otras hasta nuestros días. Muchos ciudadanos no se resignan a la fatalidad y ya saben que no hay solución posible que no sea la colectiva, que el bienestar de uno ha de pasar por garantizar el bienestar de todos, y que eso implica una revolución. La próxima.