Opinión
Vacío de poder en Túnez
Por Público -
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LUIS MATÍAS LÓPEZ
La revuelta popular que ha derribado la dictadura de Ben Alí en Túnez ha pillado con el paso cambiado a Europa y Estados Unidos, tras décadas mirando hacia otro lado para no ver los abusos de un régimen opresor y cleptocrático, incapaz de ofrecer a los ciudadanos libertad, justicia,
vivienda y trabajo.
Las razones de esta ceguera eran que el régimen constituía una sólida defensa frente a la “amenaza islamista” y la inmigración incontrolada. Es la misma lógica que llevó a aceptar el no reconocimiento de las legítimas victorias electorales de Hamás en Palestina y el Frente Islámico de Salvación (FIS) en Argelia, así como a no condenar la farsa electoral en Egipto.
El mejor ejemplo del desconcierto europeo es Francia, principal socio comercial de Túnez, donde en un decir amén se ha pasado de que uno de sus ministros ofreciese ayuda para “restablecer el orden” al rechazo de asilo al depuesto presidente.
Las prioridades de Occidente en la región se reflejan en las excelentes relaciones con algunos de los regímenes peor clasificados en la Lista de la Democracia de The Economist Intelligence Unit, que, sobre 167 países, sitúa a Marruecos en el puesto 116, a Argelia en el 125, a Egipto en el 138 y a Túnez en el 144. Lo que importa al otro lado del Mediterráneo no es la democracia, sino la estabilidad, que el caso de Túnez ha revelado más supuesta que real.
La facilidad con la que ha caído Ben Alí ha sido posible porque el ejército, institución bastante respetada, negó su apoyo para reprimir las protestas. La actitud de los militares será decisiva también en el futuro inmediato, que se presenta incierto. Aunque sea un necesario primer paso, no es una panacea la celebración de elecciones antes de 60 días, con un mapa político fragmentado, una oposición desorganizada, encarcelada o en el exilio y un aparato estatal lastrado por la corrupción y el pucherazo.
Aunque el anuncio de que se formará un Gobierno de concentración nacional constituya un paso en la buena dirección, no será fácil pasar del vacío de poder a unos comicios limpios y abiertos a todos. Ahí es donde EEUU y la UE podrán brindar todo su apoyo y purgar su pecado de omisión. Las elecciones deberían ser el primer paso de una reforma a fondo que exigiría algo parecido a una asamblea constituyente.
Luis Matías López es periodista